Teresa de Jesús: corazón en España, alma en América - Alfa y Omega

Teresa de Jesús: corazón en España, alma en América

Colaborador
Teresita, la sobrina quiteña de santa Teresa, pintada por Fray Juan de la Miseria. Foto: Rocaviva y Casa de América

Teresa de Jesús nació tan solo 23 años después de que Cristóbal Colón pisase tierras americanas. Como muchos castellanos, sus hermanos embarcaron hacia el Nuevo Mundo. El primero fue Hernando, que partió en 1530 junto a Pizarro, mientras ella, recluida por su padre en el convento agustino de Nuestra Señora de Gracia, iniciaba la conquista de su mundo interior.

En agosto de 1535 fue Rodrigo, su hermano favorito, el que marchó a la conquista del Río de la Plata, formando parte de la expedición del Adelantado Pedro de Mendoza. Tres meses después, ella ingresó en el monasterio de la Encarnación de Ávila. En 1540 fueron Lorenzo, Jerónimo y Pedro quienes abandonaron el núcleo familiar acompañando a Cristóbal Vaca de Castro, elegido por Carlos V para dirimir el grave enfrentamiento entre Pizarro y Almagro. Finalmente partieron Antonio y Agustín siguiendo al abulense Blasco Núñez de Vela, a quien, en 1543, el emperador había nombrado primer virrey del Perú.

20 años de luchas

Uno tras otro se establecieron en América al tiempo que ella, convertida en monja carmelita, encerraba su horizonte entre los muros del monasterio y sorteaba, durante veinte años, profundas crisis espirituales: «Pasaba una vida trabajosísima […] Por una parte, me llamaba Dios; por otra, yo seguía al mundo. […] Parece que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigos uno de otro. […] En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mí sin encerrar conmigo mil vanidades» (Vida 7, 17). «Pasé este mar tempestuoso casi veinte años. […] Sé decir que es una de las vidas más penosas que me parece se puede imaginar» (Vida 8, 2).

La Virgen de Ávila, desde Quito

Vencida su batalla interior, abandonó la mitigación en que vivía para fundar el convento de San José de Ávila, cuna del Carmelo Descalzo. Fue clave para cimentarlo la ayuda económica de su hermano Lorenzo, que afincado en Quito gozaba de gran fortuna y fue importante valedor de la obra teresiana. En 1561 le envió la talla de la Virgen que puede admirarse en la exposición, y que ella le agradeció en la carta del 23 de diciembre de 1561: «Por lo que a mí envía mi hermano, le beso mil veces las manos; que si fuera en el tiempo que yo traía oro, hubiera harta envidia a la imagen, que es muy linda en extremo».

Esta Virgen quiteña presidió la histórica fundación del primer carmelo teresiano el 24 de agosto de 1562.

Del Nuevo Mundo a la santa andariega

Cuatro años después, el relato de un misionero sobre la evangelización del Nuevo Mundo la impulsó a expandir su obra, a convertirse en monja andariega para apuntalar espiritualmente la labor misionera en aquellas tierras: «Acertó a venirme a ver un fraile francisco, llamado fray Alonso Maldonado, […] con los mismos deseos del bien de las almas que yo, y podíalos poner por obra, que le tuve yo harta envidia. Este venía de las Indias poco había […] hízonos un sermón y plática y fuese. Yo quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí […] clamaba a nuestro Señor, suplicándole diese medio como pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más. Había gran envidia a los que podían por amor suyo emplearse en esto aunque pasasen mil muertes» (Fundaciones 1,7).

Huellas en y para la historia

La exposición recorre la huella de Teresa de Jesús en España y América a lo largo de 28 paneles que extractan sus propios escritos y se ilustran con imágenes inéditas. En ellos despuntan diversas personalidades con las que tuvo contacto como Felipe II, la princesa de Éboli, san Pedro de Alcántara o san Francisco de Borja, y también desvelan la rica personalidad de la que fue su compañera inseparable y fundadora en Francia y Flandes, Ana de San Bartolomé.

La amplia sección dedicada a América muestra los avatares de sus hermanos junto a conquistadores, virreyes y misioneros, destacando su sobrina quiteña, Teresita, que en 1582 profesó en Ávila convirtiéndose en la primera carmelita americana. En 1604 tuvo lugar en Puebla de los Ángeles la fundación del primer carmelo femenino del Nuevo Mundo y en 1618, Teresa de Jesús, siendo aún beata, fue declarada patrona de la provincia, Arzobispado y ciudad de México. Fruto de aquella siembra fue, a principios del siglo XX, la santa chilena Teresa de los Andes.

Además de la excepcionalidad de la Virgen fundacional, la exposición muestra diversas piezas teresianas, manuscritos, facsímiles, la recreación de la cocina primitiva, filatelia, numismática, un audiovisual y óleos del gran artista abulense Eugenio López-Berrón.

Belén Yuste y Sonnia L. Rivas
Comisarias de la exposición

Dónde y cuándo

Del 31 de marzo al 16 de abril.

En Casa de América (sala Torres García).

De lunes a viernes: de 11 a 19:30 horas.

Sábados: de 11 a 15 horas. Domingos y festivos cerrado.

Entrada libre hasta completar aforo.