El reto, «proponer con credibilidad la Buena Noticia» - Alfa y Omega

El reto, «proponer con credibilidad la Buena Noticia»

El Sínodo de los Obispos sobre la familia es, sin duda, uno de los grandes acontecimientos por los que pasará a la Historia el pontificado del Papa Francisco. En primer lugar, por la materia elegida, de la que depende la alegría y el sufrimiento más profundo para la vida de las personas. Pero, sobre todo, este Sínodo será recordado por sus novedades, que están imprimiendo un nuevo dinamismo a toda la Iglesia

Jesús Colina. Roma
Un padre con su hija durante la Vigilia organizada el sábado por la Conferencia Episcopal Italiana

Al inaugurar la asamblea sinodal, en la mañana de este lunes, 6 de octubre, el Papa argentino, como acostumbra, expresó sin pelos en la lengua lo que se espera de los participantes: «Hablar claro». En las palabras que dirigió a los 191 participantes de todos los continentes (entre ellos, 62 cardenales, 7 Patriarcas, 67 arzobispos, 48 obispos), planteó la condición básica de este Sínodo: «Que nadie diga: Esto no se puede decir; qué pensarán de mí…».

«Hay que decir todo lo que se siente», aseguró Francisco, confesando una experiencia que había vivido cuando tuvo lugar, en febrero pasado, el consistorio de cardenales en el que se afrontó la cuestión de la familia. «Un cardenal me ha escrito diciendo: Qué pena que algunos cardenales no han tenido el valor para decir cosas por respeto al Papa. Quizá pensaban que el Papa pensaba algo diferente. Esto no está bien -subrayó el obispo de Roma-. Esto no es sinodalidad. Hay que decir todo lo que en el Señor se siente que hay que decir: sin respeto humano, sin cobardía».

La segunda condición que el Papa puso a los participantes en el Sínodo fue «escuchar con humildad y acoger con el corazón abierto lo que dicen los hermanos». Hablar con claridad y escuchar con humildad son las dos condiciones para el éxito de este Sínodo que el Papa ha convocado de manera extraordinaria, es decir, para responder a una emergencia particular que está viviendo la Iglesia a nivel mundial: la disgregación y fragilidad de la familia.

En este Sínodo, están convocados de manera particular los Presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo, así como los jefes de los 13 Sínodos de los Obispos de las Iglesias orientales católicas, al igual que 25 responsables de organismos de la Curia romana.

Novedades

Una de las novedades traídas por el Papa consiste en invitar a la Asamblea a 38 auditores, en buena parte matrimonios que, al inicio de cada sesión, están tomando la palabra para ofrecer a los obispos su testimonio de vida familiar, de manera que la discusión pueda tener más en cuenta la vida real de las parejas. La otra gran novedad de este Sínodo es que no se trata de una etapa en un gran proceso para toda la Iglesia: le seguirá otro Sínodo sobre el tema de la familia el próximo año, pero en esa ocasión abierto a una mayor representatividad de obispos de todo el mundo.

Por tanto, el encuentro que se está celebrando en el Vaticano hasta el 19 de octubre no está llamado a agotar la formulación de respuestas que la Iglesia puede ofrecer a la emergencia que hoy vive la familia. Por este motivo, y a diferencia de los anteriores, el actual Sínodo no concluirá con una serie de propuestas que el Papa recoge en un documento (Exhortación apostólica postsinodal) para que se conviertan en patrimonio de toda la Iglesia. Eso tendrá lugar al final de todo este proceso de dos Sínodos.

Este Sínodo concluirá con una Relación, es decir, un documento en el que se recogerán las discusiones, que será redactado por los equipos de trabajo en los que se dividen los obispos participantes, y que después será aprobado por votación por la Asamblea general. Esa Relación del Sínodo será el documento de trabajo en el que se basarán los obispos del mundo para las discusiones del próximo año.

Celebración en la basílica de San Pedro, el pasado domingo, de la Misa inaugural del Sínodo de los Obispos sobre la familia

El peligro del Sínodo

El Sínodo fue solemnemente inaugurado por el Papa con una solemne concelebración en la basílica de San Pedro del Vaticano, en la que alertó a los obispos sobre el peligro más evidente que puede vivir todo Sínodo. «Las asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente…», advirtió. «Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la Humanidad».

Al discutir sobre la familia, el Papa también invitó a los obispos a no caer en la tentación de «los malos pastores» que «cargan sobre los hombros de las personas fardos insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo… Somos todos pecadores, y también nosotros podemos tener la tentación de apoderarnos de la viña, a causa de la codicia que nunca falta en nosotros, seres humanos», reconoció. «El sueño de Dios», que es su pueblo, prosiguió, «siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos frustrar el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad», concluyó en la homilía de inauguración del Sínodo.

El verdadero desafío del Sínodo

Como explicó el Relator general de este Sínodo, el cardenal Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest, en la Relación que expuso los temas de debate, este Sínodo no tiene por objetivo discutir o cambiar la doctrina sobre la familia. La unión de por vida entre el hombre y la mujer constituye un elemento esencial de la Biblia, desde sus primeras páginas, y patrimonio de la Iglesia en sus dos mil años. Lo que busca esta Asamblea es comprender cómo la Iglesia debe ser madre de las personas que viven el drama de la ruptura.

El Papa lo explicó con estas palabras en la Vigilia que presidió este sábado, al anochecer de Roma, en la plaza de San Pedro, con la participación de 40 mil personas. A esa hora del final del atardecer, el obispo de Roma pidió pensar en los miles y miles de personas que, esa noche, la pasarán sin nadie que les diga que les ama. «Es la hora más pesada para quien se encuentra cara a cara con la propia soledad, en el crepúsculo amargo de los sueños y de los proyectos no realizados: cuántas personas arrastran los días en el callejón sin salida de la resignación, del abandono, o peor, del rencor. En cuántas casas falta el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor -la sabiduría misma- de la vida».

Este Sínodo, reconoció el Santo Padre, busca «escuchar los latidos de este tiempo y percibir el olor de los hombres de hoy, hasta quedarnos impregnados de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias. De este modo, sabremos proponer con credibilidad la buena noticia sobre la familia».

Situaciones difíciles

En su Relación sobre los elementos de discusión de este Sínodo, el cardenal Erdö expuso algunas de «las situaciones pastorales difíciles» que este Sínodo está llamado a analizar. La primera urgencia que hoy tiene la Iglesia es la de presentarse como una casa paterna en la que las personas se sientan acogidas para «curar las heridas y volver a caminar junto a toda la comunidad eclesial».

«Es necesario reflexionar sobre la mejor manera de acompañar a las personas que se encuentran en situaciones difíciles, para que no se sientan excluidas de la vida de la Iglesia. Además, es necesario encontrar formas y lenguajes adecuados para anunciar que todos son y siguen siendo hijos y son amados por Dios Padre y por la Iglesia Madre». En este sentido, el Relator del Sínodo consideró que la clave está en conjugar la verdad con la misericordia. La Iglesia debe «recurrir a la medicina de la misericordia, más que a las armas del rigor», explicó, citando a san Juan XXIII.

«La misericordia no libera de los compromisos matrimoniales que nacen de las exigencias del vínculo matrimonial», aclaro el cardenal húngaro. «Éstos subsisten incluso cuando el amor humano flaquea o ha terminado. Significa, en el caso de un matrimonio sacramental, después de un divorcio, mientras el otro cónyuge todavía vive, que no es posible un segundo matrimonio reconocido por la Iglesia».

En el caso del fenómeno cada vez más extendido de las connivencias y uniones civiles al margen del matrimonio, el cardenal Erdö consideró que la respuesta de la Iglesia no es reconocerlas (sería una contradicción en términos, pues estas parejas no piden esto a la Iglesia). Por tanto, la Iglesia está llamada a encontrar «las palabras adecuadas para dar a comprender el valor de la unión matrimonial y de la vida familiar a la luz del Evangelio».

Por lo que se refiere a la atención de los divorciados que se han vuelto a casar, como explicó el cardenal Erdö, hay que dejar claro que estas personas «pertenecen a la Iglesia». Y que «tienen necesidad y el derecho de ser acompañadas por sus pastores», subrayó el Relator del Sínodo, sugiriendo que, en cada diócesis, haya algún sacerdote particularmente preparado para ayudar a estas personas.

En ocasiones, los divorcios tienen lugar en el seno de matrimonios que nunca lo fueron, pues los novios no eran conscientes de los compromisos que asumían en la boda. Por este motivo, otro de los argumentos que está analizando este Sínodo es el de los procesos eclesiásticos de declaración de nulidad de los matrimonios, que en ocasiones son sumamente largos y dolorosos.

Por último, entre los temas a analizar por este Sínodo, el cardenal Erdö pidió estudiar la práctica de las Iglesias ortodoxas, que ante casos de matrimonios fracasados, se permite un segundo matrimonio precedido por un camino penitencial. «Este estudio se hace necesario para evitar interpretaciones y conclusiones no suficientemente fundadas», advirtió.

Éstos son algunos de los temas más candentes de este Sínodo sobre los que están discutiendo los obispos en el Vaticano. Alfa y Omega les mantendrá al tanto de las propuestas y discusiones.

Más que grandes discursos, intercambio de experiencias

«Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente…», advirtió el Papa en la Misa de inauguración del Sínodo. El intercambio de ideas es un aspecto importante, pero Francisco hace especial hincapié en el intercambio de iniciativas concretas. «Es importante captar estas experiencias significativas presentes en los diversos ámbitos de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre las que ejercer un discernimiento adecuado, para después incorporarlas a la red, involucrando así a otras comunidades diocesanas», les dijo el viernes a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas, entre ellos el español monseñor Ricardo Blázquez, reunidos en Roma en Asamblea Plenaria del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), en torno al tema Familia y futuro de Europa. «No faltan -añadió el Papa- diversas experiencias de pastoral de la familia y de compromiso político y social para ayudarlas, sea a las que viven una vida matrimonial normal, como a las marcadas por problemas o rupturas». Entre estas experiencias, puso como ejemplo a «los novios que viven en serio la preparación para el matrimonio; matrimonios que dan la bienvenida a los hijos de otros en custodia temporal o adopción; grupos de familias que en las parroquias o en los movimientos se ayudan en el camino de la vida y la fe».

En su discurso, el Pontífice dedicó especial atención al campo de la libertad educativa. «Se trata -dijo- de apoyar a los padres en la responsabilidad de educar a sus hijos, protegiendo el derecho fundamental de que den a sus hijos la educación que consideren más adecuada. Los padres, de hecho, siguen siendo los primeros y principales educadores de sus hijos, por lo que tienen el derecho de educarlos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. En este sentido, se podrán delinear directivas pastorales comunes y coordinadas para promover y sostener eficazmente las escuelas católicas».

Por último, Francisco invitó a los obispos europeos a favorecer la comunión entre las diversas Iglesias de Europa, y a «ser una voz profética en la sociedad, especialmente cuando el proceso de secularización en curso en el continente europeo tiende a hacer cada vez más marginal hablar de Dios».

R. B.