Así se preparó el terreno para el encuentro entre Francisco y Cirilo - Alfa y Omega

Así se preparó el terreno para el encuentro entre Francisco y Cirilo

María Martínez López
Monseñor Ivan Jurkovic (izquierda) y monseñor Paolo Pezzi, durante la Asamblea de la Conferencia Episcopal Rusa, en junio de 2015 en Novosibirsk z. Foto: Arzobispado de Moscú

Hablamos con dos de los protagonistas clave que hicieron posible el encuentro en La Habana entre el Papa y el patriarca Cirilo. Sus nombramientos fueron decisiones muy meditadas por Benedicto XVI para vencer suspicacias muy asentadas en la ortodoxia rusa. Juan Pablo II intentó el acercamiento por todos los medios, pero su origen polaco no facilitó las cosas. Tampoco ayudó la erección en esos años de nuevas diócesis católicas en Rusia, medida vista por el Patriarcado como un acto de proselitismo agresivo. El mayor motivo de distanciamiento fue, sin embargo, la reivindicación de los católicos ucranianos de rito griego, que pedían la devolución de los templos embargados por Stalin y entregados al Patriarcado.

El esloveno Ivan Jurkovic fue nombrado nuncio en 2011, dos años después del establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Rusia y la Santa Sede. Conocía bien Rusia y mantenía excelentes relaciones con el Patriarcado. Cirilo lo recibió con los brazos abiertos. En los últimos años, esa buena sintonía ha sido puesta a prueba por la guerra en Ucrania. En otro tiempo, un asunto así podría haber provocado la ruptura de las relaciones con Roma. Gracias, en buena medida, a los buenos oficios de Jurkovic, los canales diplomáticos han estado siempre abiertos. En este tiempo, ha habido continuas visitas a la capital rusa de responsables de dicasterios vaticanos, que han ido afianzando la colaboración con la mayor Iglesia ortodoxa en ámbitos estratégicos como la defensa de la familia y la vida, la cultura o la protección de los cristianos perseguidos en Oriente Próximo.

Antes de la llegada de Jurkovic, el ambiente había mejorado ya sensiblemente gracias al nuevo arzobispo de Moscú. Monseñor Paolo Pezzi llegó al país tras la caída de la Unión Soviética, para trabajar como misionero en Siberia, y es un gran conocedor y amante de Rusia. Desde su nombramiento, ha sabido crear a todos los niveles lazos de amistad con la Iglesia ortodoxa.

Monseñor Ivan Jurkovic, nuncio en Moscú, sobre la reunión del Papa y el patriarca Cirilo en La Habana: «El encuentro de Cuba se preparó con mucha reserva»

¿Qué misión le encomendó Benedicto XVI al enviarle a Rusia?
Yo ya había estado en Moscú entre 1992 y 1996 como consejero, y fue una experiencia muy importante. Rusia acababa de salir de la URSS y había mucha confusión sobre su realidad. La Iglesia católica comenzaba a organizarse después de cien años de persecución. Cuando recuperamos el derecho a usar la catedral católica, en ella había cuatro pisos de oficinas.

Benedicto XVI tenía mucha esperanza y mucho realismo, conocía bien al patriarca Cirilo porque se había encontrado cuatro veces con él siendo este metropolita. En su 80 cumpleaños, el Papa celebró una cena en Santa Marta, durante la cual dijo que no hay una visión de Europa sin una visión justa de la relación entre católicos y ortodoxos. Esta relación tiene interés para toda la sociedad europea, no solo para la Iglesia.

¿Cómo han cambiado las cosas desde su llegada?
La reciente crisis en el este de Europa [Ucrania, N. d. R.] ha modificado las relaciones entre Rusia y Europa. En Rusia vivimos bajo las sanciones de la UE, ha habido una división muy severa entre las dos partes del mundo. También ha cambiado el sentimiento hacia Europa de la gente, porque está sufriendo. Pero, como el encuentro de Cuba ha demostrado, la Iglesia ha permanecido fuera de este conflicto y es consciente de que hace falta continuar con el diálogo. La Iglesia siempre ha creído que debía seguir su propio camino, no dejarse influir por condicionamientos políticos.

¿El Patriarcado comparte esta visión?
Claro que sí. Sin duda existen interpretaciones diversas de la situación, pero el encuentro entre el Papa y el patriarca Cirilo testimonia que las autoridades eclesiásticas consideran necesario continuar con el diálogo. Oficialmente la posición de la Iglesia es quedarse fuera del conflicto y ayudar a encontrar soluciones a la situación que se ha creado.

¿Cómo se preparó el encuentro?
Los pocos que lo hemos conocido lo hemos hecho todo con mucha reserva, y creo que ha dado buenos frutos. Era importante que no se viera condicionado antes de tiempo.

Se suele mirar en clave solo organizativa, pero lo que sucede en la Iglesia no es solo fruto de la labor humana, sino fruto del Espíritu. Todos los Papas del siglo XX han querido mejorar las relaciones con Rusia, sobre todo después de la caída de la URSS. Se ha hecho mucho. En 20 años ha habido tres o cuatro intentos para que el Papa y el patriarca se encontraran; en 1997 casi se logró en Viena. Hace diez años la Virgen de Kazán se llevó desde Roma a Moscú. Se ha creado un programa de intercambio cultural… Los presidentes rusos han visitado el Vaticano. Todo es importante, todo tiene una continuidad.

¿Influirá el encuentro en el Sínodo panortodoxo de junio y en la reunión de la comisión teológica mixta entre católicos y ortodoxos de septiembre?
Todo lo que suceda durante mucho tiempo ocurrirá bajo este signo. La imagen de ese abrazo tiene un valor extraordinario, casi icónico. Al verla, las demás Iglesias ortodoxas se sentirán más libres para comunicarse con Roma. Es importante que esta comunicación sea con todo el mundo ortodoxo. Esa foto puede dar ánimos a otras Iglesias, con una historia difícil; e impulsar el diálogo entre cristianos.

¿Es la cercanía del Patriarcado al poder político un obstáculo para el testimonio común?
Es injusto repetir estas acusaciones sin comprender las condiciones históricas. La Iglesia ortodoxa rusa es una Iglesia multinacional, presente en muchas naciones, pero siempre tiene la característica rusa. Los católicos vivimos una solidaridad universal, pero no debemos olvidar que los ortodoxos viven una forma eclesial distinta. También es cierto que los ortodoxos hacen progresos continuos. La Iglesia ortodoxa de hoy es más independiente de lo que lo ha sido nunca. Ahora los obispos son nombrados por el patriarca, antes existía injerencia del Estado, como en muchos de nuestros países. Ni la Iglesia católica ni la ortodoxa han tenido nunca tanta autonomía.

Monseñor Paolo Pezzi, arzobispo católico de Moscú: «El diálogo con la Iglesia ortodoxa ha ido in crescendo»

¿Cómo vivieron los católicos rusos la noticia del encuentro?
Ya con Juan Pablo II y Alejo II había un gran deseo y expectativa por este encuentro. Cuando se anunció, las reacciones fueron de alegría y entusiasmo. Encontré muy positivo que hubiera iniciativas de oración en varias comunidades, incluida una vigilia en la catedral católica, la víspera. Esto me pareció particularmente bonito. La declaración conjunta centraba su primer punto en la gratitud a Dios y en el deseo de que este encuentro tuviera lugar y se pudiera continuar en un espíritu esencialmente de fe y de caminar juntos. Tal vez después del encuentro se pueda mirar lo que se consideran obstáculos como ocasiones de encuentro, más que como barreras.

En los últimos años numerosos representantes de la Santa Sede han viajado a Moscú. ¿Han allanado estos encuentros el camino para el encuentro de La Habana?
Estos viajes han tenido como resultado —no como intención— el reforzar las relaciones. Por ejemplo, las visitas de monseñor Paglia [presidente del Consejo Pontificio para la Familia] han estado orientadas a una iniciativa común para la promoción de la familia, un tema muy querido también para la Iglesia ortodoxa rusa. El proceso de diálogo y de encuentro con la Iglesia ortodoxa rusa ha ido in crescendo. En este tiempo también se han intensificado los encuentros locales, con los obispos y con el mismo patriarca.

En Cuba, el Papa dijo que salían del encuentro con «una serie de iniciativas viables». ¿Se va a desarrollar alguna en su diócesis?
Muy probablemente podremos hablar de esto en el futuro próximo. Un efecto de este encuentro puede ser una renovación del caminar hacia un testimonio común. En este momento, lo más significativo son los encuentros de orden cultural. Por ejemplo, recientemente se organizó uno sobre la figura del padre. Pienso también en encuentros sobre la familia, y en iniciativas caritativas, organizadas normalmente por los laicos.

La declaración conjunta buscaba fortalecer la presencia cristiana en el mundo. ¿Qué deben hacer las Iglesias para preservar una presencia evangelizadora, no solo cultural?
Debemos retornar constante y continuamente a Cristo; no olvidar que cada uno de los valores que defendemos, cada acción en pro de los cristianos perseguidos, tiene como origen nuestra relación con Cristo y como propósito final dar testimonio de Él. Si no olvidamos esto, después vendrán otras iniciativas. Un cristianismo vivido no es solo salvador sino constructor de una nueva y auténtica civilización. Pero lo es en la medida en que cada valor y símbolo se vea en su relación con el mismo Cristo.

¿Pueden oscurecer las tentaciones nacionalistas esta perspectiva?
Sí, ciertamente, en el sentido de que la exaltación de un valor particular contra otros, sin enraizarlo en Cristo, se convierte en un obstáculo. Esto lo vemos muy bien en Occidente: la defensa de determinados valores no radicados en Cristo puede llevar a aberraciones graves.

¿Qué papel juegan los católicos en una sociedad donde la ortodoxia tiene tanto peso cultural?
La Iglesia católica aquí tiene un gran mérito y, al mismo tiempo, el grave deber de mostrar la belleza, la verdad y la alegría que se encuentran en Cristo. Da testimonio de la posibilidad de vivir este encuentro en cualquier lugar. En segundo lugar, su tarea es trabajar junto con los fieles de la Iglesia ortodoxa, como buscamos hacer desde hace tiempo, para que este testimonio pueda ser común y por tanto más convincente. En tercer lugar, en el ámbito caritativo y en el educativo, la Iglesia católica debe ofrecer su propia experiencia, que es universal.

¿Es distinta en esto a las Iglesias ortodoxas, que son nacionales?
Las Iglesias ortodoxas no se conciben a sí mismas solo como una Iglesia nacional sino, sobre todo, como Iglesias de Cristo que se encuentran en un lugar determinado. Es importante también para ellas concebirse de un modo universal.

Usted llegó a Rusia cuando los católicos empezaban a tener libertad. ¿Cómo fue ese período?
Mis primeros años de misión en Siberia se caracterizaron por una gran pasión y libertad, y también por las posibilidades de encuentro.