De las drogas, el alcohol y el trapicheo a la alegría del rencuentro - Alfa y Omega

Dos hermanos, Antonio y Roberto, criados en una familia donde la droga, el alcohol y el trapicheo era el pan nuestro de cada día. Llevan años sin verse por culpa de la cárcel en la que está sumergido Antonio. Roberto, con 39 años, tiene un trabajo estable, es padre de dos hijos. Antonio, de 36, está enganchado a la droga desde los 18 y la cárcel es su hogar habitual. Tiene tres hijos con varias mujeres y ninguno quiere saber nada de él. Dentro de la cárcel ha estado años en aislamiento por peleas, broncas y sanciones.

En enero de 2015 salió de la prisión. Recuperó la relación con su hijo Javi, de 4 años, y con la madre de este, hasta que a finales de noviembre la droga y una nueva mujer lo llevaron de nuevo a la cárcel. Se derrumbó y se dio cuenta de que necesitaba hacer algo. Solo en el mundo, sintió la necesidad de recuperar a su hermano, Roberto. Habló conmigo y comenzó a buscar apoyo en Dios. Me pidió localizar a su hermano. Hablé con él varias veces. Le propuse reanudar la relación y aceptó. Comienza con una carta. Esta es la contestación de Antonio:

«¡Hermano!, no te puedes ni imaginar la alegría que tengo al haber recibido tu carta… ¡No la esperaba! Pensé que nunca podría hacer partícipe de mi situación a nadie de los míos. Ahora puedo decirte que me equivoqué y por eso lloro mucho, hermano, ya que la única esperanza que me quedaba eras tú. Siempre te sentía en la distancia. Todos los días preguntaba a Dios, ese amigo que nunca falla: ¿Por qué tanto silencio por tu parte? Ni un solo día he dejado de pedir por ti. Hoy, después de muchos años, es la primera vez que lloro de alegría. Mi hermano ha vuelto, “estaba perdido y lo he encontrado”. Cuando me han llamado para darme la carta y he visto tu nombre no me lo creía. Dios me ha enseñado una cosa: a ser paciente y a saber esperar. Te creía perdido, pero Dios te ha vuelto a poner en mi camino. Hermano, te necesito, estoy como loco por verte y abrazarte. Espero que dentro de poco podamos hacer la fiesta del reencuentro, como lo hizo el padre cuando regresó su hijo pródigo. Gracias, Padre, contigo todo es posible».