La ciudad y la fe - Alfa y Omega

En el discurso de apertura de la Asamblea de otoño la Conferencia Episcopal, el cardenal Blázquez advirtió sobre el repunte del laicismo en la vida pública española. Acabamos de tener un ejemplo claro en Castilla-La Mancha, donde los grupos parlamentarios del PSOE y Podemos han acordado instar al Gobierno de España a «suspender el Concordato con el Vaticano, que obliga a financiar con dinero público los servicios religiosos católicos en la sanidad pública».

Dejemos a un lado la ignorancia jurídica: no existe tal Concordato, sino Acuerdos debidamente sancionados por el Parlamento y validados por el Tribunal Constitucional; por otra parte el Gobierno de España no puede «suspender», sin más, un acuerdo internacional, lo que podrá es iniciar una negociación para revisarlo, si llega el caso. Pequeñas minucias para gente acostumbrada a la brocha gorda. Lo relevante del caso es la cultura de fondo que denota este acuerdo. Un Estado aconfesional puede sostener la asistencia religiosa (católica y de otras confesiones) en los hospitales, porque entiende que la dimensión religiosa es importante en la vida de muchos de sus ciudadanos; más aún, es un factor de cohesión social y de construcción del bien común. Es lo que entendió nuestra Constitución y lo que ahora se quiere arrumbar. Por eso estamos en un momento de preocupante regresión.

Pero además PSOE y Podemos se comprometen en su acuerdo a reducir progresivamente la financiación pública de la enseñanza concertada. Ya que no pueden suprimirla, intentan asfixiarla, dando la espalda a la demanda creciente de las familias y mostrando su aversión a la libertad que garantiza nuestra Carta Magna. Vienen tiempos recios que requerirán de los católicos claridad de juicio, valentía, unidad y creatividad. Nos lo dice con su acostumbrada franqueza otro cardenal, Fernando Sebastián, en sus Memorias con esperanza recién publicadas: «Han vuelto a aparecer los enfrentamientos excluyentes y los radicalismos intolerantes, la desconfianza hacia la Iglesia y el menosprecio de la religión».

No es para asustarse ni para añorar tiempos pasados, como escribe don Fernando. En esta nueva encrucijada tendremos que cultivar la paciencia, pero sobre todo se pondrá a prueba el testimonio de nuestra fe, amiga de la razón y constructora de convivencia.