«No podemos arriesgarnos a que un penitente no perciba que la Iglesia lo acoge» - Alfa y Omega

«No podemos arriesgarnos a que un penitente no perciba que la Iglesia lo acoge»

Este martes, el Papa Francisco recibió a los misioneros de la misericordia y les explicó lo que espera de ellos en el Año Jubilar: «llevar sobre los hombros al pecador y consolarlo con la fuerza de la compasión»

Redacción
Foto: CNS

«Un misionero de la misericordia lleva sobre su hombros al pecador, lo consuela con la fuerza de la compasión». Esta es la misión de los cientos de sacerdotes, nombrados misioneros de la misericordia, que el Papa Francisco enviará este miércoles. El martes, el Santo Padre tuvo un encuentro con ellos en el Vaticano, durante el cual les explicó lo que espera de ellos.

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Ellos son —subrayó el Pontífice— «un signo de especial relevancia porque caracteriza el Jubileo», y permite en todas las Iglesias locales vivir el misterio insondable de la misericordia del Padre. «Ser misionero de la misericordia —dijo— es una responsabilidad que les es confiada, porque les pide ser en primera persona testimonios de la cercanía de Dios y de su modo de amar».

«La Iglesia es Madre»

El Obispo de Roma les recordó más adelante que en este ministerio están llamados a expresar la maternidad de la Iglesia. «La Iglesia es Madre porque genera siempre nuevos hijos en la fe; la Iglesia es Madre porque nutre la fe; y la Iglesia es Madre también porque ofrece el perdón de Dios, regenerando a una nueva vida, fruto de la conversión».

Así han de ser también quienes anuncien la misericordia. «No podemos correr el riesgo —continuó el Papa— de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que lo acoge y lo ama». «Si faltase esta percepción, a causa de nuestra rigidez, sería un grave daño en primer lugar para la misma fe, porque impediría al penitente verse incluido en el Cuerpo de Cristo».

«Delante de nosotros no está el pecado»

Por eso, el Papa pasó a dar algunas pistas sobre la actitud del confesor. Es importante, por ejemplo, «que sepa mirar el deseo de perdón presente en el corazón del penitente», aunque no sepa expresarlo o sienta vergüenza. «Delante de nosotros hay una persona desnuda, y también una persona que no sabe hablar y no sabe qué decir, con su debilidad y sus límites, con la vergüenza de ser un pecador, y tantas veces de no conseguir decirlo. No lo olvidemos: delante de nosotros no está el pecado, sino el pecador arrepentido, el pecador que desearía no ser así pero que no lo consigue». Por eso, los confesores deben saber expresar la acogida de Dios sobre todo mediante gestos.

Como ejemplo, Francisco propuso las figuras de san Leopoldo Mandic y san Pío de Pietrelcina, cuyos restos están estos días en el Vaticano; además de «tantos otros sacerdotes que en su vida han testimoniado la misericordia de Dios». Y concluyó mostrándoles su cercanía y compañía «en esta aventura misionera».