Un grito de paz desde el corazón del Cáucaso - Alfa y Omega

Un grito de paz desde el corazón del Cáucaso

Un grito de paz desde una de las regiones más inestables del mundo. Paz no solo para el Cáucaso, también para Oriente Medio y otras partes del mundo. Una paz basada en la verdad y en la justicia. Sin importar las presiones políticas. Con ese mensaje viajó el Papa a Armenia. Tres días. Una visita corta pero intensa, no exenta de polémicas y críticas. Pero Francisco no se dejó condicionar. Ignoró las amenazas diplomáticas y desafió el statu quo. Reconoció una vez más el genocidio y desató la ira de Turquía. Al mismo tiempo retó a los armenios a superar el victimismo y a construir un futuro más allá del deseo de venganza

Andrés Beltramo Álvarez
Visita al memorial de Tzitzenakaberd, en la capital, Ereván, donde se honra a las víctimas del genocidio armenio. Foto: EFE/EPA/L’Osservatore Romano

Un viaje sensible. Así se presentaba a la vigilia. Originalmente el Pontífice quería cumplir una gira larga por el Cáucaso que incluyese tres países: Armenia, Georgia y Azerbaiyán. Hasta el último momento mantuvo la esperanza, pero después se vio obligado a renunciar. Y el Vaticano dividió la gira: primero Armenia, del 24 al 26 de junio, y después los otros dos territorios, del 30 de septiembre al 2 de octubre próximos.

Armenios y azeríes mantienen un histórico conflicto. Su frontera es zona de guerra, con muertos todos los meses. Se disputan dos regiones: el Nagorno Karabaj y el Najicheván. También por esto Bergoglio se propuso recorrer ese antiguo territorio soviético. Y convertirse en puente entre los pueblos. Tenía planeado hacer un recorrido sorpresa a la frontera armeno-turca, que permanece cerrada. Un gesto de reconciliación, frustrado por las presiones políticas.

El panorama ecuménico también se había complicado en el último momento. Una declaración conjunta que iba ser firmada entre el Papa y el catholicós, líder de la Iglesia apostólica armenia (ortodoxa), Karekin II, desapareció repentinamente del programa oficial. Días antes del despegue del avión papal no había «madurado» un texto que dejase conformes a ambas partes, según reveló el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi.

Genocidio, la palabra tabú

A todos esos escollos se sumaba la perenne amenaza de Turquía, que ha consagrado como política de Estado la negación sistemática del genocidio armenio, el exterminio de un millón y medio de cristianos de aquella nación entre 1915 y 1922 a manos de las fuerzas otomanas, germen de los actuales turcos. Cuando en abril de 2015 Bergoglio usó la palabra «genocidio» para definir aquellos hechos durante una Misa en la basílica de San Pedro, Ankara respondió con virulencia y desplazó a su embajador ante el Vaticano. Las relaciones bilaterales se normalizaron apenas en enero pasado.

Francisco es una figura que crece en medio de las crisis. Un ave de tempestades. Lejos de atenerse a lo políticamente correcto, afrontó de lleno las dificultades. En su primer discurso oficial, en el Palacio Presidencial de Ereván, fue directamente al grano. Se salió del discurso preparado y pronunció la palabra tabú.

«Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia inauguró la triste lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras. Es muy triste que sea en este, como en los otros dos (genocidios, el holocausto y el comunista), las potencias occidentales miraban para otro lado», señaló.

«Teniendo ante los ojos los terribles efectos que en el siglo pasado causaron el odio, los prejuicios y el deseo desenfrenado de poder, espero sinceramente que la humanidad sea capaz de aprender de esas trágicas experiencias a actuar con responsabilidad y sabiduría para evitar el peligro de volver a caer en tales horrores», apuntó el Pontífice.

La mención tomó por sorpresa a la misma comitiva vaticana, que en esos días se había empeñado hasta el extremo para evitar el uso de la palabra genocidio. Y, como era previsible, provocó nuevas reacciones turcas. El viceprimer ministro de ese país, Nurettin Canikli, calificó los dichos de Francisco como «una lástima», «no relacionados con la realidad» y producto de una «mentalidad de las cruzadas».

«El Papa no hace cruzadas, él habla de paz y no de guerra», replicó Lombardi. El mismo Pontífice, en su vuelo de regreso a Roma, precisó: «Hubiese sido muy raro no decir lo que ya había dicho, usé esa palabra (“genocidio”) no para ofender, sino objetivamente».

Más elocuentes fueron las imágenes de su visita al memorial del Metz Yeghérn (el gran mal), el sábado 25 por la mañana, donde saludó a familiares de sobrevivientes de la matanza. Pero Bergoglio no pretendió hacer revisionismo histórico, ni brindar un homenaje de museo a las víctimas de aquella matanza. Más bien relacionó aquellos hechos con la actualidad. Recordó que muchos cristianos son discriminados y perseguidos en algunos lugares por el mero hecho de profesar su fe, mientras que en diversas zonas del mundo no se encuentra solución satisfactoria a muchos conflictos, causando dolor, destrucción y el desplazamiento forzado de poblaciones enteras.

En esa línea, Francisco instó a quienes tienen en sus manos «los destinos de las naciones» a que pongan en marcha, «con valor y sin demora», iniciativas encaminadas a poner fin al sufrimiento de los cristianos. Y pidió que sean acciones cuyo objetivo primario sea la búsqueda de la paz, la defensa y la acogida de quienes son objeto de persecuciones.

Gestos con Karekin II

El Papa tuvo en este viaje especiales gestos con Karekin II. El sábado, al finalizar una Misa en la segunda ciudad más grande de Armenia, invitó al catholicós a subirse al papamóvil con él. Nunca antes se había visto una escena similar. Juntos recorrieron la plaza central de Giumry, en medio de una multitud de más de 30.000 personas.

No fue el único detalle inédito. En los días pasados en Ereván, el Papa se hospedó en Echmiadzin, el Vaticano armenio, sede de la Iglesia apostólica y donde se encuentra la catedral más grande del mundo.

Ahí mismo, al finalizar una divina liturgia el domingo 26, el Papa pidió a Karekin que lo bendijese a él, a la Iglesia católica y al camino de unidad con los ortodoxos. Tanto conmovió este gesto que el catholicós aceptó firmar la declaración final conjunta. Un texto que reconoció el genocidio armenio y denunció la «inmensa tragedia» de la persecución contra los cristianos en Oriente Medio.

Ambos advirtieron de que, ante los ojos del mundo, «innumerables personas inocentes» son «asesinadas, deportadas y obligadas a un doloroso e incierto exilio de continuos conflictos con base étnica, política y religiosa», también en otras partes del mundo.

«Juntos rezamos por un cambio en el corazón de aquellos que cometen tales crímenes y en aquellos que están en condiciones de frenar la violencia. Imploramos a los jefes de las naciones que escuchen la petición de millones de seres humanos, que esperan con ansia paz y justicia en el mundo, que piden el respeto de los derechos a ellos atribuidos por Dios, que tienen urgente necesidad de pan, no de armas», apuntaron.

La resolución anima también a una solución pacífica de los asuntos pendientes con respecto a la zona del Naborno- Karabaj. Ya un día antes, el Papa había invocado a la reconciliación entre Armenia y Turquía. Pidió recuperar la memoria pero traspasarla con amor para adentrarse en senderos nuevos, donde las tramas del odio se transformen en proyectos de reconciliación.

Y recalcó: «Hará bien a todos comprometerse para poner las bases de un futuro que no se deje absorber por la fuerza engañosa de la venganza; un futuro donde no nos cansemos jamás de crear las condiciones por la paz: un trabajo digno para todos, el cuidado de los más necesitados y la lucha sin tregua contra la corrupción, que tiene que ser erradicada».

«Estamos llamados a tener la valentía de dejar las convicciones rígidas y los intereses propios, en nombre del amor que se abaja y se da, en nombre del amor humilde», dijo el Papa en la tarde del sábado en el encuentro ecuménico y oración por la paz celebrado en la plaza de la República de Ereván junto al patriarca supremo y catholicós de todos los armenios, Karekin II, durante su segundo día de visita a Armenia.

«En los años pasados –añadió–, se han intensificado, gracias a Dios, las visitas y los encuentros entre nuestras Iglesias, siendo siempre muy cordiales y con frecuencia memorables». Gracias a esos esfuerzos se han dado «muchos pasos de un camino común que ya está muy avanzado». Queda mirar «verdaderamente con confianza al día en que, con la ayuda de Dios» se alcance «la plenitud de la comunión eucarística». «En este trayecto nos preceden y acompañan muchos testigos, de modo particular tantos mártires que han sellado con la sangre la fe común en Cristo», prosiguió el obispo de Roma, quien citando a san Nerses agregó que «para lograr la unidad necesaria no basta buena voluntad de alguien en la Iglesia: es indispensable la oración».