Elisa Sánchez, hermana hospitalaria: «La relación con el enfermo es totalmente sanadora» - Alfa y Omega

Elisa Sánchez, hermana hospitalaria: «La relación con el enfermo es totalmente sanadora»

Es viernes por la tarde. Hablo con Elisa, malagueña de 43 años, en el centro asistencial que tiene su congregación en Ciempozuelos (Madrid). Aquí está la casa madre de la orden fundada por san Benito Menni, María Josefa Recio y María Angustias Giménez. Elisa profesó como religiosa hospitalaria hace 17 años, mientras estudiaba Medicina. Es médico geriatra

Javier Valiente

¿Cómo nace vuestra congregación?
Nuestros fundadores sintieron la experiencia de la misericordia desde la figura de Jesús Buen Samaritano. Esa experiencia de sanación —Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos— es desde donde partimos.

¿Cuál es vuestro carisma?
Es el ejercicio de la caridad hospitalaria y, en concreto, mediante el servicio al enfermo mental. Nuestro carisma es muy específico en ese sentido, aunque siempre hemos ido dando respuesta a distintas realidades y necesidades.

Benito Menni, un hermano de San Juan de Dios, os funda en 1881.
Él vino a España a restaurar la Orden Hospitalaria y, al no encontrar una congregación femenina que diese respuesta a las enfermas mentales, nos fundó.

¿Dónde estáis en el mundo?
Tenemos presencia en 27 países en cuatro continentes (en todos menos en Oceanía). Donde ahora mismo está floreciendo más la congregación es en Asia y en África. La última fundación ha sido en India.

Llevas 17 años de religiosa.
Sí, profesé en 1999, justo el año de la canonización de nuestro padre.

Así que un día dijiste: «Yo quiero ser hospitalaria».
No, no [ríe]. Lo mío fue peleao.

¿Ah, sí? Cuéntame.
Yo no me veía… Vengo de una familia católica, mis padres nos educaron en la fe, pero cuando llegamos a la adolescencia… Lo típico, pasas un poco, te vas alejando… Conocí, por uno de mis hermanos, un grupo de catecumenado de los Misioneros de la Consolata…

Para prepararte para la Confirmación…
Sí, la Confirmación con este grupo fue el comienzo de mi vocación. Recuerdo perfectamente el día. Yo siento que, en ese momento, recibí una gracia del Espíritu. Lo siento así, de apertura total. Fue una invitación, una llamada a abrirme.

¿Estabas en la universidad ya?
Estudiaba 2º de Medicina, y las hospitalarias de Málaga nos pidieron a un grupo de jóvenes hacer un voluntariado. Y allí fui yo.

Y te enganchó.
Fue por mediación de los enfermos. Yo, desde pequeña, quería ser médico, quería curar a los demás. Y conocí a una hermana que me pareció una persona normal [ríe]. Me costó un año de crisis gorda, me costó bastante el tercer año de carrera, fue muy difícil hacer la conversión interior para saber qué es lo que realmente me pedía Dios, hasta que al final me decidí.

¿Cómo ves en los enfermos a Dios?
Mira, es verdad esto de que el enfermo me evangeliza. A mí no es que me evangelicen, es que me han cambiado la vida, y me han ayudado a ser más persona. A mí me ayuda decir que todos estamos enfermos; también yo tengo mis heridas, y no me refiero a enfermedades, pero sí a otro tipo de heridas que también están ahí.

Y en el trato con ellos…
Cada día me pregunto, y así vivo mi vocación, qué es lo que Dios quiere de mí, a través de las personas que pone en mi camino, y ahí esta el enfermo, pero también mis hermanas y los trabajadores. Hay muchas cosas que ocurren en el día a día y te preguntas qué me pide Dios en cada momento.

La vida en un hospital, ¡menudo ajetreo!
Un riesgo es la dispersión, pues tienes muchos problemas, muchos frentes, y tienes que ser capaz de serenarte y dar esa respuesta de caridad donde Dios te está enviando.

Estar con enfermos con discapacidad muy profunda, ¿no desgasta?
Te lo digo sinceramente: si me pudiese quedar solo con los enfermos sería muy feliz, porque la relación con el enfermo es totalmente sanadora. A mí me evangelizan ellos, su modo de vivir la fe… Yo recibo más de lo que doy.

¿Qué les aportáis vosotras como congregación?
Esta es su casa. Así lo viven, les aportamos la caridad hospitalaria, se sienten queridos, amados… Es el plus que tenemos. Una enferma que ha fallecido hoy aquí estaba en un hospital y decía: «Tengo ganas de irme a casa», y su casa era esta. Para muchos, para los que no cuentan, como dice el Papa Francisco, esta es su casa. Aquí se sienten acogidos y queridos.