Elitha debía elegir entre abortar o irse de casa - Alfa y Omega

Ha nacido el primer niño en la residencia Nazaret de nuestra parroquia. Estamos muy contentos. Su madre se llama Elitha. Es de Perú y tiene 29 años. Vivía en Villaverde Alto. Cuando se enteró de su embarazo se lo contó con miedo a su pareja. El se enfadó y dijo que debía abortar. Ella se asustó porque no quería hacerlo. Discutieron fuertemente y él la amenazó: si no abortaba, la echaba de casa.

Elitha no tenía ningún ingreso ni familia que le ayudase. Se acercó a su parroquia por vez primera –pues no era muy practicante– y entre sollozos abrió su corazón al párroco. Este le propuso un piso de acogida. Nos llamó y nos pidió que la acogiésemos. Ese mismo día le explicamos cómo podíamos ayudarla. No se lo pensó dos veces y se vino a la residencia. Llevaba siete meses de embarazo. Estos últimos meses antes del parto ha vivido rodeada de ternura, de cuidados y sobre todo se ha acercado a Dios. Cada mañana rezaba en la iglesia y pedía al Señor por su bebé. Los sacerdotes la bendecíamos casi a diario. Creo que ese niño ha recibido más bendiciones sacerdotales en el vientre de su madre que ningún otro. Los voluntarios y la gente del comedor social San José la han arropado permanentemente.

Cercana la fecha del parto, todos estábamos muy nerviosos y atentos a sus síntomas. El día que le aumentaron las contracciones, fuimos una buena tropa al hospital con ella. Todos queríamos estar con ella, pero los médicos –lógicamente– no nos dejaban. Cuando nació, con parto natural, le empezaron a llover regalos y más regalos. Todos sentíamos que era nuestro bebé. Le ha puesto el nombre del Papa: Francisco. Aunque somos pobres, la alegría que surge de un bebé es sorprendente. Las grandes riquezas de los pobres siempre son los hijos.