Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Maestro de buen humor

Durante sus primeros años en Madrid, san Josemaría desarrolló una intensa y generosa actividad entre enfermos, pobres y moribundos. Una de las religiosas que atendían los hospitales de aquella época, en condiciones inimaginables hoy, dice lo siguiente, evocando a san Josemaría: «Yo le recuerdo siempre alegre. Si tuviera que destacar una cualidad de él, creo que me quedaría con esta: la jovialidad, el gozo que emanaba de su persona. Nos alegraba la vida con su modo de ser». Él afirmó en varias ocasiones: «Nuestra misión es hacer alegre y amable el camino de santidad en el mundo». En numerosas tertulias ha quedado bien patente su sentido del humor: sube y baja desde la anécdota más amena al más alto misterio de la fe, y habla con ejemplos como lo hacía Jesús. Los oyentes ríen, se reconocen en la anécdota, se dejan llevar hacia lo alto. Dijo: «Perder el buen humor es una cosa grave. Buen humor hasta en el momento de la muerte».

Carlota Sedeño Martínez
Málaga

Felicitación

Actualmente es habitual en España criticar a los políticos, sean del partido que sean, ya ocupen un puesto de máxima o mínima responsabilidad. Pero me parece de justicia no generalizar, es más, deberíamos felicitar a todos los que por sus actos lo merezcan. Con ello les estimularíamos entre todos a elegir el camino del bien común, que es para lo que fueron elegidos.

Manuel Escribano Escribano
Boadilla del Monte (Madrid)

¿Socialismo o liberalismo?

Existe un tópico generalizado incluso en ambientes clericales que sostiene que un cristiano puede optar con su voto por la implantación de una sociedad socialista, incluso marxista. Pero esta opción no puede ni debe fundamentarse en el Evangelio. Se ha de verificar si la sociedad socialista es superior en su capacidad para lograr más libertad, más justicia social y mejor distribución de la riqueza que la sociedad basada en la economía social de mercado, como es el modelo actual de la sociedad española. Pero la experiencia demuestra que en las sociedades en la que se ha experimentado el socialismo real, la libertad, la justicia social y la distribución de la riqueza han sido más deficientes que en las sociedades en las que el modelo económico es el contrario. Pero esto no quiere decir aceptar sin más los defectos que presenta un liberalismo a ultranza, relacionados con la pobreza y la desigualdad social y económica. Ni el socialismo ni el liberalismo pueden apropiarse del Evangelio para imponer su particular visión de la política, porque el Evangelio no es una ideología, sino una forma de existencia fundamentada en las bienaventuranzas. Las grandes encíclicas sociales de los últimos Papas, como Centesimus annus o Laudato si’, se han distanciado tanto del capitalismo como del socialismo como formas de organizar la sociedad.

Fidel García Martínez
Gijón (Asturias)