Monseñor Ángel Pérez Pueyo: «Se nos exige un cambio de chip» - Alfa y Omega

Monseñor Ángel Pérez Pueyo: «Se nos exige un cambio de chip»

En su época como rector del Colegio Español de Roma, el hoy obispo de Barbastro-Monzón intervino en el primer esquema del documento sobre la formación de los seminaristas, y sabe que desde hace años Roma considera «lúcida» la aportación de España en la nueva Ratio

José Antonio Méndez
Foto: Fotocyan

¿Por qué se plantea hoy mejorar la formación de los seminaristas?
Porque van a ser los futuros pastores de la Iglesia. Y lo van a ser en un tiempo y un contexto totalmente nuevos con respecto a sus predecesores. Los nuevos sacerdotes tendrán que responder a expectativas y necesidades que para nosotros son inimaginables. La meta es conformar la vida de cada seminarista con Cristo, no que obtenga una titulación. El mástil de la nueva formación es Jesús Buen Pastor —la dimensión espiritual—, que se apoya sobre dos soportes: la maestría del pastor en la vida diaria, y la formación intelectual que le capacita para ello.

¿En qué se notarán los cambios?
La nueva formación exige un cambio de chip, un cambio de paradigma. Queremos ser una Iglesia de llamados y enviados, una Iglesia pueblo de Dios, una Iglesia que viva aún más la comunión; y eso exige una Iglesia ministerial (de servicio) y corresponsable entre todos sus miembros. Es ahí donde incidirá la nueva formación de los sacerdotes. La clave está en situarnos personal e institucionalmente en actitud de respuesta a la voluntad de Dios: «¿Desde dónde quieres, Señor, que te ame, que te siga, que te sirva?».

Juan Pablo II, en Pastor bonus (1988) y Pastores dabo vobis (1992), exponía dimensiones de la formación que la Conferencia Episcopal Española ya había propuesto en su plan de Pastoral Vocacional. ¿Qué papel ha jugado la Iglesia en España en las nuevas corrientes de formación?
Me consta que José María Piñero y Lope Rubio, rectores del Colegio Español en Roma, ofrecieron el trabajo que la CEE había realizado en el Plan de Formación para Seminaristas Mayores. Fue una de las aportaciones más lúcidas y valoradas en Roma, porque planteaba la educación en distintas dimensiones: la humana, la espiritual, la intelectual, la pastoral y la comunitaria, que es el esquema que se aplicó en la Ratio. Juan Pablo II quiso que la comunitaria fuese transversal, pero ahora vuelve a especificarse como acento particular. En la elaboración de la nueva Ratio, también ha habido aportación de españoles en los primeros borradores, y hay que reconocer el buen hacer de la Comisión de Seminarios y Universidades de la CEE.

Hay propuestas que llevan años aplicándose en España, como el curso introductorio, los convictorios, la colaboración con psicólogos…
Sí, pero eso por ahora solo son propuestas. Quizás las claves más importante son el planteamiento del trabajo formativo desde la perspectiva llamada-respuesta, la visión del modelo de Iglesia como pueblo de Dios, y la formación del seminarista como una unidad, en la que todos los aspectos de la persona deben estar integrados y equilibrados. Eso es algo que en España llevamos años trabajando, aunque se deba mejorar. La base de la nueva formación no serán los estudios académicos, sino la dimensión humana de cada candidato al sacerdocio. La Iglesia quiere integrar más y mejor los elementos teológicos y psicopedagógicos. Por eso se reestructuran los momentos de la formación: una etapa propedéutica, que en España lleva tiempo aplicándose; una etapa discipular, una conformadora y otra pastoral. En todas se da máxima importancia a la formación humana, afectiva, psicológica, espiritual e intelectual, con la dimensión comunitaria transversal. Los detalles debemos esperar a que se apruebe para comentarlos.

¿Porqué es tan importante la vida comunitaria para los seminaristas y para los sacerdotes?
Porque los sacerdotes tenemos que ser maestros de comunión y de fraternidad. Las personas somos seres relacionales y los sacerdotes no somos ajenos a esta dimensión. Vivir la fraternidad entre nosotros es esencial para poner a la persona en el centro del proceso formativo, sin caer en aislamientos.

¿Y la formación continua de los sacerdotes?
La nueva Ratio ve la formación sacerdotal como un proceso unitario, no como algo que acabe cuando se termina el seminario. La formación nos ayuda a conocernos mejor para descubrir el plan de Dios en nuestra vida y las características propias de nuestro ministerio. No se trata de una acumulación de saberes, sino de una formación trascendente.

¿Por qué se prevé que la nueva Ratio se dirija a los seglares y a las familias, cuando de lo que se habla es del sacerdocio?
Pues porque cuando se entiende la Iglesia como pueblo de Dios, se comprende que todos formamos parte de una misma comunidad de llamados por Él, que a su vez llaman a otros a seguirle. La vocación no es un don individualista, sino que tiene que ver con el otro. Todos somos corresponsables de que las personas estén en disposición de escuchar la llamada de Dios y puedan responder a ella con libertad. La nueva Ratio quiere explicar que los agentes vocacionales son toda la comunidad eclesial: el obispo, el presbiterio, las familias, los catequistas, las parroquias, los colegios, los movimientos, las comunidades… Esta idea de comunión se ve incluso en el cómo se está elaborando el documento: para establecer criterios claros, están participando todas las Conferencias Episcopales, se quiere que intervenga cada organización nacional de Seminarios y que también se explicite el Proyecto formativo de cada seminario.