«¡Respeten el cese de hostilidades!» - Alfa y Omega

«¡Respeten el cese de hostilidades!»

Este domingo, 1 de mayo, Francisco recordó la promesa de Jesús a los Apóstoles: el don del Espíritu Santo, «que tendrá la tarea de enseñar y de recordar sus palabras a la comunidad de los discípulos». Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para el rezo del Regina Coeli, el Obispo de Roma felicitó la Pascua a las Iglesias de Oriente, habló de la dignidad del trabajo y pidió que se respete el cese de hostilidades en Siria

Redacción

Antes del rezo mariano, el Santo Padre recordó a los cientos de fieles presentes en la plaza de San Pedro que el Espíritu Santo, también hoy, «difundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida guiándonos en la forma de pensar, de actuar, de distinguir lo bueno de lo malo. Nos ayuda —agregó el Papa— a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados».

«¡No estamos solos!», exclamó el Papa. «La señal de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos, que es diferente de aquella que los hombres queremos e intentamos realizar». Y añadió: «La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y señal de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado en la seguridad de su victoria y en la espera de su definitiva venida».

El trabajo, Siria y la Pascua de las Iglesias de Oriente

Al término del rezo del Regina Coeli, el Obispo de Roma felicitó la Pascua a las Iglesias de Oriente: «Mi cordial saludo va a nuestros hermanos de las Iglesias de Oriente, que celebran hoy la Pascua. ¡Que el Señor resucitado brinde a todos los dones de su luz y de su paz: Christos anesti!».

Y una vez más, mostró su dolor por la trágica situación humanitaria en Siria e hizo un apremiante llamamiento: «Recibo con profundo dolor las noticias dramáticas provenientes de Siria, que se refieren a la espiral de violencia que sigue agravando la ya desesperada situación humanitaria del país, en particular en la ciudad de Alepo, cobrando víctimas inocentes, incluso entre los niños, los enfermos y los que con gran sacrificio están comprometidos en prestar ayuda al prójimo. Exhorto a todas las partes implicadas en el conflicto a respetar el cese de las hostilidades y a fortalecer el diálogo en curso, único camino que conduce a la paz».

En la víspera de la apertura en Roma de la conferencia internacional dedicada al desarrollo sostenible y al trabajo, el Papa recordó la inalienable dignidad humana y laboral y la tutela del medio ambiente: «Mañana se inaugura en Roma la Conferencia Internacional sobre el tema El desarrollo sostenible y las formas más vulnerables de trabajo. Deseo que este evento pueda sensibilizar a las autoridades, a las instituciones políticas y económicas y a la sociedad civil, para que se promueva un modelo de desarrollo que tenga en cuenta la dignidad humana, en el respeto de las normas laborales y del medio ambiente».

El Papa Francisco saludó especialmente a la asociación italiana Meter, presente en la plaza de San Pedro. Esta asociación promueve el 1 de mayo una jornada dedicada a los menores víctimas de violencias, contra la explotación, la indiferencia y la pederastia. «Saludo a la Asociación Meter, que desde hace tantos años lucha contra toda forma de abuso de menores. ¡Ésta es una tragedia! ¡No debemos tolerar los abusos contra los menores! ¡Debemos defender a los menores y debemos castigar severamente a los abusadores! ¡Gracias por su compromiso y sigan adelante con coraje en esta obra!».

RV / Redacción

Palabras del Papa antes del rezo del Regina Coeli

¡Queridos  hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de hoy nos vuelve a llevar al Cenáculo. Durante la Última Cena, antes de enfrentar a la pasión y la muerte en la cruz, Jesús promete a los Apóstoles el don del Espíritu Santo, que tendrá la tarea de enseñar y de recordar sus palabras a la comunidad de los discípulos. Lo dice el mismo Jesús: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho» (Jn 14, 26). Enseñar y recordar. Y esto es aquello que hace el Espíritu Santo en nuestros corazones.

En el momento en el que está por regresar al Padre, Jesús preanuncia la venida del Espíritu que ante todo enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio. Mientras está por confiar a los Apóstoles —que justamente quiere decir enviados— la misión de llevar el anuncio del Evangelio por todo el mundo, Jesús promete que no se quedarán solos: el Espíritu Santo, el Paráclito, estará con ellos, a su lado, es más, estará en ellos, para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre pero continúa acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo.

El segundo aspecto de la misión del Espíritu Santo consiste en el ayudar a los Apóstoles a recordar las palabras de Jesús. El Espíritu tiene la tarea de despertar la memoria, recordar las palabras de Jesús. El divino Maestro ha comunicado ya todo aquello que pretendía confiar a los Apóstoles: con Él, Verbo encarnado, la revelación es completa. El Espíritu hará recordar las enseñanzas de Jesús en las diversas circunstancias concretas de la vida, para poderlas poner en práctica. Es precisamente lo que sucede todavía hoy en la Iglesia, guiada por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para que pueda llevar a todos el don de la salvación, o sea el amor y la misericordia de Dios. Por ejemplo, cuando ustedes leen todos los días —como les he aconsejado— un pasaje del Evangelio, pedir al Espíritu Santo: «Que yo entienda y que yo recuerde estas palabras de Jesús». Y luego leer el pasaje, todos los días… Pero antes aquella oración al Espíritu, que está en nuestro corazón: «Que yo recuerde y que yo entienda».

¡No estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros! Su nueva presencia en la historia ocurre mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado. El Espíritu, difundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa  en nuestra vida. Él nos guía en la forma de pensar, de actuar, de distinguir qué cosa es buena y qué cosa es mala; nos ayuda a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados.

¡No estamos solos! Y la señal de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos: «Les doy mi paz» (v. 27). Ella es diferente de aquella que los hombres se desean e  intentan realizar. La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y señal de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado en la seguridad de su victoria y en la espera de su definitiva venida.

Que la Virgen María nos ayude a acoger con docilidad el Espíritu Santo como Maestro interior y como Memoria viva de Cristo en el camino cotidiano.