Corrupción y comunidades de contraste - Alfa y Omega

En este momento, España parece invadida por una asfixiante atmósfera de corrupción cuyos más claros y graves causantes serían, según la más amplia opinión, los políticos. Pero es ya hora de preguntar en qué gran medida esa densa corrupción ambiental procede también de prácticas generalizadas entre los ciudadanos corrientes. Razones hay para pensar que la corrupción en el ámbito de la política no podría darse sin el caldo de cultivo de una ciudadanía consentidora de pícaros y hábil defraudadora en todos los órdenes.

Sin duda a generar defensas frente al virus de la corrupción están llamados todos los ciudadanos. Pero de modo muy especial quienes se constituyen en comunidades orientadas al íntegro bien común movidos por la fe (entre nosotros, mayoritariamente cristiana católica). Éstas habrían de ser comunidades de contraste frente/contra las prácticas que caracterizan este mundo de corrupciones. Han de ser sal, luz, y presentarse como ciudad bien visible que ejemplifique, de manera clara e insobornable, que otra sociedad es posible, una sociedad que se alinee con las exigencias del Reino.

Sin entrar en las diversas consideraciones teológicas elaboradas sobre la misma Iglesia como sociedad de contraste, hemos de afirmar que esta expresión y la de comunidad de contraste no supone aislamiento, separación, elitismo displicente y justiciero, sino entrega humilde, desde la propia debilidad, a la generación y sostén de una sociedad donde no sean la violencia y la dominación las que marquen las relaciones entre sus miembros, sino la concordia, el servicio, la benevolencia y, en suma, el amor. Y esto tampoco significa angelista e ineficaz pretensión utópica, sino fe auténtica en el valor constructivo, ejemplarizante, redentor, una vez más: del amor. Quien tenga fe cristiana y la invoque para vivirla no podrá dejar de verlo así…

En todo caso, una exigencia básica para estas comunidades, llamadas a serlo de contraste frente a la actual sociedad, es la de preguntarse constantemente cuáles son los criterios que realmente asumen y siguen en relación con el poder y con el dinero. El grave riesgo estará en que, de hecho, acomodadas al mundo presente, sean ellas las invadidas precisamente por los criterios de poder y dinero que están en el origen de esta corrupción que nos invade. Cuando así ocurriera, no solamente no funcionarían como comunidades de contraste, sino que quedarían absolutamente desvirtuadas, incapaces de salar nada, atrapadas y diluidas en el viscoso magma uniformizante que constituye el alimento de toda corrupción y toda desesperanza. Frente a tan grave riesgo, han de tener presente, estas comunidades, que, como Pablo, todo lo pueden en Aquel que les conforta y les llama a dar ese creativo testimonio del contraste del amor.