Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Cuidemos la Misericordia

La misericordia de Dios está abierta siempre. Pero este año, el Papa Francisco ha querido acercarnos más a esa realidad y ha provocado a la Divina Misericordia para que se derrame, si cabe aún más, sobre tantos hombres y mujeres que la necesitamos tan ardientemente. Animado por este pensamiento feliz y por la celebración de la fiesta de la Divina Misericordia precisamente en el Año de la Misericordia, decidí acercarme la víspera a una de las iglesias de la archidiócesis, señalada como templo jubilar para su Vicaría.

Cuál no sería mi decepción cuando, tras traspasar la Puerta de la Misericordia, durante el horario indicado no encontré disponible a ningún sacerdote en los confesionarios. Pensé en la falta de sacerdotes y en el esfuerzo que hacen muchos de ellos para poder atender las distintas necesidades de los fieles; también en que la vida de las parroquias es ajetreada. Pero no pude evitar una cierta sensación de abandono al considerar que la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, el Año de la Misericordia, en uno de los templos jubilares, no era posible confesarse en el momento en que podía, según el horario de confesiones.

Esto no pretende ser una crítica sino una llamada de atención a cuidar más, este año y siempre, todo lo que tiene que ver con la misericordia, porque es un don de Dios.

Fernando Jiménez
Madrid

Jesús, confío en Ti

La vida cristiana tiene su centro en Jesús. Tenemos que confiar plenamente en Él, ya que es el puente que nos une a Dios. Tenemos que pensar menos en nosotros mismos, y no ser egoístas. Dar gracias a Dios constantemente por el don de la fe e intentar transmitirla a los demás. Tenemos que ser misioneros, a la Iglesia le hace falta. Solo creer que Dios es nuestro Padre y que nos espera con los brazos abiertos para estar a su lado para siempre es ya la felicidad. ¡Gracias Señor!

Margarita Boned
Madrid

La tele que no queremos

Hace poco encendí el televisor tratando de ver algo que entretuviera. Salió una película en la que se desató una pelea: un hombre le da un fuerte puñetazo en la cabeza a otro y le derriba. Caído en el suelo, sigue dándole puñetazos donde le pillaba: cabeza, estómago… Yo no daba crédito a lo que veía. No pude aguantar más y apagué la tele. ¿Cómo es posible que haya productores, directores, guionistas y demás para esta clase de películas que hacen tanto mal a la sociedad? ¿Cómo es posible que los directores de televisión no pongan veto a estos productos tan nefastos, donde solo se ven crímenes, venganzas, odios, asesinatos, sexo bestial y delitos de todo tipo? ¿Por qué no una televisión que enriquezca la vida, la cultura y el bienestar de los espectadores en general?

Luis Prieto Moreno
Villarramiel (Palencia)