El renacimiento católico francés, en el frente - Alfa y Omega

El renacimiento católico francés, en el frente

Redacción

Como a miles de jóvenes franceses, al escritor Henri Ghéon la guerra le cambió la vida. En su caso, le llevó a Dios. Antiguo compañero de correrías homosexuales de André Gide, en el frente conoció al oficial de marina Dupouey, converso al catolicismo. Ghéon quedó impresionado por el veterano. Tras la muerte de éste, en 1915, confirmó su sospecha de que también él había tenido tendencias homosexuales. Supo además, por su capellán, que había muerto como un santo. Su ejemplo fue un acicate para el escritor, que empezó a leer libros religiosos y comulgó la Navidad siguiente.

Su historia se recoge en el libro El resurgimiento católico en la literatura europea moderna, de Enrique Sánchez Costa (Ediciones Encuentro). También destaca la historia de Pierre Villard, discípulo de Jacques Maritain. Cayó en el frente el 28 de junio de 1918; un día después de confesarse por primera vez en años. Dejó parte de su fortuna a Maritain, que la empleó en financiar una revista literaria y en comprar una casa en la calle Meudon, de París, donde él y su mujer organizaron durante décadas encuentros filosóficos, literarios y espirituales; un auténtico centro del renacimiento católico francés.

Si algo simboliza la pérdida que supuso la Primera Guerra Mundial para la cultura, bien puede ser la muerte, durante sus primeros meses, de tres amigos escritores, conversos al catolicismo o en camino hacia la conversión. El más conocido de ellos es Charles Péguy (foto 1). Su muerte fue un colofón heroico a una vida dramática. En 1907, había descubierto la fe católica, pero a escondidas de su mujer Charlotte. Atea y anticlerical, no hubiera aceptado casarse canónicamente ni bautizar a sus hijos. Péguy no quiso abandonarla, lo que lo mantuvo apartado de los sacramentos hasta el final de su vida: «Sufro atrozmente -había escrito-. ¡Ay, si pudiera comulgar!»

Su amigo Ernest Psichari (foto 2) sí había llegado a la meta. Anticlerical y socialista en su juventud, tuvo varias relaciones homosexuales cuando estaba destinado como soldado, a principios de siglo, en África. La conversión de Jacques Maritain y de Péguy le influyó mucho, y en 1913 fue admitido en la Iglesia y comulgó. Meses después, caía en Verdún. Alain-Fournier (foto 3) fue, como Péguy, un católico sin sacramentos. Desde que sintió por primera vez la inquietud religiosa, en 1907, había ido acercándose a la fe. En 1913, escribió al poeta Morice, recién convertido, que «nosotros, que somos desde hace tiempo cristianos; nosotros, a quienes sólo nos falta el coraje de reconocerlo, consideramos vuestro ejemplo con mucha admiración y pavor». La guerra truncó este camino.

Afortunadamente, otros muchos escritores católicos sobrevivieron. Jacques Rivière (foto 4), cuñado de Fournier, había vuelto a comulgar en la Navidad de 1913. Pasó gran parte de la guerra en el campo de prisioneros de Königsbrück, donde se dedicó a impartir a sus compañeros charlas religiosas, recogidas después en En la huella de Dios. En 1919, Rivière dejó de practicar el catolicismo. Sin embargo, tras su muerte por tifus en 1925, su viuda Isabelle -hermana de Fournier- siempre aseguró que había muerto como católico.