Objetivo: arrasar la memoria de la humanidad - Alfa y Omega

Objetivo: arrasar la memoria de la humanidad

En su afán por limpiar de ídolos infieles el califato, Daesh ha atacado unas 2.500 iglesias, mezquitas y enclaves arqueológicos provocando distintos grados de destrucción en la antigua Mesopotamia, cuna de la civilización

Ángeles Conde Mir
Un terrorista destroza restos arqueológicos de Palmira. Foto: AFP Photo/Welayat Halab

Si las piedras hablaran, podrían dar testimonio de la destrucción sufrida. Si las piedras hablaran, también podrían describir la barbarie que se ha apoderado de Oriente Medio. Unos 300 enclaves arqueológicos han sido pulverizados desde que estalló la guerra en Siria, en el año 2011. Aunque se ha llorado amargamente la pérdida del Arco del Triunfo de Palmira y de los templos de Bel y de Baalshamin, del siglo I d. C., lo cierto es que, antes de intentar aniquilar la llamada perla del desierto, los milicianos del Estado Islámico ya habían perpetrado atrocidades contra el patrimonio arqueológico y cultural de la conocida como cuna de la civilización. Resulta dolorosamente paradójico que en lo que era la antigua Mesopotamia –Siria e Irak–, donde surgieron las primeras manifestaciones de civilización urbana, comercio, escritura, cálculo y ciencia de la humanidad, ahora se vean tan sádicas, inhumanas y primitivas prácticas. El Estado Islámico no solo se ha propuesto acabar con la vida de cualquier infiel, sino también erradicar las raíces de su cultura.

El Arco del Triunfo de Palmira, antes –en la postal– y después del paso de Daesh. Foto: AFP Photo / Joseph Eid

Para el profesor Paolo Matthiae, director de la Misión Arqueológica Ebla en Siria, asistimos a «una verdadera tragedia del patrimonio cultural artístico y monumental de estos dos países del Oriente Antiguo, ya que el saqueo al que están sometidos estos territorios es extremadamente grave». Este arqueólogo asegura que, al igual que la crisis humanitaria que se deriva de la inestabilidad de Oriente Medio no tiene precedentes desde la II Guerra Mundial, la magnitud de la devastación artística y monumental ha alcanzado cotas no vistas también desde entonces.

En Siria, junto a la destrucción provocada por el desarrollo de la contienda en lugares como la ciudadela de Alepo o el Crac de los Caballeros –el que se considera el mejor castillo cruzado que se conserva en el mundo–, hay que sumar la furia iconoclasta del Daesh. En el mismo Alepo se llevaron por delante con bombas la catedral armenia de los Cuarenta Mártires construida en el siglo XV. A la par que los avances del Ejército sirio están liberando amplias zonas, están dejando también al descubierto los atentados contra el patrimonio cultural. Así ha sucedido en Al-Qaryatain, donde los yihadistas volaron el monasterio de Mar Elian, levantado hace 1.500 años. Pero destrozar con buldóceres estas piedras no fue simplemente arruinar un edificio. Fue aplastar el símbolo de una Siria en la que entre cristianos y musulmanes jamás hubo rencillas, porque este monasterio era la casa de todos.

Tal y como arrasaron las fronteras orientales de Siria, expandieron esa misma destrucción por toda la tierra que evangelizó el apóstol Tomás en el siglo I d. C. En total, se cree que han atacado 2.500 iglesias, mezquitas y monumentos –muchos de ellos construidos antes de la llegada del islam–.

También lugares venerados por musulmanes

Supieron cómo hacer daño desde el principio, y tan pronto como pusieron un pie en Irak comenzaron a arrasar con monumentos como la iglesia Verde de Tikrit, símbolo del cristianismo en el país y edificada hace 1.300 años. Pero también han caído lugares venerados por los musulmanes, como la tumba del profeta Jonás, que volaron por los aires. Era, además, santuario de peregrinación para los cristianos iraquíes. Pero sin duda alguna, el mayor golpe al cristianismo lo asestaron con la destrucción, hasta sus cimientos, del monasterio de San Elías del siglo VI, el más antiguo del país. En casos como estos, solo las imágenes del satélite pueden confirmar lo peor debido a la dificultad de obtener información en el terreno.

Un voluntario palestino de Unite4Heritage reconstruye el daño. Foto: netmedyouth.org

La provincia de Nínive, con Mosul a la cabeza, es una de las zonas más castigadas. En su empeño por limpiar de ídolos paganos el autoproclamado califato, terminaron con Hatra, la capital del antiguo Imperio parto –principal rival del Imperio romano en los primeros años de nuestra era–, machacando con rifles de asalto relieves y esculturas de incalculable valor; o con las ciudades asirias de Dur Sharrukin o Nimrod, uno de los enclaves arqueológicos más importantes del mundo. Es donde la Biblia sitúa la Torre de Babel. Sus monumentales esculturas aladas de toros y leones sucumbieron a las excavadoras y taladradoras de los terroristas, si bien muchas piezas originales, dispersas en el Museo Británico o en el Louvre, se han salvado de la quema. La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, calificó este acto como «un crimen de guerra y ejemplo de limpieza cultural». El profesor Matthiae coincide y asegura que se trata de un «daño irreparable porque se han violado y destruido lugares de significado histórico increíblemente importantes». Y añade: «La cultura debe ser salvaguardada, tanto para preservar la identidad de esta población como por su valor patrimonial para toda la humanidad».

Junto a Raqqa, en Siria, la ciudad de Mosul, rodeada por 1.791 yacimientos, ostenta el dudoso honor de ser el bastión del Daesh en Irak. En sus calles, cubiertas por la sangre de muchos cristianos, las iglesias se han profanado o destruido. Hace apenas unos días se conoció la desaparición de la conocida como iglesia del Reloj, templo emblemático de la ciudad levantado hace 150 años. Fue un regalo a los dominicos de parte de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Aunque una de las destrucciones más impactantes fue la de la iglesia de la Inmaculada, donde los yihadistas primero decapitaron la estatua de la Virgen del exterior del templo.

Mientras, Mosul continúa recuperándose de otra gran pérdida condenada por la UNESCO y definida como «un ataque contra los valores de apertura y diversidad de la región, como base de la civilización»: las dos puertas asirias de Mesqa y Adad y parte de las antiguas murallas del sitio arqueológico de Nínive del siglo 7 a.C.

Muchos monumentos y piezas irrepetibles han desaparecido total o parcialmente. Se estima que la compraventa ilegal de restos arqueológicos genera un negocio de miles de millones de euros, como el tráfico de armas o el narcotráfico. Por eso, el Daesh juega a dos bandas aprovechando no solo su dominio territorial sino también la porosidad de las fronteras en la zona. Se calcula que en 2014 pudieron embolsarse casi 50 millones de euros. En 2015 la cifra podría ascender hasta los 100.

Los cascos azules de la cultura

La UNESCO se ha movilizado con la campaña Unite4Heritage. Pretende crear una fuerza internacional para intervenir en la recuperación de obras dañadas en países en conflicto y además luchar contra el mercado negro de piezas arqueológicas. Serán una especie de cascos azules de la cultura. En Siria, los arqueólogos son optimistas y estiman que se puede rescatar Palmira casi en su totalidad. Tanto el Arco del Triunfo como los dos templos milenarios podrán ser reconstruidos en un 80 %. Por suerte, las piedras se volverán a levantar. Por desgracia, las vidas humanas no se recuperarán. Pero se abre una puerta a la esperanza para que no puedan arrebatar a la humanidad su memoria, por mucho que se empeñen en dinamitar sus raíces.