Kagawa: el apóstol japonés de los obreros - Alfa y Omega

Kagawa: el apóstol japonés de los obreros

Solidaridad.net

El japonés Toyohiko Kagawa, hijo de una geisha y un samurái, sufrió persecución y cárcel por la defensa de los obreros empobrecidos, por su conversión al cristianismo y por su trabajo noviolento por la paz, la justicia y la fraternidad de los pueblos. El también llamado Poeta del sol naciente se hizo cristiano en una época y en un país especialmente difícil para seguir a Jesús. El filósofo e historiador Alfonso Ropero escribe sobre él para el portal web www.solidaridad.net.

Kagawa nació el 10 de julio de 1888 en Kobe (Japón), hijo de los amores extramaritales de un samurai y una geisha. Por algún motivo, el niño llamó la atención del padre y éste le adoptó como hijo. El padre era una figura política de alto relieve de la época, contándose entre los hombres más poderosos del Imperio, aquellos que fundaron la Era Meiji, la Era del Reinado Ilustrado. Sin embargo, el pequeño Kagawa no disfrutó mucho de sus padres. Ambos murieron en su tierna infancia. Él y una hermana mayor fueron llevados al hogar de sus antepasados en Awa, y confiado al cuidado de la esposa que su padre había abandonado y al de la abuela. En aquel viejo caserón señorial pasó su infancia, triste, solitario, desprovisto de cariño, maltratado a causa de cualquier insignificancia, contemplando la hipocresía de las clases altas de Japón y el sufrimiento intenso de los desheredados y de los trabajadores del campo.

De allí paso a una casa de estudios en Tokushima, donde entró en contacto con misioneros cristianos. De ellos aprendió el idioma inglés y la fe cristiana, que ganó su corazón. La vida de Cristo en el Evangelio le cautivó. Su familia le desheredó. Toyohiko estudió en la Universidad Presbiteriana de Tokio. Posteriormente en el Seminario Teológico Kobe. Toyohiko creía que el Evangelio no solo tiene que ver con la doctrina y el intelecto, sino también con la práctica y la acción en pro de los hombres.

Vida en los barrios bajos

Un día de la Navidad de 1909, excluido de los privilegios de la aristocracia nipona por causa de su fe cristiana extranjera, recibió el llamamiento que iba a ser su revelación personal, su consagración a la acción que buscaba. La luz le vino de la penumbra doliente de los tugurios de los barrios bajos de Shinkawa de la ciudad Kobe. Allí donde nadie bien considerado en la sociedad se atrevía a poner los pies, recinto de criminales y prostitutas, lugar maldito de casas de juego y corrupción, marchó Toyohiko abandonando su cómoda residencia en el seminario. Cogió sus pocas pertenencias e hizo entrada solo y silencioso en los barrios bajos de Shinkawa. Se estableció en un cuartucho cuyas paredes estaban manchadas de sangre; se había cometido un crimen en aquel lugar y las gentes supersticiosas huían de allí. Su plan era hospedar a los leprosos, a las pobres mujeres de la calle, a los tahúres de conciencia entenebrecida, a las madres abandonadas y a los niños desnudos y hambrientos. Así es como llegó a ser conocido como el santo de Shinkawa.

Comenzó su empresa contando únicamente con el ingreso mensual de cinco dólares y medio. Carecía de amigos influyentes. Por otra parte, debía luchar contra la sólida muralla de la inercia y de la indiferencia. Pero no se limitó a su trabajo personal en favor de los necesitados sino que inició un movimiento popular cuyas consecuencias han sido aún mayores de lo que él podía imaginar. Recorrió el Imperio y desde la tribuna defendió su causa; bombardeó la prensa con artículos que describían gráficamente casos concretos, exhibiendo los resultados de sus estudios de primera mano y demostrando que la sordidez moral de los barrios bajos era fruto de su espantosa situación de desamparo y consecuencia del pecado social de la nación.

Fue a los Estados Unidos para mejorar su formación. Estudió en el afamado Princeton Theologcial Seminary (1914-16). A su regreso, prosiguió su batalla sin cuartel contra aquel estado de cosas. Sus novelas y sus libros sobre temas sociológicos, así como sus poemas, inundaron el país, alcanzando gran popularidad.

Finalmente, en 1926 el Gobierno, movido por la obra y acción de Kagawa, se decidió a eliminar los barrios bajos de las más grandes ciudades del Imperio. Diez millones de dólares se dedicaron a este fin. Las viviendas horrorosas de Shinkawa ya no existen; los barrios incubadores de crímenes desaparecieron. Las celdas fueron reemplazadas por casitas construidas de acuerdo a los cánones de arquitectura moderna. Los niños pudieron asistir a la escuela y personal preparado se encargó de su educación.

Lucha por la paz

En 1904 Japón atacó la flota rusa amarrada en Port Arthur y destruyó toda su flota báltica. La nación celebró la acción como un gran triunfo sobre la política expansionista rusa. Kagawa se atrevió a hablar contra este acto de guerra –glorificado por los nacionalistas–. Protestó contra la invasión de China en 1936 y contra la entrada en la II Guerra Mundial. Fue encarcelado en varias ocasiones y se le ordenó guardar silencio sobre el tema de la guerra.

En 1928 organizó de La Liga Nacional de Japón contra la Guerra. Es el único japonés que aparece en el manifiesto contra el espíritu militarista presentado a la Liga de Naciones (1926), que lleva la firma de Mahatma Gandhi, Rabindranath Tagore, Albert Einstein y otras personalidades contrarias a la guerra. En 1940 Kagawa fue arrestado por pedir perdón públicamente a China por la invasión japonesa de este país.

La justicia social

A principios de los años 20, Kagawa se vuelve más activo socialmente, tomando parte en la organización de la Federación Japonesa Obrera, ayudando en la formación de los primeros sindicatos obreros de esta nación. Mejoró las condiciones de la vida rural y del trabajo del campo enseñando nuevos métodos de agricultura. El pueblo le aclamó como uno de sus líderes. Los obreros de las ciudades y los campesinos le hicieron su jefe y su héroe. Pero las autoridades desconfiaba de él y durante muchos años fue objeto de la más rígida vigilancia por parte de la policía.

Durante la Gran Depresión, Kagawa vio la salida en la promoción de cooperativas de producción y consumo que contrarrestaran los males de la destructiva competición capitalista. Sus ideas sociales las expuso en su obra Brotherhood Economics (Economía Fraternal. Harper & Brothers, New York 1936). «Hay que construir puentes que salven la brecha existente entre los productores y los consumidores con amor fraterno. De otro modo, la sociedad nunca será salva, sino que la depresión, el pánico y el desempleo continuarán para siempre» (Brotherhood Economics, p. 3).

Misión evangelizadora

Entre 1926 y 1934 se dedicó a la misión evangelizadora de llevar el conocimiento del Evangelio de Cristo a la sociedad japonesa, bastante poco receptiva al mismo, mediante el proyecto Movimiento Reino de Dios. Como él mismo había comprobado personalmente, un individuo y un puñado de cristianos eran capaces de realizar grandes cosas, por tanto, si más personas siguieran la senda de Cristo se podrían llevar a cabo muchas más cosas. El Reino de Dios significa, para Kagawa, la esfera donde se encuentran el discipulado personal y la acción social. La predicación del Evangelio debe tener por meta la renovación del individuo así como la transformación de la sociedad. El Reino de Dios debe ir creciendo de dentro a fuera, hasta convertirse en una rica y amplia variedad que de cobijo a los múltiples intereses de las gentes puestos al servicio de Dios y de los hombres. «La santidad es el pozo profundo que Dios va cavando en el espíritu del hombre».

En 1954 y 1955 fue nominado para el Premio Nobel de la Paz. Después de su muerte, el emperador de Japón, premio su labor póstumamente con la Orden del Tesoro Sagrado, una de las distinciones mayores del país. Aunque muerto, sus obras siguen vivas y el eco de su pensamiento no se ha apagado.

Alfonso Ropero / solidaridad.net