«Incorporemos tres palabras a nuestra vida: disponibilidad, confianza y misión» - Alfa y Omega

«Incorporemos tres palabras a nuestra vida: disponibilidad, confianza y misión»

El sábado pasado, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, participó en el encuentro anual de la Red Ignaciana de Madrid, celebrado en el colegio Nuestra Señora del Recuerdo bajo el lema En comunión con la Iglesia de Madrid

Carlos González García

Tras la acogida y la oración inicial, el prelado se dirigió a todos los presentes, fundamentalmente laicos y jesuitas de colegios, parroquias, ONG, grupos de fe y asociaciones seglares que tienen en común la espiritualidad ignaciana, y les animó a participar en el Plan Diocesano de Evangelización de la diócesis, que quiere sea realizado «entre todos, con todos y para todos» porque «no sobra nadie». Lo hizo resumiendo la carta pastoral del citado plan en la que, tomando como base el pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, va explicando la respuesta que, como cristianos, debemos dar a la realidad que estamos viviendo actualmente en el mundo en el que nos encontramos y muy concretamente en Madrid.

El nuevo Plan, según explicó el arzobispo, debe traducirse en acciones determinadas, así como en una iglesia misionera que lleva alegría, que aprende, que se encuentra con Nuestro Señor («Tenemos que hacer una renovación de nuestras comunidades y la viga que lo sostenga tiene que ser la Misericordia»). Insistió el arzobispo en que nos dejemos tocar por el nuevo año jubilar e invitó a «acoger, cultivar y anunciar la misericordia».

A continuación, el prelado presidió una Eucaristía, en la que concelebraron numerosos jesuitas. En su homilía, incidió en que el Salmo pronunciado en la celebración «se hace verdad en nuestras vidas» cuando «decimos “delante del Señor tañeré para ti, Señor”, y “te doy gracias de todo corazón”». Por ello, «te damos gracias de todo corazón por este encuentro, por este momento de vida de la Iglesia aquí, por la misericordia de Dios, por la lealtad que tiene con nosotros», porque experimentamos que «cuando le invocamos, Él nos escucha», que «cuando nos reunimos en su nombre, se hace verdad lo que hace un instante nos decía y rezábamos en el Salmo: “Él acrecienta el valor en nuestra vida y en nuestro corazón”».

La Palabra que el Señor nos entrega a todos nosotros, dijo, «se podría reducir a tres palabras que os invito a que incorporemos en nuestra vida: disponibilidad, confianza y misión».

Disponibilidad para decir: «Aquí estoy, mándame»

El prelado se refirió a la Primera Lectura del profeta Isaías, donde «nos explica cómo él ve la presencia del Señor y cómo, en un momento, se siente perdido porque le reconoce en lo que es y en lo que hace, que no es precisamente el camino que el Señor le pide». Y, sin embargo, «siente cómo Dios le dice: “he tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa”». Y el profeta, «como a mí me gustaría que dijésemos todos, le dice al Señor: “Aquí estoy, mándame”». Tener esa disponibilidad es esencial siempre, señaló, pero «es esencial para la vida de quienes hemos sido llamados a la pertenencia eclesial, para quienes formamos parte de la Iglesia».

Confianza en el Señor, en la gracia

En segundo lugar, dijo, «hay otra palabra que acabamos de escuchar en la Carta a los Corintios: confianza». Confianza «en el Señor, en la gracia». El apóstol san Pablo reconoce que «lo que él es, lo es por la gracia de Dios; no ha sido ni por su valor, ni por su inteligencia, ni por su fuerza, ni porque sea un hombre sin pecados… al contrario, por gracia». Por eso, «deposita toda su vida en una confianza absoluta en el Señor». Lo acabamos de escuchar: «por la gracia de Dios soy lo que soy; su gracia no se ha frustrado en mí. La gracia de Dios conmigo». Y esta tarde, todos los que estamos aquí «también podemos decirle al Señor eso, la gracia o por gracia somos lo que somos, por gracia estamos aquí y por gracia el Señor nos ha regalado su vida y tenemos su vida». Ante un Dios que nos manifiesta esto, «que nos ha dicho que Él nos purifica», que «Él, como le dijo al profeta Isaías, ha tocado los labios, ha desaparecido mi culpa, me ha perdonado, me ha abrazado… Y nosotros le decimos: “Aquí estoy, Señor, aquí me tienes, y reconociéndome, por pura gracia, soy lo que soy”».

El Señor nos envía a una misión

Y, en tercer lugar, la otra palabra: misión. «¡Pero qué pagina más bella la del Evangelio que acabamos de proclamar!», declaró. Porque «aquí sí que podríamos decir, después de haber proclamado el Evangelio, aquello de Jesús en la sinagoga de su pueblo: hoy se cumple esta Escritura, hoy se cumple esta palabra aquí, en nosotros». Hemos estado «agolpados» para «escuchar su Palabra», y el Señor, como hemos visto, «nos ha llamado, le hemos dicho “Aquí estoy”, nos envía a una misión y nos pasa, de alguna manera, como le pasó también a Pedro». El prelado recordó que en Madrid hay muchos habitantes, «había más barcas, más pescadores, pero Él cogió la barca de Pedro» y «se exhibió de aquella barca para que todos le oyesen». Por ello, «hoy la barca somos cada uno de nosotros».

«El Señor nos ha llamado a nosotros, no porque seamos mejores, más listos o más inteligentes, perfectos, somos una pandilla de pobres hombres y mujeres que estamos aquí, llamados por el Señor», pero «con la seguridad que esta página del Evangelio se cumple». Hoy, «el Señor nos manifiesta que quiere nuestra barca, quiere entrar en nuestra vida y quiere hacerse presente en medio de esta historia y de este mundo, a través de nosotros». Y el Señor, además, «nos dice: rema mar adentro, entra en la profundidad del misterio, de la vida, que solo le puede explicar Dios y a veces nos cuesta».

Donde todos seamos hermanos…

En este mundo «donde parece que cada uno va por su sitio», Jesús quiere que «echemos la red» y «hagamos una gran familia, donde nadie sobra, donde nadie es indiferente». Es posible, advirtió, «que esta mesa sea una verdad en medio de este mundo, que alrededor de la mesa del Señor nos sintamos hermanos, que nadie sobra», donde «los más pequeños están delante, como pasa aquí ahora: los más pequeños en todos los aspectos de la vida».

Que esta palabra del Señor que nos regala, señaló, «nos impulse a la misión» para que «los hombres y mujeres de este mundo podamos ser una gran familia, y sentarnos y que nadie lo pase mal, y que los más frágiles estén los primeros y que todos estemos dispuestos a ayudar a los que más lo necesitan». Solo hace falta que «repitamos como Isaías, “aquí estoy, aquí me tienes”, y que nuestras fuerzas no bastan, con nuestras fuerzas ni siquiera cogemos la red, es necesario aceptar lo que el apóstol Pablo nos decía: “por la gracia de Dios yo esto lo puedo hacer, porque por la gracia de Dios puedo ser rostro de Jesucristo en medio de esta historia y de los hombres”».

Dejadle entrar en vuestra barca

Finalmente, monseñor Osoro agradeció a todos su presencia, «también por terminar así, junto al Señor, habiendo escuchado su Palabra, habiendo visto que hoy se cumple esta palabra en nosotros». Vamos a recibir a Jesucristo, aseveró, que «se hace presente en el misterio de la Eucaristía entre nosotros» y «vamos a hacer esta experiencia: dejarle entrar en nuestra barca». Que no os importe, «habrá alguna tabla rota, no importa, dejadle entrar, la barca no se hunde»; al contrario, «se revitaliza y adquiere una belleza muy grande cuando entra el Señor en nuestra existencia». Que así «lo vivamos y creamos».

Infomadrid / C. González / Jesuitas