No sabemos cuánto sabemos - Alfa y Omega

No sabemos cuánto sabemos

El descubrimiento del bosón de Higgs puede ampliar bastante el conocimiento humano sobre la realidad. Sin embargo, ni siquiera «sabemos cuánto sabemos» sobre el universo, ni cuánto nos queda por saber, afirma don Javier Igea, sacerdote y astrofísico. El también sacerdote y astrofísico padre Manuel Carreira, jesuita, subraya que, a pesar de tantos enigmas, una cosa está clara: «el hombre está hecho para conocer la realidad», y debe seguir buscándola

María Martínez López
Peter Higgs, en el momento de la presentación del descubrimiento del bosón que lleva su nombre, en el CERN.

Los científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) han anunciado que, utilizando el acelerador de partículas situado en Ginebra, se ha conseguido observar indirectamente una partícula «compatible con el bosón de Higgs». La existencia de esta partícula se postuló en los años 60 para explicar el funcionamiento del resto de partículas elementales. El sacerdote y doctor en astrofísica don Javier Igea explica el significado del hallazgo.

Dejando de lado el sensacionalismo de algunos titulares en torno al bosón de Higgs, ¿qué significado tiene esta noticia?
Aunque el CERN reconoce que el análisis estadístico de los datos es muy complejo y que llevará varios meses, todo apunta a que se ha descubierto y se ha medido la masa del bosón de Higgs. El mérito que tiene esto es que cierra el modelo estándar, que explica cómo está construida la realidad física, la realidad sensible.

El experimento recrea las condiciones del universo inmediatamente después del Big Bang, y, por tanto, cuando se analicen los datos, se conocerá mejor su evolución. A medida que se vaya sabiendo más sobre el bosón de Higgs, se puede empezar a entender lo que es la materia oscura, una materia de cuya existencia tenemos constancia por sus efectos gravitacionales, pero de la que, hoy por hoy, se desconoce su composición y cuándo se formó. Sin embargo, debido a la complejidad de la física, esto es altamente hipotético en el estado actual.

Al cerrarse el modelo estándar, ¿sabemos ya cómo está constituida, en último término, la materia?
Ésta pregunta es muy importante. La respuesta es no. El modelo estándar explica cómo partículas como los protones y los neutrones —que forman el núcleo de los átomos— están compuestas de partículas de rango inferior. La existencia y las propiedades del bosón de Higgs explican la masa de estas partículas que componen el modelo estándar. Pero quedan bastantes enigmas sin resolver. Al explicar la masa mediante este descubrimiento, quizá no podamos saber nunca lo que es, en última instancia, la materia. Por eso, la postura [filosófica] de los materialistas es muy arriesgada.

Ante estos planteamientos, surge la pregunta: ¿cuánto sabemos realmente sobre nuestro universo?
Sabemos mucho más que las generaciones anteriores, pero en realidad no sabemos cuánto sabemos, porque no sabemos cuán cerca estamos de los límites de la ciencia. La ciencia no es la explicación última de todo, y habrá un momento en que no podamos averiguar nada más científicamente. Pero no sabemos cuánto queda para ese momento.

Hay preguntas ante las que «la física no basta»

No es la primera vez que un hallazgo científico confirma la existencia de algo que ya se había postulado, en el plano teórico, para explicar otros indicios. Ya ocurrió en el Sistema Solar: unas irregularidades en la órbita de Neptuno llevaron a los astrónomos a pensar que podía haber un cuerpo con una órbita exterior; así se encontró Plutón. Estos descubrimientos, en los que las pruebas confirman lo que el hombre ha pensado, «nos dicen que éste está hecho para conocer la realidad, y debe buscar conocer las cosas cada vez con mayor precisión», afirma el sacerdote y doctor en Física padre jesuita Manuel Carreira, miembro del Observatorio Astronómico del Vaticano. Pero este conocimiento será siempre parcial, «porque se obtiene por experimentos que pueden detectar algo, pero no detectar todos sus detalles ni sus implicaciones». Además, se limita al «universo que podemos observar».

¿Significa esto que todo lo que puede postular la mente humana es ciencia? No. «Hay cosas –explica– que funcionan muy bien en una hipótesis matemática, pero que no tienen comprobación experimental, y se quedan simplemente en hipótesis». Un ejemplo sería la supuesta existencia de universos paralelos al nuestro. Algo así «nunca puede probarse científicamente porque, por definición, si es otro universo, no es observable. Estas especulaciones teóricas, en realidad, no cambian nada lo que sabemos. Tenemos que poner los pies en el suelo y exigir que», cuando se presente algo como científico, «se hable de lo científicamente demostrable».

Así se marca también la frontera entre física y metafísica: «No se ha resuelto ninguna pregunta metafísica mediante un experimento. Yo he dado clases de astronomía y también de filosofía, y me doy cuenta de lo que puedo y no puedo hacer en un campo. No tengo inconveniente en decir que no me basta la física ante preguntas que no se responden con una medida: no puedo responder a por qué hay un universo, ni a si el universo tiene, o no, una finalidad. El modo de conocer la realidad tiene que usar diversas metodologías».