La sombra de la fidelidad - Alfa y Omega

La sombra de la fidelidad

Jaime Noguera Tejedor

Me gusta definir la fidelidad como la permanencia del amor a lo largo del tiempo. Un perro que se llama Sombra es el trasunto de esa fidelidad. Una novela que parece dickensiana, aunque no lo es, que parece histórica, pero tampoco, y que sí es el desahogo de quien ha sufrido a través del sufrimiento de otros: un sufrimiento con el que resulta fácil empatizar, que seguramente, si bien no de manera tan teatral, hayamos vivido cualquiera de nosotros, lectores, a lo largo de nuestra vida.

Katherine salta de desgracia en desgracia. No se hace más fuerte cada vez, sí más decidida, sí se mira más a sí misma y tiene más claro cómo buscar la intersección entre lo que quiere hacer, lo que puede hacer y lo que debe hacer. A Robert se le viene encima la ruina con un incendio y cae en las manos de la sumisión a la codicia; Hacket es la encarnación del mal que se esconde tras las ambiciones del dinero y el poder, un espejo en que podríamos ver reflejados a no pocos de los figurantes de la realidad política y social contemporánea. Los demás son personajes de atrezo, incluso la malvada tía Mercy. El título es una excusa para arrancar la narración y el pie para una historia: cómo quien se esfuerza en ser alguien, en lugar de algo, encuentra la fortaleza suficiente para evitar los estragos del abuso, la atracción del brillo de los oropeles y la llamada de los cantos del todo lo tendrás si te sometes. Un manual acerca de cómo no sucumbir a las peores tentaciones, aun cuando estás sumido en lo más profundo del dolor.

Cuidar los detalles, para ser de confianza en las cosas grandes; conseguir que los demás hagan lo que tú quieres que hagan, pero porque ellos desean hacerlo (esa es la esencia del liderazgo, dicen); saber decir que no, a pesar de que un sí habría enmascarado las cosas, para actuar según la rectitud de la propia conciencia; asumir la responsabilidad de jugar con las cartas que te dan, y no quejarse del determinismo que te aboca a aceptarlas, y apoyarse en los efectos multiplicadores del optimismo. Esa es mi conclusión, tras haber leído esta novela, aparentemente intrascendente, pero que me ha hecho meditar.

Las personas de orden siempre han dicho que lo que no se puede contar es que no se debe hacer. Mucho de eso hay en Katherine Finche, que asume las dificultades, la viudedad incluso, sin dobleces ni figuraciones. La bondad del perfumista ciego, Harte, y su mujer, es la evocación de quien todo lo ve en la verdad de lo profundo de las personas: un contrapunto de calma para la paz en que se sustenta la sombra de la fidelidad.

Una novelita fácil, de rápida lectura, cortísima en sus más de cuatrocientas páginas, que nos lleva de la mano a situaciones límite: ¿y si me ocurriese a mí algo parecido?, ¿o acaso viviese en un contexto comparable?, ¿en cuál de los personajes me vestiría? Porque nos gusta vernos en los buenos, ¿y vestirnos de verdad? ¿Cómo es nuestra piel?

El momento actual de Occidente es el de un incendio declarado con gente corriendo en turbamulta y especuladores sacando partido para gestionar el corto plazo… No tan alejado de lo que se nos relata en El aroma de las especias. Quizá más almizcle que lavanda. Su turno, amable lector.

El aroma de las especias
Autor:

Charlotte Betts

Editorial:

Maeva, 2016