Muchos jóvenes están condenados a vivir en la marginación - Alfa y Omega

En el departamento de El Paraíso, a unas dos horas y media de Tegucigalpa, está el municipio Texiguat. Es una zona en la que en estos meses del verano de Honduras aprieta el calor de forma intensa. Allí, río abajo del pueblo, y frente al gran puente por el que se llega al municipio, hubo un hospital que construyó el padre Antonio Lootens en los años 70. Hoy se ha acondicionado con ayuda de la fundación Populorum Progressio, y un grupo de 15 jóvenes que estudian en el instituto del pueblo la utilizan como su casa. Están solos. Hacen la comida, limpian, se organizan, estudian… intentando vivir como una familia cristiana. Vienen de comunidades desde donde llegar al instituto es totalmente imposible: cuatro o seis horas de camino les cierran las puertas a cualquier pensamiento que busque superarse en la vida. En Vado Ancho, Curarén Valle o en la lejana Mosquitia muchos jóvenes están condenados a vivir en la marginación. Pensar en poder estudiar es un lujo imposible de costearse.

El domingo pasado llegó un grupo de 20 jóvenes para compartir una semana en la casa y recibir unos cursos de refuerzo en sus estudios. Vinieron de la zona sur de Honduras, del departamento de Choluteca. Son de Agua Caliente, Reitoca y Tapatoca. Estudian en un programa a distancia llamado Maestro en casa, muy semejante al de Radio ECCA de Las Palmas de Gran Canaria, del que –creo– se inspiró. Todos, demasiado jóvenes, se apoyan unos a otros compartiendo conocimientos, casa y tareas. Con la financiación de Manos Unidas han podido salir de sus comunidades, tener la oportunidad de disponer de un profesor especializado y acceso al mundo de la informática y la comunicación. Ha sido una semana inolvidable que volverá a repetirse varias veces durante el curso. En los alrededores de la casa han sembrado árboles frutales: papayas, mangos, naranjos… y también frijoles y yuca.

Nelson viene de Güirazna, una de las aldeas más lejanas de Texiguat. Este año es su final de Bachillerato y tiene la tarea de alfabetizar. Ha encontrado tres alumnos en Acheros, una comunidad de Texiguat a la que tarda dos horas en llegar. Sus alumnos, dos de 30 años y uno de 42, lo esperan cada fin de semana. Nelson les prepara alguna comida para compartir y animarlos en el estudio. Son otros caminos de entrega y generosidad.

Desde la casa también se cuidan un centro infantil que hay en el pueblo. 35 niños de bajos recursos y un anciano que se ha unido al grupo son atendidos allí. Hemos pasado un día y medio en Texiguat. Ahora volvemos para Tegucigalpa con el testimonio inolvidable de estos jóvenes que nos enseñan y nos motivan a la sencilla tarea de compartir.