El Papa que pidió limosna - Alfa y Omega

El Papa que pidió limosna

José Francisco Serrano Oceja

En los siglos XX y XXI, la Iglesia ha tenido unos Papas muy destacados. Algunos, de largos períodos; otros, con menos tiempo en el servicio a la sede de Pedro. Unos y otros han sido un ejemplo de amor a Jesucristo y a la humanidad. Bernanos, el gran escritor francés, escribió: «Amo a esta Iglesia tal como es. Si por acaso mañana me encontrara fuera de la Iglesia no permanecería ni cinco minutos, aunque tuviese que arrastrarme de rodillas, o a gatas, pero haría todo lo posible por volver a entrar en ella». Y el dominico P. Clérissac, confesor de J. Maritain, solía decir que cuando se trata de la Iglesia hay que estar dispuesto no solo a sufrir por la Iglesia, sino también «a causa de la Iglesia».

Estas frases sintetizan la vida del que fuera Juan Pablo I, un Papa fugaz para la historia, un desconocido de gran parte de la historiografía y del gran público. Todo lo que rodea a su muerte –episodio muy delicadamente explicado en esta biografía– ha centrado en gran medida la atención sobre la vida del Papa Luciani. Sin embargo, esta biografía de la especialista en historia Cristina Siccardi nos pone de nuevo en valor a Juan Pablo I al ofrecer un retrato del perfil humano y espiritual de quien fuera un hombre humilde, que tuvo no pocas dificultades en la vida y en ministerio, y que supo sortearlas con un especial sentido de la providencia. Su inteligencia natural y su sencillez hicieron posible que su servicio a la Iglesia fuera progresando en responsabilidad. También hay que destacar su pasión por el estudio, sin afectaciones eruditas. Solía repetir aquello de san Francisco de Sales: «Hay que estudiar para acrecentar la propia estatura espiritual, hay que estudiar para hacer de uno mismo una ofrenda más escogida y grata a Dios».

Albino Luciani, que nació el 17 de octubre de 1912 en el pueblo italiano de Forno di Canale, es una sorpresa. Allí donde fue párroco; en Belluno, donde había sido vicario general; en Vittorio Veneto, su primera sede episcopal; en Venecia como patriarca; y en Roma, como sucesor de Pedro, siempre fue una sorpresa. «Sobre las rodillas de mi madre aprendí…», solía repetir. Un hombre, de una familia pobre, que llegó a pedir limosna por su pueblo dado que no tenían qué comer en su casa. Quizá a Juan Pablo I se le recuerde por sus catequesis; por la dimensión social en sus años de patriarca de Venecia; por algunas de sus respuestas a la convulsa historia de Italia que le tocó vivir; o por algunas de sus afirmaciones magisteriales, como, por ejemplo, aquella que decía: «Dios es padre, más aún, es madre. No quiere nuestro mal; solo quiere hacernos bien, a todos. Y los hijos, si están enfermos, tienen más motivos para que la madre los ame». La clave de su vida fue su sentido de la confianza en Dios, y ese su testimonio y testamento. «La confianza en Dios es el eje de todos mis pensamientos y de todas mis acciones», porque, como diría A. Manzoni, «prefiero ser débil en lugar de fuerte, porque Dios, a los fuertes, los hace caminar, mientras que, a los débiles, los lleva».

Juan Pablo I. Una vida de fe
Autor:

Cristina Siccardi

Editorial:

San Pablo