Ricardo Blázquez: «No podemos lanzar la verdad del Evangelio contra nadie» - Alfa y Omega

Ricardo Blázquez: «No podemos lanzar la verdad del Evangelio contra nadie»

Se ha clausurado el Sínodo extraordinario de los Obispos sobre la familia. Toca empezar ya a preparar el Sínodo ordinario de octubre de 2015, del que saldrán las orientaciones pastorales concretas. Estamos en medio de un período de reflexión en los episcopados de todo el mundo. Monseñor Ricardo Blázquez, uno de los tres obispos españoles que participaron en el Sínodo (junto a los cardenales Sebastián y Martínez Sistach), informará sobre los debates en Roma en la próxima Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, del 11 al 14 de noviembre

Ricardo Benjumea
El Santo Padre saluda a monseñor Ricardo Blázquez, durante el pasado Sínodo de los Obispos sobre la familia

¿Con qué mensaje o acentos pastorales se queda usted del Sínodo de los Obispos?
Yo acentuaría que el Papa Francisco, a través del Sínodo de los Obispos, quiere profundizar en la colegialidad episcopal. Desde el primer momento, nos pidió claramente que habláramos con libertad y con claridad, escuchando a los demás con humildad. Esto es importante, y debe tener repercusiones en otros organismos y ámbitos de la Iglesia, como las Conferencias Episcopales, que son otra realización concreta de la colegialidad. También nosotros, en la CEE, tenemos que plantearnos de qué forma sintonizar con estos acentos que el Papa va introduciendo.

En el ámbito de los desafíos pastorales de la familia, destacaría el acercamiento a las personas que sufren. Detrás de esos desafíos pastorales, hay siempre personas concretas. Acercarse a ellas, dialogar, ver qué ha pasado en su vida, cómo se encuentran, en qué podemos ayudar nosotros… Esa cercanía es necesaria para que la sabiduría del corazón la pongamos en movimiento para poder discernir mejor los caminos del Evangelio en las situaciones concretas. A mí, esto me ha parecido importante a lo largo de estas semanas en Roma, porque la verdad del Evangelio no es nunca algo que podamos lanzar contra nadie. En primer lugar, tenemos que recibirla nosotros con docilidad, y después compartirla generosamente.

Al recibir a los Presidentes de las Conferencias Episcopales europeas, el Papa pidió que, en el Sínodo, se intercambiaran iniciativas concretas en el ámbito de la pastoral familiar. ¿Se trae usted alguna idea de Roma?
Efectivamente, esto también forma parte de la sinodalidad, poner en común las experiencias. Es verdad que hay muchas iniciativas que están funcionando en las diversas Iglesias. Pienso ahora en una bien interesante en Bélgica, que contó el arzobispo de Bruselas-Malinas, de encuentros con personas divorciadas. Pero se han expuesto muchas otras. Aparte de los Padres sinodales, había matrimonios y expertos en pastoral familiar que nos han informado y nos han ofrecido su testimonio.

Esta Asamblea sinodal que hemos celebrado está abierta a la Asamblea ordinaria que se celebrará en octubre de 2015. Esto no podemos olvidarlo. En este entretiempo, tendrán que crearse grupos de reflexión para estudiar algunos núcleos de carácter teológico, canónico o pastoral que necesitan una profundización mayor. Pero también parece importante que unos y otros vayamos acumulando experiencias para ponerlas en común, para que se vayan decantando las maneras, formas, acciones pastorales…

¿Cómo va a ser ese proceso hasta el Sínodo de 2015?
Igual que ha hecho el Sínodo bajo la presencia del Papa, sería bueno que también, en nuestras sociedades, cada uno a nuestro modo, hiciéramos un alto en el camino para ver cómo estamos tratando a la familia. Es importante que se abra un debate sobre cómo está la familia, qué problemas y desafíos existen… Por ejemplo, bastantes Padres sinodales hablaron de un proceso de desinstitucionalización de la familia, porque a veces no se entiende que la familia no es una cárcel, sino una institución, de la que depende la felicidad de la persona y la estabilidad de la sociedad.

El debate público que se ha suscitado no es ése, sino más bien si la Iglesia va a cambiar o no este o aquel punto de su doctrina…
En relación con esto, es claro que ningún Padre sinodal, ninguno de los participantes como consejeros o auditores tenía en absoluto la intención de cambiar la doctrina cristiana sobre la familia.

Pero el debate en los medios sí es ése.
Es posible. Ya comprendo yo que hay determinados puntos que son los que atraen la atención de los medios, y a través de los medios, de la sociedad. Pero la indisolubilidad del matrimonio o la apertura a la vida son cuestiones que no se debaten. A veces, hay algunos informadores que tienden a prolongar lo que ya no es información, sino mera hipótesis, pero la doctrina cristiana sobre el matrimonio y la familia es clara para todos.

¿Tiene usted prevista alguna iniciativa concreta desde la Conferencia Episcopal en preparación del Sínodo de 2015?
En la próxima Asamblea Plenaria de noviembre, informaré sobre lo vivido durante estas dos semanas, y de lo que ya se venía viviendo desde que recibimos el cuestionario enviado por la Santa Sede. Necesitamos continuar la reflexión, con la vista puesta en la próxima Asamblea sinodal, con la Relatio Synodi como herramienta para desbrozar el camino.

El Papa saluda a una niña, el sábado pasado, en el Vaticano

¿Van a ir trabajando ya las diócesis en temas concretos que han suscitado práctica unanimidad, como la mejora de la preparación de los novios para el matrimonio?
Sí, esto se viene haciendo ya. Por ejemplo, en Valladolid estamos reflexionando sobre cómo ha funcionado la preparación al matrimonio en los últimos años y qué podemos hacer ahora. Hay cosas que no tienen por qué esperar. En el Sínodo ha habido muchas voces que han pedido una preparación más intensa para el matrimonio, con una mayor vinculación entre los sacramentos de iniciación cristiana y el sacramento del Matrimonio, porque todos observamos que el sentido del matrimonio cristiano se percibe cuando hay una formación y una experiencia cristiana. Además, la transmisión de la fe a los hijos acontece cuando hay una preparación y una responsabilidad misionera. Esto necesitamos fomentarlo, de modo que la celebración del matrimonio no sea como un episodio casi aislado tras muchos años de poca práctica cristiana y que, terminada la celebración, si te he visto no me acuerdo. Necesitamos que el sacramento del Matrimonio se sitúe en un itinerario de fe de los novios.

También parece que ha habido acuerdo en la necesidad de reformar el proceso de las nulidades.
El Papa ha creado ya una comisión sobre esto. Hay diversas cuestiones de carácter hipotético a tener en cuenta, pero lo que sí que parece claro a todos es que el proceso de declaración de nulidad tiene que ser más expeditivo y más rápido. Si dura varios años, es un problema para las personas que lo están aguardando. Es verdad que las cosas hay que hacerlas bien, y eso requiere tiempo, pero tienen que ser más rápidos los procesos de nulidad.

El Sínodo ha puesto el foco, por así decir, en el hijo pródigo, en lo que se ha denominado situaciones irregulares. ¿No teme que se genere cierta incomprensión en el hijo mayor de la parábola, y puedan sentirse desatendidas las familias que viven su fe en medio de las dificultades?
Lo que se ha tratado en el Sínodo son los desafíos de carácter pastoral en la familia. Por tanto, un matrimonio y una familia que son ejemplos de vida cristiana no producen ninguna inquietud. Nos produce inquietud, y mucha, el número tan alto de divorcios, el porcentaje tan alto de jóvenes que conviven sin intención de contraer matrimonio… Se produce una huida de lo institucional que a todos nos interroga. Se trata de ver cómo atender a las familias —muchas veces ha aparecido la expresión heridas— que sufren. El médico es para los enfermos… ¡El sano no se ponga celoso porque el médico atiende al enfermo!

¿Sobre qué asuntos habló usted en el Sínodo?
Yo insistí, en primer lugar, en la grandeza de la vocación al matrimonio y a la familia cristiana, que junto con la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son grandes vías de la realización cristiana. He insistido también en la necesidad de preparación, no una preparación de tres o cuatro encuentros, sino una preparación más amplia. De hecho, estamos viendo que los encuentros matrimoniales ya muchas veces no giran en torno a cuestiones de estricta vida conyugal o de carácter psicológico o jurídico, sino sobre cuestiones fundamentales de la fe que no podemos dar ya por supuestas. Y también planteé la pregunta de por qué tantos jóvenes, a la hora de contraer matrimonio, se encogen de hombros. ¿Qué pasa? Hay un proceso cultural de desinstitucionalización. Hay un debilitamiento en la fe. Hay problemas de carácter social, laboral que están retardando el matrimonio de los novios. Tenemos que ayudarlos, tenemos que ser conscientes de todas estas cuestiones.

¿Cómo ayudar a quien, a priori, no se quiere dejar ayudar? Algunos comentarios parecen presuponer que hay una multitud fuera deseando que la Iglesia le abra sus puertas para entrar, cuando, por desgracia, no es así.
El matrimonio es una realidad de fe, un sacramento, pero también una institución de la Humanidad. La sociedad no gana nada si se multiplican las convivencias sin una estabilidad matrimonial. La salud y el futuro de una sociedad depende de la salud del matrimonio y de las familias. La desestructuración de la familia repercute en la desestructuración de nuestra sociedad.

¿Y cómo encontrar a esas personas heridas alejadas de la Iglesia?
Tenemos todos que ponernos manos a la obra. Son a veces los padres quienes pueden llegar a esas situaciones, invitando y reflexionado serenamente con sus hijos. Son a veces los amigos cristianos, las parroquias, los movimientos… Todos tenemos que acercarnos, sin orgullo ninguno, con toda sencillez, a la vida de estas personas. Ésta es mi experiencia: cuando se produce una ruptura matrimonial, inicialmente da la impresión de que viene una liberación, pero a la vuelta de la esquina aparece un gran sentido de soledad. También de esto se ha hablado en el Sínodo. Fuera del matrimonio y de la familia, si se me permite la expresión, hace mucho frío. Estamos como desarbolados, vivimos a la intemperie…

Hay muchas experiencias concretas ya en funcionamiento. La Relación sinodal alude a los Centros de Orientación Familiar en las diócesis. El de Valladolid funciona muy bien. Y está RedMadre, que ayuda a madres en gestación en dificultades para llevar a término el embarazo; grupos de familias de acogida… Hay realmente vías abiertas, muchas cosas funcionando bien. No son noticia habitual, pero gracias a Dios existen. Hay muchas personas heridas al borde del camino que piden nuestra ayuda, esperando encontrarse con una mano amiga. No pasemos de largo. No miremos para otra parte. Aquí hay trabajo para todos: para los cristianos, para los ciudadanos, las Administraciones…