Zacarías Cuesta, un beato en mi familia - Alfa y Omega

Zacarías Cuesta, un beato en mi familia

Julián Galerón Cuesta, párroco en la iglesia de Santa María y San Martín obispo de Briviesca, es sobrino de Zacarías, uno de los cinco mártires burgaleses que serán beatificados el próximo 23 de abril. Conocemos cómo se preparan él y toda su familia para vivir este magno acontecimiento

Archidiócesis de Burgos

Con tan sólo 20 años, el joven Zacarías Cuesta era ejecutado junto con otros tres compañeros mártires que no quisieron abandonar al sacerdote Valentín Palencia. Ocurrió en el monte Tramalón de Ruiloba, en Cantabria, el 15 de enero de 1937, y aunque las décadas han pasado, su recuerdo está hoy muy vivo, ya que todos serán beatificados próximamente.

Julián Galerón Cuesta, párroco en la iglesia de Santa María y San Martín obispo de Briviesca, es sobrino de Zacarías y cuenta que es un motivo de alegría y de sano orgullo el tener un miembro de la familia tan cerca de la beatificación. Pero por otra parte también plantea una responsabilidad: «Él vivió como un buen cristiano y lo hizo con todas las consecuencias hasta el punto de entregar su vida por aquello y Aquel en quien creía y a quien amaba. ¿Es mi vida cristiana de la misma calidad? ¿Doy yo la talla? Su ejemplo es para nosotros un gran estímulo».

Zacarías sabía que le iban a matar. Hay testimonios en que él lo afirma claramente. Podía haberse escapado, escondido, pasar desapercibido y evitar que le asesinaran, pero no lo hizo. De hecho cuando fueron a por don Valentín sólo le detuvieron a él, pero los cuatro jóvenes quisieron ir con él a pesar de que sabían lo que les esperaba. «Ahí había algo más que una amistad o fidelidad a don Valentín, había una vida cristiana seria y una fe grande y asumida hasta las últimas consecuencias. No cabe duda de que el ejemplo, el testimonio y la vida de don Valentín fue para ellos la ocasión para hacer una opción clara por Cristo», cuenta Julián. Además, añade que «da una gran confianza para pedir su intercesión. Cuando uno va a pedir algo a alguien va con mucha más seguridad si esa persona es conocida y todavía más si es de la familia y hay lazos de amor por medio».

Julián no llegó a conocer a Zacarías, pero siempre lo ha tendido muy presente en su vida a través de lo que contaba la familia, especialmente los hermanos ya fallecidos del joven mártir y sus hermanas todavía vivas, su tía Orencia y su madre, Herminia. «Hablan de su bondad, de los detalles que tenía con ellas, cómo las enseñaba a declamar poesías a la Virgen, a rezar o cantar cantos religiosos». Ponía mucho esmero al hacer las cosas. Tenía, por ejemplo, una letra preciosa y les copiaba en unos cuadernillos las canciones religiosas. «Mi madre todavía conserva artículos de periódicos de aquellos años donde cuentan su martirio, algunas notas, sus escritos, las poesías… También hablan de que era muy inteligente, muy «vivo» y perspicaz para el trato con la gente. Sus hermanos siempre han estado convencidos de que Zacarías es un santo.

Zacarías tenía muy buena caligrafía.

Cuando Zacarías era niño, a causa de una inyección mal puesta, se le quedó una pierna paralizada, pero a pesar de la limitación tan grande que esto suponía, su carácter siempre fue positivo, bondadoso y alegre. «Siempre estaba disponible a lo que le pidiera don Valentín, que tenía mucha confianza en él». De él no sólo ha conocido su carácter o el contexto que le rodeaba, sino unos valores que han sido una gran aportación en su vida: «Me ha transmitido que en cualquier circunstancia se puede y se debe seguir a Cristo. Las circunstancias adversas, humanamente hablando, no siempre traen malas consecuencias. Dios se sirve de ellas para llevarnos a nosotros y por medio nuestro también a otras personas hasta Él, que es lo mejor que nos puede pasar. De hecho a mi tío la circunstancia de ser disminuido físico fue ocasión para encontrarse con don Valentín, para servir a aquellos niños y muchachos y en definitiva para llegar a dar su vida por Cristo».

Ahora, la familia está viviendo este proceso con mucha ilusión, «especialmente los más cercanos o los que nos movemos más en este mundo de Iglesia». «Mi madre y mi tía son las que han estado y están más interesadas en todo el proceso. Además ya son mayores y no querían perderse este acontecimiento. Gracias a Dios, aunque tienen ya muchos años, están bien de salud y de ánimos, y Dios mediante, podrán participar con mucho gozo en esta celebración». Una alegría en la que, sin duda, también participan todos los fieles de la diócesis.