El día en que Dios fue español - Alfa y Omega

El día en que Dios fue español

Un año más, la Infantería ha honrado a su Patrona, recordando la intercesión milagrosa de la Inmaculada Concepción a favor de los Tercios de Flandes en el cerro de Empel

José María Ballester Esquivias
Homenaje a la Inmaculada en la base militar de El Goloso, en Madrid

El 8 de diciembre de 1585, la intercesión milagrosa de la Inmaculada Concepción en el cerro de Empel permitió a los Tercios españoles lograr una victoria en Flandes cuando la situación estaba más que comprometida. Desde aquel día, la Infantería española la tiene como Patrona, y en el acuartelamiento de El Goloso se la honra con una procesión de antorchas llena de intensidad.

En 1585, en pleno reinado de Felipe II, la Monarquía Hispánica se hallaba inmersa en la Guerra de los Ochenta Años, contra las Provincias Rebeldes de los Países Bajos. Además, los rebeldes se enconaban cada vez más en sus creencias calvinistas, añadiendo el factor religioso al político, por lo que cualquier reconciliación se antojaba imposible. Felipe II reaccionó enviando a los Países Bajos a sus mejores tercios. Sin embargo, a finales de 1585, la balanza se inclinaba a favor de los rebeldes. De acuerdo con la tradición, el 7 de diciembre, el Tercio del Maestre Bobadilla -compuesto por unos cinco mil hombres- estaba completamente cercado por la escuadra del almirante Holak en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal.

La situación para los españoles era crítica. Creyó Holak que los españoles aceptarían una rendición honrosa. No contaba con esta respuesta que Bobadilla dio a su emisario: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».

Holak optó por abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo, no quedando más tierra firme que el pequeño cerro de Empel, donde aguardaban los soldados del Tercio, que recibieron de Bobadilla la orden de excavar trincheras. Al cumplirla, uno de los soldados se encontró con una tabla flamenca sobre la cual estaba grabada la imagen de la Inmaculada, que Bobadilla hizo colocar sobre un altar de fortuna para que sus hombres se encomendasen a ella. De acuerdo con la tradición, un viento intenso y frío se abatió sobre la zona, helando el Mosa. El grueso hielo permitió a los españoles romper su cerco y atacar por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del 8 de diciembre, logrando una victoria fulminante. A Holak no le quedó más remedio que decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro». Tiempo faltó al Tercio de Bobadilla -cuyos soldados eran oriundos de Zamora- para considerar a la Inmaculada su Patrona. La costumbre se extendió con el paso de los siglos a toda la Infantería española, en cuyas unidades se la ha honrado de forma ininterrumpida.

En el acuartelamiento de El Goloso, sede la Brigada de Infantería Acorazada Guadarrama XII, los festejos empiezan la víspera, el día 7, con la Procesión de las Antorchas. Ya anochece. La talla de la Inmaculada está erigida sobre un blindado, y rodeada de representantes de todas las unidades de la brigada con sus guiones y banderines. Llega el comandante de la brigada, general José Conde de Arjona. Otro militar ordena a sus compañeros y al público encender las antorchas.

La procesión avanza a paso lento. La devoción es palpable. Primera parada: ante la Capilla de la Purísima, el padre Antonio Sánchez, capellán de la brigada, dirige la salutación. El cortejo retoma su itinerario. Llega al lugar de la ofrenda, situado al fondo del acuartelamiento bajo una cruz iluminada. El general Conde de Arjona pronuncia una alocución. Se depositan las ofrendas. Se reza a la Inmaculada. Termina la procesión.

A unos quinientos metros, ya puede empezar la representación del Milagro de Empel. Un año más, la Infantería española ha honrado a su Patrona.