Emergen cientos de millones de euros ocultos en el Vaticano - Alfa y Omega

Emergen cientos de millones de euros ocultos en el Vaticano

El cardenal George Pell, Prefecto de la recientemente creada Secretaría de Economía del Vaticano, admite en el Catholic Herald británico que, hasta ahora, había un descontrol general en las finanzas vaticanas, pero asegura que las reformas emprendidas por el Papa Francisco han pasado ya el punto de no retorno. Una nueva cultura de gestión ha empezado a entrar en la Iglesia

Ricardo Benjumea

La buena noticia, o una de ellas, es que «el Vaticano no está en quiebra». De hecho, «la situación es mucho más saneada de lo que parecía, porque cientos de millones de euros» que «no aparecían en los balances» resulta que estaban en diversas cuentas individuales de los distintos departamentos vaticanos.

No tan alentador, sin embargo, es comprobar que, durante décadas, la gestión financiera y económica en la Santa Sede ha sido caótica. «Igual que los reyes dejaban a sus gobernantes regionales, príncipes o gobernadores prácticamente las manos libres» para actuar en temas económicos, «siempre y cuando los libros estuvieran cuadrados» al final, así actuaban «también los Papas con los cardenales curiales (como siguen haciendo todavía con los obispos diocesanos».

Cuando fue elegido el Papa Francisco, «era imposible para nadie conocer con precisión» la situación de las finanzas vaticanas. Pero las reformas emprendidas en los últimos meses están teniendo éxito. «Aunque todavía queda mucho por hacer, las reformas estructurales primarias están teniendo lugar», y «ya se ha pasado el punto antes del cual todavía hubiera podido ser posible volver a los viejos malos tiempos».

Horas después de la publicación de este artículo, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, aclaró, preguntado sobre esta cuestión, que el cardenal Pell no se refiere a «fondos ilegales, ilícitos o mal administrados», sino a «fondos que no resultaban en los balances oficiales de la Santa Sede o del Estado de la Ciudad del Vaticano y de los cuales la Secretaría de Economía ha conocido la existencia durante el actual proceso de estudio y revisión de las administraciones vaticanas, con el fin de tener un cuadro más completo y adecuado de cara a la racionalización de su gestión. Este dato supone, por tanto, una señal y un fruto de la cooperación constructiva entre las diversas instituciones vaticanas».

La Iglesia incorpora la cultura de gestión anglosajona

El Catholic Herald, diario católico británico fundado en 1888, salía a la calle el 3 de diciembre por primera vez como semanario, y abría su nueva andadura con este artículo del cardenal George Pell. El anterior arzobispo de Sídney y miembro de la Comisión de 9 cardenales que asesoran al Papa en la reforma de la Iglesia comienza su artículo explicando, con un ejemplo muy gráfico, la necesidad de un cambio de mentalidad en la Iglesia. «Recientemente, un joven español me preguntó por la naturaleza de mi trabajo en el Vaticano como Prefecto de la Secretaría de Economía», recientemente creada por Francisco. La razón es que, «como miembro del Opus Dei y estudiante de primer año, quería ser capaz de responder a las preguntas de sus compañeros de universidad y defender la Iglesia». Por el contrario, un miembro del Parlamento británico «me lo puso de manera bastante distinta: ¿cómo habían permitido las autoridades mantener esta situación de vulneración de los estándares contables internacionales durante tanto tiempo?».

Ese tipo de mentalidad «anglosajona», en lo que respecta la gestión, es la que impulsan las reformas encargadas por el Papa Francisco al cardenal Pell, frente a los usos y costumbres sureños vigentes hasta ahora.

La repercusión de las reformas seguramente no se limitará a Roma. «Debido al tamaño de a comunidad católica, con alrededor de 3 mil diócesis distribuidas por todos los continentes, el principio de la subsidiariedad —esto es, la gestión local de las finanzas diocesanas o de las órdenes religiosas— es la única opción», reconoce. Por otro lado, «las responsabilidad de la Secretaría de Economía están limitadas a la Santa Sede, a la Ciudad Estado del Vaticano y a cerca de 200 entidades que responden directamente ante el Vaticano. Pero ya algunos cardenales y obispos se han preguntado si los nuevos procedimientos financieros introducidos en noviembre de este año podrían enviarse a las conferencias episcopales para su consideración y utilización».

No más escándalos financieros

Pell repasa la historia de los escándalos financieros que han salpicado a la Santa Sede, desde el que afectó, a comienzo de los años 80, al llamado banco vaticano [IOR], cuando incluso un banquero relacionado con el caso fue hallado ahorcado en un puente de Londres.

Siguieron después unos años de relativa calma, «hasta que las normas contra el lavado de dinero tuvieron que ser aplicadas en el Vaticano», y se acusó a la Santa Sede de no actuar con la necesaria rapidez. El Banco de Italia congeló millones de euros del IOR por este motivo.

Contribuyó a normalizar la situación el establecimiento de la Autoridad de Información Financiera, pero entonces comenzaron las filtraciones de documentos en el Vaticano (el célebre Vatileaks). «Todo esto fue seriamente perjudicial para la reputación de la Santa Sede y una pesada cruz para el Papa Benedicto, que pidió a tres distinguidos cardenales retirados [con Julián Herranz al frente] que investigaran la situación. Así lo hicieron, presentando a Benedicto XVI un informe confidencial», que después éste entregaría a su sucesor.

Por otro lado, admite el cardenal australiano, «en las reuniones previas a la elección del Papa Francisco había un consenso prácticamente unánime entre los cardenales con respecto a que los mundos curial y banquero en el Vaticano debían reformarse y normalizarse. Desde su elección, el Papa Francisco explícitamente asumió el programa de reformas financieras».

Las reformas de Francisco

Ante la imposibilidad de conocer con exactitud el estado económico y financiero del Vaticano, el Pontífice «nombró a un cuerpo internacional de expertos laicos para que examinaran la situación y propusieran un programa de reformas». Al grupo se le conoció como Organización de la Estructura económico administrativa de la Santa Sede (Cosea). Sus miembros, reputados profesionales, «no cobraron nada por sus servicios», y se estuvieron reuniendo durante 10 meses hasta entregar sus conclusiones, que se han concretado en el «paquete de reformas que está siendo ahora implementando. Por varias generaciones, la Iglesia estará en deuda con ellos», escribe Pell.

Las reformas se resumen en tres principios. El primero, la adopción de los estándares financieros internacionales. El segundo es la trasparencia, con la audición de las cuentas anuales, entre otras cosas. Y el tercero, la «separación de poderes». En estos meses, el Papa Francisco ha puesto en marcha diversos organismos que aseguran la rendición de cuentas. Un punto de especial relevancia es que las congregaciones y consejos vaticanos tendrán que presentar sus presupuestos para su aprobación.

También se ha limitado y reducido la actividad del IOR, y se ha transformado la Administración del Patrimonio Apostólico de la Santa Sede (APSA), que será convertida en una especie de banco central vaticano. Las inversiones financieras serán canalizadas a través del Vatican Asset Management, que actuará con el criterio de prudencia, evitando asumir riesgos innecesarios.

Todas «estas reformas están diseñadas para hacer que las agencias financieras vaticanas sean aburridamente exitosas, de modo que no merezcan mucha atención de la prensa», afirma el Prefecto. «Vamos en la buena dirección», asegura.

«Los donantes —añade— esperan que sus donativos sean manejados con eficiencia y honradez, de modo que se logren los mejores retornos para financiar las obras de la Iglesia, especialmente aquellas destinadas a anunciar el Evangelio y ayudar a los pobres a escapar de la pobreza». Una Iglesia para los pobres –concluye– no debe ser una Iglesia pobremente gestionada».