«Volveré a buscarte, convencido de que me abrazarás como el Padre al hijo pródigo» - Alfa y Omega

Escribe Alejandro, cordobés de 28 años, drogadicto y asiduo a la prisión desde los 20 años. En diciembre le dieron el tercer grado y solo tenía que dormir en la cárcel. Por la mañana colaboraba en el comedor Ave María y por la tarde trabajaba de camarero. El 15 de marzo le perdimos la pista. Había comenzado a drogarse. El 10 de abril llegó otra vez a Soto. El 9 de mayo lo llevaron a la prisión de Córdoba. El día anterior, sentado en la mesa de su celda, me escribió esta carta:

«En la soledad de mi celda, escuchando a Frank Sinatra, amargamente te escribo estas palabras porque tengo el pálpito de que hoy será el ultimo día que nos veamos en una larga temporada. Me estoy ahogando en un mar de lágrimas porque, aunque aún no me he ido, ya te echo de menos. Tú no eres solo ese cura que se mete con los internos con mucho cariño. Eres un padre y un amigo, eres la mejor compañía que se puede tener, eres grande, Paulino. Nunca te lo he dicho, pero estás en mi corazón al igual que Jesús. Con Jesús me desahogo todas las noches, le repito constantemente que le quiero. Tengo que decirte que ya formas parte de mi vida. Contigo me siento protegido. Un día conseguiste que me acercara a Jesús y me fiara de Él, aunque a veces os he fallado a los dos.

La Misa de hoy me ha ayudado a arrodillarme y a quitar de mi corazón una espinita que tenía clavada: el haberte fallado cuando estaba en libertad. Hoy te pido perdón y el abrazo que te di así lo quiso manifestar. Me voy de Soto, pero un día seré libre y te doy mi palabra de que volveré a buscarte, convencido de que me abrazarás como el Padre al hijo pródigo porque, como él, reconozco que me he equivocado.

Emocionado me sentaré en la mesa de la fraternidad que tú preparas a aquellos que se equivocan, que caen mil y una veces, y se levantan. Y un deseo que espero me ayudes a cumplir: quiero volver a ser persona y ayudar a levantarse a los que, como yo, están caídos. Amigo, contigo he aprendido que ser feliz no es tener una vida perfecta. Ser feliz es reconocer que la vida vale la pena vivirla a pesar de las dificultades».