Los concursos eran para el verano - Alfa y Omega

Los concursos eran para el verano

Isidro Catela
Los últimos ganadores de ¡Boom!. Foto: Antena 3

Hubo un tiempo televisivo en el que las bicicletas y los concursos eran para el período estival. Echaban veranos azules y buscábamos en El Grand Prix al pueblo más todoterreno de España. Ahora, sin embargo, los concursos han echado raíces en las grandes cadenas generalistas y, como si formaran parte de su más genuino ADN, son reconocibles durante todo el año en forma, fondo y horario. La franja vespertina, antes de que a las 21 horas lleguen las noticias, es un ejemplo paradigmático que nos invita a caer en la cuenta y a conocer el terreno que pisamos (Ahora caigo y ¡Boom!, en Antena 3), o a pasar palabra (Telecinco).

Con la impronta de un Arturo Valls en versión de permanente monologuista, de Juanra Bonet con una pizca de clown patoso y humor inglés, o del talento y la cara bonita de Christian Gálvez, los conductores son tan decisivos como encontrar en el casting a un Jero, a un David o a unos Rockcampers pitagorines a los que admirar por su sabiduría. Vuelven a estar de moda, porque el concurso que presume de ser la bomba, en Antena 3, acaba de dar el premio económico más alto de la historia de la televisión en España. Cuatro amigos de Valladolid, después de 67 programas demostrando algo más que cultura general, han ganado 2,3 millones de euros.

Tendemos a releer nostálgicamente la televisión de los últimos años en clave de telebasura, ese concepto que hizo fortuna para describir de otra manera aquella inolvidable parada de los monstruos cinematográfica. Somos homo videns muy reduccionistas cuando echamos así la vista atrás. La historia de la televisión tiene también su indispensable hilo conductor en los concursos. Nuestro tiempo ante las pantallas ha sido oro; hemos querido que, en justicia, el millón fuera para el mejor; hemos contando mil veces Un, dos, tres…; hemos pasado palabra y hemos explotado de alegría identificándonos con el otro, con aquel que gana (mucho o poco) porque sabe mucho y que no necesita airear irrelevancias de alcoba en los polígrafos que prometen una salvación a la carta.