La vida verdadera - Alfa y Omega

La vida verdadera

Colaborador

«Esto es lo que mi vida ha querido ser: una acción de gracias a Dios, que nos ha salvado para que seamos, dándole a Él contento y siendo su alegría y su descanso, con un Amor cada vez mayor»: estas palabras del testamento de Sor Mari Luz, la monja amiga de los presos, se leyeron en su funeral en la Capilla de la Casa Provincial de las Hijas de la Caridad en Madrid:

En el nombre del Padre, que me dio la vida.

En el nombre del Hijo, que me salvó de la muerte y del pecado.

En el nombre del espíritu Santo, que me santifica, renueva y ora por mí.

Quiero bendecir, adorar, glorificar, dar gracias a mi Trinidad Santa en cada uno de los momentos de mi vida, y hacer únicamente su Santísima Voluntad, hasta la hora que pase de esta vida caduca a la otra Verdadera, donde sin ningún impedimento, podré ser alabanza de su gloria, por toda la eternidad.

Esto es lo que mi vida ha querido ser: una acción de gracias a Dios de cómo se ha revelado a nosotros con todo su Amor y Misericordia infinitos y cómo nos ha salvado en Jesucristo, inundándonos con su Espíritu para que seamos felices acogiendo y viviendo esa Vida Divina y dándole a Él contento y siendo su alegría y su descanso, con un Amor cada vez mayor, que quiero que sea el suyo, haciendo que todas las criaturas también le puedan conocer, amar y proclamar.

Esta es mi herencia: Me ha tocado un lote hermoso y me encanta mi heredad… El Señor es mi lote y mi heredad (Sal. 15). Y esto es lo que quisiera dejar en herencia a mi familia, a mis hermanas de comunidad, a mis hermanos de Nueva Vida, a todos mis hermanos –los pobres–. Esa Fe viva que nos permite cada día gozarnos de que Dios sea tan maravilloso en Sí mismo, volcándose con generosidad en los corazones bien dispuestos, hasta abrazarnos en ese Fuego Divino, con la Gloria del Padre en el que Él se abrasa. Que te conozcan a ti, Padre, y a Jesucristo, tu enviado… He sido enviado a evangelizar a los pobres, a liberar a los cautivos… He venido a prender fuego a la tierra y ¿qué quiero sino que arda? He venido a salvar a los pecadores. He venido a buscar lo que estaba perdido… Estas palabras siempre he querido que se hicieran realidad en mi vida. Este es mi único tesoro por el que he querido vivir y luchar, proclamándoselo a todos, sobre todo a los más pobres.

Doy gracias a Dios de haber sido pobre sin otra herencia que mi Fe y Amor a todos, por lo que pido perdón de mi pecado, ruindad, torpezas y lo desastre que soy, y las molestias que he ocasionado por mi manera de vivir.

Pido también muy humildemente perdón a mis queridas hermanas y hermanos a quienes he desedificado y escandalizado con mis pecados, a aquellos a quienes he ofendido y contristado de cualquier manera que sea, en contra de mi voluntad, dándome a Dios para hacerles por ello la restitución que plazca a su misericordiosa justicia en este mundo o en el otro.

Perdono de corazón a todos los que consciente o inconscientemente me hayan hecho sufrir, teniendo en cuenta que nadie es malo, sino ignorante –no pueden hacer otra cosa– y con muchas heridas en el corazón por las que a veces respiramos, pero en la misericordia de Dios todo queda salvado.

Doy gracias a mi querida Comunidad de Hijas de la Caridad, por la paciencia, comprensión y ayuda de mis Superiores.

Sor Mari Luz