Maestros de la sospecha - Alfa y Omega

Maestros de la sospecha

Isidro Catela
Escena de la serie
Foto: ABC

Jorge Torregrosa y Miguel Conde se han convertido en los maestros televisivos de la sospecha. No son Marx, Nietzsche ni Freud, ni han hecho tambalear los cimientos del pensamiento occidental, pero a su manera han deconstruido las series patrias para tenernos cada martes o cada jueves comiéndonos las uñas y sospechando de todo cuanto se mueve. Torregrosa y Conde son los directores de los capítulos de la segunda temporada de Bajo sospecha, que le debemos al trabajo conjunto de Atresmedia y Bambú Producciones para su emisión en el prime time de los martes hasta que llegó la Champions y la cambió al jueves. El año pasado tuvo otros directores de orquesta, pero en esencia han optado por no tocar demasiado lo que funcionó a las mil maravillas. La serie la emite Antena 3 desde febrero del año pasado, cuando nos tuvieron con la congoja en el pecho, buscando a un asesino de niños en un pueblo cualquiera de nombre alegórico Cienfuegos. Ahora, con una inquietante Concha Velasco al frente de un hospital, los policías infiltrados recorren los recovecos de la salud y de la enfermedad. De nuevo nada es lo que parece, salvo los actores, algunos en estado de gracia, como Lluis Homar, Vicente Romero, Luisa Martín, Olivia Molina, o el mismo Yon González, que pone en valor mucho más que una cara guapa y un cuerpo Danone.

Del argumento no se puede contar casi nada para que no salte el spoiler. Hay giros de guion recurrentes de toda serie policial que se precie, les van a poner anzuelos falsos en los que pensar y seguir picando, pero está hecha con la suficiente calidad para enganchar, angustiar y entretener a partes iguales. Algunos dirán que se puede sospechar mejor, pero sospechar más es imposible. Esta temporada aún nos quedan tres episodios hospitalarios y ya es de agradecer que, en líneas generales, no haya bajado el nivel, ni que, hasta el momento por lo menos, se les haya ido el talento por el sumidero de la ideología. Aviso para seriófilos irredentos: si se meten en la trama, no habrá quién les saque. Aquí consumir y sospechar, todo es empezar.