«No estáis solos. No perdáis la esperanza. Que los europeos sean buenos samaritanos» - Alfa y Omega

«No estáis solos. No perdáis la esperanza. Que los europeos sean buenos samaritanos»

El Papa Francisco, el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo y primado de la Iglesia griega Jerónimo han escuchado esta mañana, durante más de una hora, las historias de sufrimiento de los refugiados en el centro de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. Después, han firmado una declaración conjunta sobre este drama. «Hemos venido para llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis y para reclamar soluciones. Que todos nuestros hermanos y hermanas en este continente, como el buen samaritano, vengan en vuestra ayuda, en espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana», ha dicho el Papa en su discurso

María Martínez López
Foto: CTV

El Papa ya lo había advertido a los periodistas durante el vuelo hacia Grecia este sábado: «Este es un viaje marcado por la tristeza. Vamos a encontrar la catástrofe humanitaria más grande después de la II Guerra Mundial. Vamos –y lo veremos– hacia mucha gente que sufre, que no sabe dónde ir, que ha debido huir. E iremos también a un cementerio: el mar. Mucha gente se ha ahogado allí». Y así ha sido.

La primera parada de este «viaje triste», después de la llegada a Mitilene y el encuentro en privado con el primer ministro griego Alexis Tsipras, ha sido el campo de refugiados de Moria. Durante más de una hora, cientos de refugiados, hombres, mujeres y niños, han compartido con el Papa, el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo de Atenas Jerónimo sus historias. Les hablaban de los familiares que habían dejado atrás, o de los que les esperaban en países como Alemania. «Estoy haciendo todo lo que puedo», le explicó el Papa a una mujer que le suplicaba ayuda.

«¡Bendígame, padre!»

El Papa ha recibido algunas cartas, y varios niños le dieron dibujos que le impactaron. «¿Lo has hecho tú? ¡Bravo!», le dijo a uno de ellos. Y pidió a sus acompañantes: «Guardadlos bien, que no se pierdan. Quiero leerlos en la rueda de prensa del avión». «Todos estos niños estaban esperando su mensaje de misericordia. Le estábamos esperando», explicó al Papa el hombre que acompañaba a este grupo de pequeños.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando un hombre se arrodilló a sus pies y le suplicó: «Padre, bendígame, porque soy un cristiano de Pakistán». Al recibir la bendición, el hombre rompió a sollozar, y a exclamar: «¡Gracias, Dios, gracias, Jesús!». Francisco tardó un buen rato en tranquilizarlo. No ha sido la única persona que se ha echado a los pies del Santo Padre. También lo ha hecho, entre otros, una niña musulmana de unos diez años. Tampoco han faltado las pancartas reivindicativas, y los gritos de «¡Libertad!».

Llamamiento a la ONU

Al terminar el recorrido, llegó el momento de los discursos. «Espero que un movimiento mundial de concienciación comience para que los que tienen las vidas de otros en sus manos cambien su rumbo y la paz y la seguridad retorne», expresó el arzobispo Jerónimo. «No necesitamos decir muchas palabras, solo los que ven los ojos de esos niños pequeños que encontramos en los campos de refugiados serán capaces de reconocer en su totalidad la bancarrota de humanidad y solidaridad» que supone esta crisis.

Y continuó: «Me enorgullezco de los griegos, que a pesar de estar pasando por sus dificultades, están ayudando a los refugiados haciendo su calvario un poco menos duro». El cabeza de la Iglesia ortodoxa griega terminó con un llamamiento a las agencias de la ONU para que «usen su gran experiencia contra esta situación trágica que estamos viviendo. Espero que nunca más veamos niños que el mar arrastre a nuestras orillas, espero verlos pronto aquí sin problemas y disfrutando de su vida».

«Los que os tienen miedo no ven a vuestros hijos»

El patriarca ecuménico Bartolomé dijo a los refugiados que «incluso si la gente se aparta de nosotros, Dios es refugio y fortaleza en las dificultades». Lamentó que «los que os tienen miedo no os pueden mirar a los ojos, no ven vuestras caras. Los que os tienen miedo no ven a vuestros hijos. Olvidan que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división. Olvidan que la migración no es una cuestión del Oriente Próximo, el Norte de África, Europa y Grecia, es una cuestión para todo el mundo. Todos seremos responsables por la forma en la que respondamos a la crisis».

También recordó «la dramática situación de los cristianos en el Oriente Medio, así como de las otras minorías que necesitan acción urgente si no queremos verlas desaparecer. Prometemos que nunca os olvidaremos, nunca dejaremos de hablar por vosotros, y que haremos todo para abrir los ojos y corazones del mundo».

«Cuando un hermano sufre, nos afecta a todos»

«He querido estar con vosotros hoy para deciros que no estáis solos», comenzó el Papa su discurso. «He venido aquí con mis hermanos simplemente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y para reclamar soluciones. Como hombres de fe queremos unir vuestras voces para hablar en vuestro nombre. Espero que el mundo esté atento a estas situaciones de trágica y desesperada necesidad, y responda de forma digna a nuestra común humanidad».

«Dios creó al género humano para que forme una sola familia. Cuando un hermano o hermana sufre, nos afecta a todos. Todos sabemos por experiencia lo fácil que es para algunas personas ignorar el sufrimiento de otros y incluso explotar su vulnerabilidad. Pero también sabemos que esta crisis puede hacer surgir lo mejor de nosotros», como en el caso del pueblo griego y de las personas que se han desplazado a Grecia para ayudarlos. «Damos gracias a Dios que en nuestro sufrimiento nunca nos deja solos, siempre hay alguien que puede tender una mano y ayudarnos».

«No perdáis la esperanza –les exhortó-. El regalo más grande que podemos ofrecer unos a otros es el amor, una mirada misericordiosa, la premura de escucharnos, comprendernos, una palabra de ánimo, una oración. Compartamos este don unos con otros». A continuación les explicó la parábola del buen samaritano, «una parábola de la misericordia de Dios que se dirige a todos. Porque Él es el misericordioso. Es también una llamada a mostrar la misma misericordia hacia aquellos que están en necesidad. Que todos nuestros hermanos y hermanas en este continente, como el buen samaritano, vengan en vuestra ayuda».

«La opinión mundial no puede ignorar esto»

El acto ha terminado con la firma de la declaración conjunta, antes de que los tres líderes religiosos se dirigieran a comer con algunos refugiados. «La opinión mundial –afirma el texto- no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales».

Esta crisis humanitaria «requiere una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un inmediato compromiso efectivo de recursos». Los firmantes piden «valentía» a la comunidad internacional ante esta crisis y sus causas. Reconocen los esfuerzos ya realizados, y piden que se pongan todos los medios para que las personas, también los cristianos, puedan permanecer en su patria con paz y seguridad. También exigen «defender los derechos humanos fundamentales, proteger las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, e impulsar procesos seguros de reasentamiento», así como «extender el asilo temporal, ofrecer el estatus de refugiados a quienes son idóneos e incrementar las iniciativas de ayuda». Muestran su «solidaridad con el pueblo griego que, a pesar de sus propias dificultades económicas, ha respondido con generosidad a esta crisis».

La declaración conjunta no olvida el componente ecuménico de esta visita. «Decidimos con firmeza y con todo el corazón de intensificar nuestros esfuerzos para promover la unidad plena de todos los cristianos. Deseamos cumplir la misión de servicio de las Iglesias en el mundo, defendiendo los derechos fundamentales de los refugiados, de los que buscan asilo político y los emigrantes, como también de muchos marginados de nuestra sociedad». Por eso, Francisco, Bartolomé y Jerónimo piden «a las comunidades religiosas que incrementen sus esfuerzos para recibir, asistir y proteger a los refugiados» en coordinación con las autoridades civiles.

Discurso completo del Papa

Queridos hermanos y hermanas: He querido estar con vosotros hoy para deciros que no estáis solos. Estos meses y semanas habéis padecido muchos sufrimientos en vuestra búsqueda de una vida mejor. Muchos os habéis sentido obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución sobre todo por vuestros hijos, vuestros pequeños. Habéis hecho grandes sacrificios por vuestra familia. Conocéis el dolor de haber tenido que dejar atrás todo lo que os era querido, y lo que tal vez es más difícil, sin saber qué habría traído el futuro.Muchos más como vosotros se encuentran en campos de refugiados o en la ciudad en espera de construir una nueva vida en este continente.

He venido aquí con mis hermanos con mis hermanos el patriarca Bartolomé y el arzobispo Jerónimo simplemente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y para reclamar soluciones. Como hombres de fe queremos unir vuestras voces para hablar en vuestro nombre. Espero que el mundo esté atento a estas situaciones de trágica y desesperada necesidad, y responda de forma digna a nuestra común humanidad.

Dios creó al género humano para que forme una sola familia. Cuiando un hermano o hermana sufre, nos afecta a todos. Todos sabemos por experiencia lo fácil que es para algunas personas ignorar el sufrimiento de otros y incluso explotar su vulnerabilidad. Pero también sabemos que esta crisis puede hacer surgir lo mejor de nosotros. Lo habéis visto en el pueblo griego que ha respondido a vuestras necesidades en medio de sus propias dificultades. También en las muchas personas, especialmente jóvenes, que han venido de toda Europa y el mundo que han venido a ayudaros. Sí, falta mucho por hacer. Pero damos gracias a Dios que en nuestro sufrimiento nunca nos deja solos, siempre hay alguien que puede tender una mano y ayudarnos.

Este es el mensaje que hoy deseo dejaros: no perdáis la esperanza. El regalo más grande que podemos ofrecer unos a otros es el amor, una mirada misericordioso, la premura de escucharnos, comprendernos, una palabra de ánimo, una oración. Compartamos este don unos con nosotros. Nosotros los cristianos nos gusta contar el episodio del buen samaritano, un extranjero que vio un hombre en necesidad y en segudia acudió a ayudarlos. Para nosotros es una parábola de la misericordia de Dios que se dirige a todos. Porque Él es el misericordioso. Es también una llamada a mostrar la misma misericordia hacia aquellos que están en necesidad. Que todos nuestros hermanos y hermanas en este continente, como el buen samaritano, vengan en vuestra ayuda, en espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana.

Queridos hermanos y hermanas, que Dios os bendiga a todos, de forma especial vuestros niños, los ancianos y todos los que sufran en el cuerpo o en el espíritu. Os abrazo a todos con afecto. Sobre vosotros y los que os acompañan invoco el don divino de fortaleza y de paz.

Declaración conjunta del Papa Francisco, el patriarca Bartolomé y el arzobispo Jerónimo

Nosotros, el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo de Atenas y de Toda Grecia Ieronymos, nos hemos encontrado en la isla griega de Lesbos para manifestar nuestra profunda preocupación por la situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo, que han llegado a Europa huyendo de situaciones de conflicto y, en muchos casos, de amenazas diarias a su supervivencia. La opinión mundial no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales.

La tragedia de la emigración y del desplazamiento forzado afecta a millones de personas, y es fundamentalmente una crisis humanitaria, que requiere una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un inmediato compromiso efectivo de recursos. Desde Lesbos, nosotros hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que responda con valentía, afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa.

Como responsables de nuestras respectivas Iglesias, estamos unidos en el deseo por la paz y en la disposición para promover la resolución de los conflictos a través del dialogo y la reconciliación. Mientras reconocemos los esfuerzos que ya han sido realizados para ayudar y auxiliar a los refugiados, los emigrantes y a los que buscan asilo, pedimos a todos los líderes políticos que empleen todos los medios para asegurar que las personas y las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del derecho fundamental de vivir en paz y seguridad. Es necesario urgentemente un consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para sostener el estado de derecho, para defender los derechos humanos fundamentales en esta situación que se ha hecho insostenible, para proteger las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, como las que van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos seguros de reasentamiento. De este modo podremos asistir a aquellas naciones que están involucradas directamente en auxiliar las necesidades de tantos hermanos y hermanas que sufren. Manifestamos particularmente nuestra solidaridad con el pueblo griego que, a pesar de sus propias dificultades económicas, ha respondido con generosidad a esta crisis.

Juntos imploramos firmemente por el fin de la guerra y la violencia en Medio Oriente, una paz justa y duradera, así como el regreso digno de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares. Pedimos a las comunidades religiosas que incrementen sus esfuerzos para recibir, asistir y proteger a los refugiados de todas las confesiones religiosas, y que los servicios de asistencia civil y religiosa trabajen para coordinar sus esfuerzos. Hasta que dure la situación de necesidad, pedimos a todos los países que extiendan el asilo temporal, ofrezcan el estatus de refugiados a quienes son idóneos, incrementen las iniciativas de ayuda y trabajen con todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un final rápido de los conflictos actuales.

Europa se enfrenta hoy a una de las más graves crisis humanitarias desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Para afrontar este desafío serio, hacemos un llamamiento a todos los discípulos de Cristo para que recuerden las palabras del Señor, con las que un día seremos juzgados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme… Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 35-36. 40).

Por nuestra parte, siguiendo la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, decidimos con firmeza y con todo el corazón de intensificar nuestros esfuerzos para promover la unidad plena de todos los cristianos. Reiteramos nuestra convicción de que «la reconciliación (entre los cristianos) significa promover la justicia social en todos los pueblos y entre ellos… Juntos queremos contribuir a que los emigrantes, los refugiados y los demandantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa» (Charta Oecumenica, 2001). Deseamos cumplir la misión de servicio de las Iglesias en el mundo, defendiendo los derechos fundamentales de los refugiados, de los que buscan asilo político y los emigrantes, como también de muchos marginados de nuestra sociedad.

Nuestro encuentro de hoy se propone contribuir a infundir ánimo y dar esperanza a quien busca refugio y a todos aquellos que los reciben y asisten. Nosotros instamos a la comunidad internacional para que la protección de vidas humanas sea una prioridad y que, a todos los niveles, se apoyen políticas de inclusión, que se extiendan a todas las comunidades religiosas. La situación terrible de quienes sufren por la crisis humanitaria actual, incluyendo a muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos, nos pide nuestra oración constante.

Lesbos, 16 de abril de 2016

Ieronymos II
Francisco
Bartolomé I