Peregrinos por gracia - Alfa y Omega

Peregrinos por gracia

«¿Qué conversación es la que lleváis por el camino?»: esta pregunta de Jesús resucitado a los discípulos de Emaús, según el relato evangélico de San Lucas, constituye el frontispicio de la Carta pastoral que el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio Barrio, ha escrito con motivo de la celebración del primer Año Santo Compostelano del tercer milenio cristiano, que comienza este primero de enero de 2004. He aquí algunos párrafos esenciales de esta exhortación, que sirve de anuncio y, al mismo tiempo, de introducción a este nuevo Documentos Alfa y Omega, en el que ofrecemos también a nuestros lectores la Carta pastoral de los obispos del Camino de Santiago en España, hecha pública en la víspera de la fiesta del Apóstol Santiago de 1988, con ocasión del Año Santo Jacobeo, que iba a celebrarse el año 1989, en el que tendría lugar el encuentro de los jóvenes con el Papa en Santiago de Compostela, para celebrar la IV Jornada Mundial de la Juventud

Julián Barrio Barrio
«¿Qué conversación es la que lleváis por el camino?». Cristo, camino de Emaús. Monasterio de Silos.

A la tumba del Apóstol Santiago siguen llegando numerosos peregrinos de todo el mundo en el discurrir de cada año. No ignoramos en estos momentos el significado y el relieve que ha conseguido el fenómeno jacobeo en relación con el Camino de Santiago, la peregrinación y el Jubileo. Desde una lectura supuestamente crítica en otros tiempos, se está pasando a reducir la antropología del hombre en camino a un acontecimiento meramente político-cultural-turístico, olvidando la dimensión religiosa. Se intenta hacer simplemente una lectura secularizada de la realidad jacobea.

–Los comienzos del tercer milenio del cristianismo, con toda la carga simbólica y expresiva que ello encierra y con todos los retos que la Iglesia ha de afrontar en esta nueva etapa de su camino, sitúan providencialmente a este Año Santo en una perspectiva especial para responder a la invitación a remar mar adentro en la hondura de nuestro compromiso cristiano. De un modo u otro la herencia espiritual y cultural de Compostela se nos presenta, en estos momentos, como inequívoca luminaria que orienta el espíritu cristiano de Occidente.

–La celebración festiva de este Jubileo, Año de Gracia, tiene que ser para todos motivo de alegría y esperanza, como llamada a la conversión continua en la vida de los cristianos. En la noche de la fe y de la esperanza por la que estamos pasando, el peregrino jacobeo tiene que ser vigía que anuncie la aurora de la vida después de la muerte, proclamando la fe en la resurrección y en la vida eterna, y haga fácil el camino de la peregrinación, practicando las virtudes más humildes.

–Es preciso abandonar toda forma de idolatría en nuestros tiempos y aspirar a glorificar a Dios sin dejarnos amedrentar por los que enseñan doctrinas extrañas al Evangelio. En este propósito, se peregrina a Santiago para confesar la fe en Cristo, acoger la gracia del perdón por la penitencia y el sacrificio y hacer memoria de los orígenes apostólicos de nuestra tradición cristiana.

–Gracia y conversión son las coordenadas por las que se tiene que regir toda peregrinación. El principio esencial de la vida cristiana es la primacía de la gracia, que está muy lejos de aquella tentación de adulterar todo camino espiritual y la acción pastoral, al pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar.

–La peregrinación a Santiago de Compostela durante el Año Jubilar constituirá un acontecimiento capital para la comunidad cristiana universal en el empeño de renovar la vitalidad de la fe. El secular papel de lugar de encuentro que posibilita la ciudad del Apóstol Santiago en el concierto internacional y la extraordinaria herencia histórica y cultural del Camino de Santiago se revitalizan con la llegada de numerosos peregrinos procedentes de todos los continentes del mundo.

–La peregrinación, como experiencia religiosa universal, sigue manteniendo en la actualidad los elementos esenciales de su espiritualidad, puestos de relieve en las diferentes dimensiones: escatológica, penitencial, festiva, cultural, apostólica y de comunión.

–La peregrinación a Santiago de Compostela ha contribuido, sin duda alguna, a la unidad e integración de Europa. Juan Pablo II expresa magníficamente esta realidad cuando afirma: «Europa entera se ha encontrado a sí misma alrededor de la memoria de Santiago, en los mismos siglos en los que ella se edificaba como continente homogéneo y unido espiritualmente. Por ello el mismo Goethe insinuará que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando».

–El Codex Calixtinus describía con alegría y admiración a mediados del siglo XII la congregación de representantes de todos los pueblos de Europa en torno al Sepulcro del santo Apóstol: «Causa alegría y admiración contemplar los coros de peregrinos al pie del altar venerable de Santiago en perpetua vigilancia: los teutones a un lado, los francos a otro, los italianos a otro; por todo ello toda la iglesia se ilumina como con sol en un día claro. Cada uno con sus compatriotas cumple individualmente con maestría las guardias. Unos tocan cítaras, otros liras, otros tímpanos, otros flautas, caramillos, trompetas, arpas, violines, ruedas británicas o galas, otros cantando con cítaras, otros cantando acompañados de diversos instrumentos, pasan la noche en vela; otros lloran sus pecados, otros leen los salmos, otros dan limosna a los ciegos. Allí pueden oírse diversidad de lenguas, diversas voces en idiomas bárbaros; conversaciones y cantilenas en teutón, inglés, griego y en los idiomas de otras tribus y gentes diversas de todos los climas del mundo. No existen palabras ni lenguaje en los que no resuenen sus voces». Santiago de Compostela se convierte, pues, en meta de un Camino que los peregrinos recorren para hacer memoria de la tradición apostólica ante el olvido de nuestras raíces cristianas. Es preciso dar a los hombres una esperanza; a los que no tienen ninguna y a los cristianos que han olvidado a qué precio han sido rescatados.

–La secularización, la increencia como mentalidad, la descristianización nos han llevado a una crisis religiosa que ha generado la crisis cultural que vive Europa. Pese a la tendencia a una desacralización radical de la visión del mundo, favorecida sucesivamente por la Ilustración y por los historicismos materialistas o idealistas, en medio de todo no sería justo afirmar que el contenido cristiano no sigue siendo una referencia en nuestra vida. La cultura jacobea constituye una llamada constante a la fe en Cristo, y el ahondar en las huellas de su pasado y su presente es, no sólo una enriquecedora vivencia personal, sino un camino compartido de esperanza para un mundo cada vez más solidario y atento a sus más sólidas virtudes.

A lo largo del Camino…

–El cardenal Sodano ha dicho: «La Iglesia y Europa son dos realidades íntimamente unidas en su ser y en su destino. Han realizado juntas un recorrido de siglos y permanecen marcadas por la misma historia. Al encontrarse se han enriquecido mutuamente con valores que no sólo son el alma de la civilización europea, sino que también forman parte del patrimonio de toda la Humanidad. Por este motivo, Europa no puede abandonar el cristianismo como compañero de viaje en su camino hacia el futuro, lo mismo que un caminante no puede abandonar sus razones de vivir y de seguir adelante sin caer en una crisis dramática. Como el Papa ha señalado en varias ocasiones, las crisis del hombre europeo son las crisis del hombre cristiano, y las crisis de la cultura europea son las crisis de la cultura cristiana».

–En la actualidad asistimos a las consecuencias de las ideologías secularizadas que van desde la negación de Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al éxito económico; desde el materialismo y el hedonismo, que ataca los valores de la familia en su raíz, hasta un nihilismo que incapacita para afrontar problemas tan acuciantes como el de los nuevos pobres, el de los inmigrantes del tercer mundo, el de las minorías étnicas y religiosas, el de los nacionalismos fundamentalistas que llevan al terrorismo o el del recto uso de los medios de comunicación. Percibimos -dice el Papa Juan Pablo II- que «el cristianismo vive una situación de crisis, de desplazamiento existencial, de tiempos invernizos y que ha perdido influencia en las conciencias, relevancia social, audiencia y eficacia pública, presencia en las instituciones y en la configuración de la conducta».

–Ciertamente, no se trata de crear una Europa paralela ala existente, sino de mostrar a esta Europa que su alma y su identidad están profundamente enraizadas en el cristianismo, para poder así ofrecerle la clave de interpretación de su propia vocación en el mundo. La unidad de Europa será duradera y provechosa si está asentada sobre los valores humanos y cristianos que integran su alma común, como son la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, la tolerancia y el deseo de cooperación y de paz, es decir, ¡la Europa unida del tercer milenio!

–En esta hora también -dijo Juan Pablo II en la IV Jornada Mundial de la Juventud-, «Compostela, hogar espacioso y de puertas abiertas, donde se ha venido dispensando por siglos y siglos, sin discriminación alguna, el pan de la perdonanza y de la gracia, quiere convertirse en foco luminoso de vida cristiana, en reserva de energía apostólica para nuevas vías de evangelización». Éste es el anuncio gozoso y la invitación fraterna a traspasar los umbrales de la Puerta Santa en el Año Jubilar Compostelano 2004, primero del tercer milenio del cristianismo. En la casa delSeñor Santiago sigue resonando la llamada a la esperanza que consume pero transforma y rejuvenece a través del Evangelio siempre joven, y «la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5).