«La Iglesia no es una casa de puertas cerradas, es una casa de puertas abiertas» - Alfa y Omega

«La Iglesia no es una casa de puertas cerradas, es una casa de puertas abiertas»

«Dejad entrar a Jesús en vuestra vida», pidió el arzobispo de Madrid durante la vigilia de oración con jóvenes de los primeros viernes de mes. «Él trae la paz y la alegría», y hace de la Iglesia «una casa con las puertas abiertas para todos»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Hay dos modos de estar en el mundo», explicó monseñor Osoro a los jóvenes. «Podemos estar por nuestra cuenta, o dejar entrar en mi vida a Jesús». Las consecuencias de lo primero son «el anochecer, las puertas cerradas y los miedos», que fue lo que le pasó a los discípulos después de la muerte de Jesús, porque «estaban desorientados, sin metas, no sabían lo que tenían que hacer». Hoy «también hay gente que está en la noche, que no ve». La experiencia de las puertas cerradas «es terrible, no dejar entrar a nadie en mi corazón y en mi vida, eso es muy duro, da tristeza, inseguridad, debilidad, desconfianza». El miedo «más grande en nuestra vida es no saber para qué vivo, encerrado en mí mismo, quizá haciendo daño a los demás…, cuando el ser humano está hecho para la apertura a los demás. El hombre se realiza en la apertura, no el miedo ni en la desconfianza», dijo monseñor Osoro.

Por eso, el arzobispo de Madrid invitó a los jóvenes «a dejar entrar a Jesús en vuestra vida y en vuestra historia, dejando que os acompañe». Él nos dirá «quiénes somos y qué tenemos que hacer» para realizarnos. Y subrayó que «la Iglesia no es una casa de puertas cerradas, es una casa de puertas abiertas. ¡Pueden entrar todos! A nadie se le pide entrada para estar con Jesús».

Dejar entrar a Jesús supone que «Él nos da paz, alegría y una misión», porque la paz «no es ausencia de guerras. La paz no es eso. La paz es Él, es Jesucristo. Tiene rostro y tiene nombre. No hay otra paz». Además nos da «la alegría de saber que soy hijo de Dios y hermano de todos los hombres», para estar «al lado de los más necesitados, y dar la mano hasta a quien es enemigo. Todos somos hermanos. Nosotros no tenemos enemigos».

Y misión: el Señor «nos envía al mundo para entregar su paz, su amor y su alegría, no tristeza, la alegría de saber que hay Alguien que nos ama entrañablemente». El Señor «nos pide que demos de su amor, de su entrega». «El Señor nos pide que seamos misioneros, en medio de nuestro barrio, de nuestra escuela, del instituto, de la universidad, de vuestra familia y amigos. Dios os llama a ser discípulos misioneros».

Monseñor Osoro testimonió también ante los jóvenes cómo le impresionó la visita a la cárcel de Soto del Real que realizó durante la Cuaresma: «Se me ocurrió llevar un dibujo de Jesús lavando los pies de un discípulo, pero el rostro de Jesús solo se refleja en el agua. Y yo les decía: “Mirad, este es Jesús, que viene hoy a entrar en lo más sucio que tengáis en vuestra vida. Este es el Dios en quien creemos, este es Jesús a quien tomamos en la Eucaristía. Él quiere entrar en tu vida aunque esté sucia, para limpiarla, porque Él la puede limpiar”. La reacción de estos chicos fue muy grande, y confesé a muchísimos esa mañana y esa tarde. Y les decía: “No os avergoncéis, porque Dios no se avergüenza de vosotros. Dios no se avergüenza de nosotros. Dejad entrar a Jesús”».