Sol habanero - Alfa y Omega

Sol habanero

Jaime Noguera Tejedor

«Quiéreme con tu calor, cariño, que yo te quiero; dile a tu canción mulata, que su sonrisa de plata quiero por invernadero». Esos versos recité un verano de hace casi veinte años en la sede de la UNIAC (Unión de Intelectuales y Artistas Cubanos), con Nicolás Guillén hijo y con Eloy Machado, el Ambia, de anfitriones. Años duros en Cuba los últimos 90 del siglo XX. Años en los que, dirigiendo un curso de economía de mercado –la verdad es que ya eran ganas– en la Universidad de La Habana, los comisarios políticos empezaron a revisar página por página lo que yo iba a contar en mis clases, después de un acalorado debate con doña Regla Ojitos, a la sazón subdirectora general de Aviación Civil en Cuba, cuando sostuve que el éxito de Cubana de Aviación era consecuencia de considerar los slots como activos financieros, cosa razonable en una economía de mercado… ¡Para qué! Allí fue la mundial.

De por qué llegaron a eso trata esta novela de Amir Valle. Ni está fabulosamente escrita ni es tremendamente original. Se diría que se mira en La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, pero introduce algunos aspectos fundamentales: el narrador es un guardaespaldas al que la verdad, tras años de confusión, ha deslumbrado cuando muere, ficción absoluta, Fidel Castro. Tirando del hilo, se suceden personajes reales, sentidamente humanos, que van contándonos los entresijos más oscuros de un poder ejercido de manera sofocante.

El protagonista principal bien podría haber sido compañero de Tucho, no diré su apellido porque no le he localizado para pedir permiso –quizá haya muerto–, que se exilió de Cuba en los setenta, gran montador de cine, que se subió a la sierra para rezar rosarios por la radio y, después, verse traicionado por la manipulación; que mató por Fidel y que, con lagrimones en cascada, nos contaba en casa cómo en ocasiones le temblaban las manos por la vergüenza, pena decía él, y por el remordimiento.

La intrahistoria de las pendencias, del tejido de intereses, de las marionetas cuyos hilos mueven los que están cerca del dictador, que temen al dictador tanto como le idolatran, en los informes semanales de Facundo, quien sentencia que «nadie les pregunta a los príncipes de Europa ni cómo ni por qué ellos tienen todo lo que a otros les falta», verdadero eje de simetría de la novela, sesgo del mal, demagogia de salón.

La manipulación de las creencias; el desfile de nombres reales en circunstancias concretas y rastreables: Sadam, Arafat, Nasser, Gadafi; el no poder de Raúl Castro, la larvada envidia hacia su hermano, que se convertiría después en recurso para el poder; el irás para mancharlo todo de Pérez Roque… Todos personajes reales con los que se gestaron maldades reales. Fidel no ha muerto. Las cosas bien podrían ser como Valle las dibuja y como la vida las pinta. Una mirada más moral que política, más cultural que técnica, más humana y dolorida que nota para la venganza. He hablado con exiliados cubanos que viven en España: no han podido reprimir las lágrimas cuando les preguntaba si lo que cuenta la novela esa cierto. No era cierto, «era así». Es así.

«Querido sol habanero, muéstrame tus manos prietas». Me abrazó el Ambia con todo su corazón de negro y toda el alma del poeta de las calles. Un manipulado más. Bueno hasta el agotamiento. Enfundado. Víctima, como los sufridores de Las palabras y los muertos.

Las palabras y los muertos
Autor:

Amir Valle

Editorial:

Almuzara