La Iglesia y la policía, de la mano contra la trata - Alfa y Omega

La Iglesia y la policía, de la mano contra la trata

La Academia Pontificia de las Ciencias vuelve a reunir, desde ayer, a expertos en la lucha contra la trata de personas. Esta vez, la propuesta llega desde el Episcopado inglés, cuyo modelo de colaboración con la policía ha aumentado el número de mujeres «que se salvan de las bandas criminales», como señala el arzobispo de Westminster, cardenal Nichols. En España, las Religiosas Adoratrices colaboran con la policía, desde los años 90, en la detección de víctimas, y, desde hace un año, la acompañan en las redadas a los locales «para estar con las chicas desde el minuto cero», señala Ana Almarza, directora del Proyecto Esperanza

Cristina Sánchez Aguilar

Malaika tenía 18 años cuando llegó a España. La joven, que vivía con su madre y su hermano en la República Democrática del Congo, estudiaba y ganaba algo de dinero para ayudar a su familia haciendo de modelo en tiendas de ropa. «Un día, en un desfile, conocí a una señora que me ofreció la posibilidad de viajar a Europa para conseguir trabajo como modelo y ganar mucho dinero. La única condición era que no se lo podría contar a nadie», cuenta la mujer, años después. Aceptó, porque «mi familia no tenía nada, y quería ayudar», explica. Después de un viaje a Marruecos con un pasaporte falso y varios días de autobús, Malaika llegó a Madrid. «Aquella señora, en la que yo confiaba, me llevó a una casa con otras dos chicas y me encerró en la habitación, después de decirme que tenía que ejercer la prostitución y amenazarme con que matarían a mi madre si me escapaba». La joven estuvo encerrada durante meses entre esas cuatro paredes, a las que sólo accedían los clientes. En un descuido de sus captores se escapó, y tras muchas horas corriendo y pidiendo ayuda -en francés, ya que no sabía español- encontró a un joven congoleño que la llevó a su casa, y de ahí, a un centro de atención social a inmigrantes (CASI), que la derivó hasta el Proyecto Esperanza. Esta organización, de las Religiosas Adoratrices, «se portó como mi familia. Me dieron casa, me ofrecieron cursos de castellano, de informática…, pero, sobre todo, recibí cariño y cuidados». La primera vez que volvió a hablar con su madre, supo que llevaban meses buscándola, «pero no le conté lo que me pasó, nunca se lo contaré. Se moriría de pena», afirma Malaika, que, tras solicitar asilo, vive en España con su marido y con su hija.

Ella tuvo la oportunidad de escapar de los traficantes. Pero no siempre es posible. Por eso, desde 2013, las religiosas tienen un acuerdo con la UCRIF (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales, de la Policía Nacional), gracias al cual acompañan a la policía a las redadas que realizan en locales y pisos clandestinos, «para atender, desde el minuto cero, a las víctimas de trata. Ayer mismo, dos de mis compañeras estuvieron, de madrugada, con la brigada nacional haciendo una redada en un local», señala Ana Almarza, religiosa adoratriz y directora del Proyecto Esperanza. «Nuestro trabajo es hablar con las mujeres, en entrevistas individuales, para ver cuál es su situación. Hay que crear un espacio de confianza, pero no es fácil en un ambiente tan crudo. Yo misma, cuando voy a las redadas, me llevo la imagen de santa María Micaela, nuestra fundadora, para que me dé fuerza», afirma.

La colaboración de las Adoratrices con la policía se remonta a los años 90. «Nos sentimos a gusto con ellas. Lo hacen muy bien: hablan a las chicas en su idioma y nos abren muchas puertas, también de cara a las denuncias. Y confían en nosotros», explica el Inspector Jefe del Centro de Inteligencia de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, don José Nieto. Este trabajo en red consistía, hasta el año pasado -que se incorporaron al operativo desde el principio-, en una pronta llamada telefónica de la Policía al Proyecto Esperanza, cuando encontraban a las víctimas en una redada. «Gracias a estas llamadas, hemos avanzado mucho en la persecución contra este crimen y este daño», señala Ana Almarza. Su trabajo conjunto también se materializa en la formación. «Siempre que damos charlas, tanto ordinarias como de especialización, invitamos al Proyecto Esperanza, porque entendemos que esto es un problema global, y queremos, como especialistas, tener el punto de vista de otra parte de la sociedad civil, porque todo suma», añade Nieto.

La Congregación de las Religiosas Adoratrices fue fundada en 1856 por María Micaela, una mujer madrileña entregada a cuidar de las prostitutas y víctimas de la trata. «Utilizamos la misma pedagogía de nuestra fundadora: creer en el poder transformador de Jesús Eucaristía. No hay ninguna mujer que, con este amor, no pueda recuperarse», explica la religiosa. Las Adoratrices «acompañamos a las mujeres que llegan al proyecto en todo su itinerario personal. También ofrecemos herramientas de trabajo -cursos de idiomas, formación profesional-, atención jurídica y sanitaria…, pero, sobre todo, mucho cariño, porque el corazón se cura con corazón, y estas mujeres vienen con mucho daño. Aunque son muy fuertes y resilientes», afirma.

Las Religiosas Adoratrices acompañan a la Policía durante las redadas, para localizar a las víctimas de trata

El paradigma londinense

No sólo la Iglesia en España avanza en su trabajo contra la trata, gracias al trabajo en red con la Policía. «La Conferencia Episcopal Inglesa fue la primera que se ocupó de tratar este tema. Llevan muchos años colaborando con la Policía, lo que les ha dado una visión real de lo grave que es el problema en su país», dice a Alfa y Omega monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y las Ciencias Sociales, y uno de los hombres designados por el Papa Francisco para liderar, en el Vaticano, los proyectos en torno a la erradicación de las esclavitudes modernas. Por eso, desde ayer y hasta esta tarde, las Conferencias Episcopales de Inglaterra y Gales, encabezadas por el arzobispo de Westminster, cardenal Vicent Nichols, se encuentran reunidas en la Academia presidida por monseñor Sorondo con mujeres víctimas de trata y un centenar de exponentes de las Fuerzas del orden de, al menos, veinte países, entre los cuales se encuentran España, Estados Unidos, India, Filipinas, Brasil, Reino Unido y dirigentes de la Interpol y de la Europol. En el Congreso participa también el cardenal John Onaiyekan, de Nigeria, país del que proceden un alto porcentaje de víctimas de trata en España, y también de mafias que operan en nuestro país.

El encuentro, con el título Combating human trafficking: Church and law enforcement in partnership (La lucha contra el tráfico de personas: la colaboración entre la Iglesia y los cuerpos de seguridad), tiene como objetivo aunar los esfuerzos para construir entre la Iglesia, los cuerpos policiales y el testimonio de las víctimas, una red capaz de combatir el tráfico de personas. Para el arzobispo de Westminster, cardenal Nichols, este Congreso es clave para mostrar «el trabajo que, desde hace años, hacemos con la policía londinense y que ha sido clave en la lucha contra la trata. De hecho, a medida que nuestra conciencia colectiva aumenta, también aumenta el número de mujeres que se salvan de las bandas criminales. También queremos que en el Congreso quede patente que la Iglesia, especialmente a través de las religiosas, está capacitada para cuidar de las víctimas de tráfico humano, y puede, a través de la Iglesia en todo el mundo, trabajar en red con los países de origen de las víctimas», explica a este semanario el cardenal inglés. «La esperanza de estos días de trabajo es que la colaboración que se ha desarrollado en Londres pueda servir de modelo para otros países», añade. En el Congreso se debate también cómo mejorar la actividad de la Iglesia en campos como la sensibilización social y la reintegración de las víctimas. Al finalizar el encuentro, el Papa Francisco recibirá en audiencia a los participantes y se encontrará con las víctimas y los jefes de policía.

El Papa que protegió a mujeres víctimas de trata

Poner fin a historias como la de Malaika es uno de los desafíos más importantes del Papa Francisco. Para el Pontífice, «la trata de personas es un crimen contra la Humanidad». Él mismo protegió en Buenos Aires, cuando era el cardenal Bergoglio, al menos a 80 mujeres víctimas de trata, según cuenta el Presidente de la ONG La Alameda, Gustavo Vera: «Su ayuda fue decisiva, porque escondió durante un tiempo en conventos o en pisos de personas de su absoluta confianza a mujeres en peligro».

Por eso lleva pidiendo, desde el inicio de su pontificado, «unir esfuerzos para liberar a las víctimas y detener este crimen, cada vez más agresivo, que amenaza no sólo a los individuos, sino los valores básicos de la sociedad y de la seguridad internacionales y la justicia». Esfuerzo que pidió al Presidente Barak Obama durante su visita, «algo muy importante para nosotros», porque significa que es una de sus prioridades, no sólo personales, sino también diplomáticas, afirma monseñor Sánchez Sorondo, Canciller de la Academia Pontificia de Ciencias y Ciencias Sociales.

Monseñor Sorondo, junto a Mahmoud Azab, en representación del Imán de al-Azhar; el anglicano David John Moxon, que representó al arzobispo de Canterbury, Justin Welby; y el fundador de la Walk Free Foundation, Andrew Forrest, firmaron, el pasado 17 de marzo, un acuerdo con el que se comprometieron a aunar esfuerzos para erradicar la esclavitud moderna y la trata de personas en todo el mundo antes de 2020. Un pacto, con el nombre de Global Freedom Network, al que, las autoridades firmantes, animan a adherirse al resto de confesiones. «Este acuerdo es el primer paso que materializa la Declaración conjunta que publicamos al término del primer Congreso contra la trata en el Vaticano, el pasado noviembre. El objetivo es que los líderes religiosos de todas las confesiones trabajemos juntos contra esa lacra», señala monseñor Sorondo. Otra de las propuestas que nacieron del primer Congreso fue «que el tráfico humano y la prostitución sean considerados crímenes contra la Humanidad. Porque, hasta ahora, en muchos países es crimen grave, pero prescribe, y los traficantes se aprovechan de ello. Si se reconoce como crimen contra la Humanidad, habrá un instrumento jurídico nacional e internacional que pueda poner fin a esto legalmente», añade monseñor Sorondo. Además, se están dando pasos para que «la opinión pública tome conciencia, y para que se construyan leyes que defiendan a las víctimas. Y, finalmente, para conseguir que el dinero que recaudan los traficantes se reinvierta en la reinserción de dichas víctimas», concluye.

Número de atención 24 horas

El Proyecto Esperanza trabaja con un equipo que da respuestas 24 horas al día. En el teléfono 607 542 515, cualquier persona o institución, alertada ante la mínima sospecha de una mujer que pueda ser víctima de trata, puede llamar a esta organización, que se pone en contacto directo con la mujer y valora con ella su situación. Cada año, el promedio de atenciones por la institución de las Religiosas Adoratrices en Madrid es de 90 víctimas.