Francisco abrió «un camino nuevo» para la ecología - Alfa y Omega

Francisco abrió «un camino nuevo» para la ecología

María Martínez López
El presidente Hollande con el cardenal Parolin, a su llegada a la Cumbre de París. Foto: Arnaud Bouissou-MEDDE/SG COP21

En su primer año de vida, la encíclica Laudato si «ha inaugurado un camino nuevo» en cómo la sociedad global se plantea la cuestión ecológica. Así lo afirma monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de las academias pontificias de las Ciencias y de Ciencias Sociales, que asesoró al Papa en la redacción de la encíclica, y que desde su publicación, en junio de 2015, ha participado en encuentros sobre el documento en todo el mundo. Para Sánchez Sorondo, la principal muestra de su impacto es la influencia «decisiva» que la encíclica tuvo en la aprobación de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre, en la cumbre inaugurada por el mismo Papa en la sede de la ONU en Nueva York. Y, sobre todo, en el éxito de la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, celebrada en París en diciembre, de la que salió por primera vez un acuerdo global.

La Laudato si y la conversión ecológica

Los que estamos convencidos de la gravedad de los problemas ambientales podemos caer en la tentación de pensar que su solución tiene poco que ver con nosotros, ya sea por la magnitud de los problemas, ya por nuestra escasa capacidad de influir en los que toman las decisiones. Esta actitud conduce a una cierta apatía, que coincide con la de quienes consideran las cuestiones ambientales poco o nada relevantes.

Quienes hayan leído la encíclica Laudato si tienen buenos argumentos para cambiar su punto de vista, pues en ella encuentran argumentos morales para, por un lado, tomarse más en serio esta cuestión y, por otro, convertir la preocupación teórica en acciones prácticas. En una reciente encuesta, confirmamos que nuestros alumnos de Ciencias Ambientales no tienen hábitos de vida más sostenibles que los de otras carreras y, todavía peor, tampoco había diferencia entre quienes inician y quienes terminan sus estudios. En suma, parece que el interés científico por el ambiente no cristaliza en comportamientos más responsables ambientalmente. En esto, como en tantos órdenes de la vida, de poco sirven los valores si no se plasman en la vida. Quizá por eso la Laudato si llega a ejemplos tan ilustrativos como animarnos a «evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar solo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo, plantar árboles, apagar las luces innecesarias» (n. 211).

La encíclica no es un catálogo de buenas prácticas ambientales, sino una llamada a la conciencia personal (esa es la clave de la conversión ecológica), que debería manifestarse en cada uno de modo acorde con sus circunstancias. Como mi trabajo profesional tiene que ver con la observación espacial de incendios forestales, pude comprobar el pasado verano el impacto de los fuegos intencionados en los bosques de Sumatra y Borneo, donde el fuego sirve de avanzadilla a las plantaciones comerciales, sobre todo de palma aceitera. ¿Cómo puede pararse ese proceso? Por varias vías; una de ellas dejando de consumir ese aceite, ingrediente principal de la mayor parte de los dulces industriales que consumimos. Además de más saludables, otros aceites (por ejemplo el de oliva) tienen un menor impacto ambiental. Es un ejemplo sencillo donde el comportamiento personal también puede cambiar las cosas, o al menos remar en esa dirección.

Emilio Chuvieco
Director de la Cátedra de Ética Ambiental de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno-Universidad de Alcalá

Punto de encuentro político

Francisco, que en enero de 2014 le anunció al presidente francés Hollande que estaba preparando la encíclica, quería que hubiera en París una amplia delegación vaticana encabezada por el secretario de Estado, el cardenal Parolin, y por Caritas Internationalis. Al publicar Laudato si medio año antes de la cita, dejó tiempo para que el texto pudiera ser leído y meditado. Objetivo cumplido: una decena de líderes mundiales lo citó como referente en sus discursos.

Este hecho muestra hasta qué punto la encíclica se ha convertido en un punto de encuentro para el diálogo político a todos los niveles: desde el Senado de México, que acogió en noviembre un encuentro entre obispos y senadores, hasta la participación del consejero andaluz de Medio Ambiente, José Fiscal, el 29 de junio en la presentación del libro La ecología del Papa Francisco, durante la que el representante de la Junta dedicó elogios al Pontífice. Sin olvidar los encuentros en Madrid de Sánchez Sorondo con la exministra socialista de Medio Ambiente Cristina Narbona y con la alcaldesa, Manuela Carmena.

Monseñor Osoro, en la clausura del curso Fe en Dios creador, ciencia y ecología en el siglo XXI. Foto: María Martínez López

Documento sin precedentes

El diagnóstico de Sánchez Sorondo sobre el papel de Laudato si en París lo comparte en gran medida Thomas Stocker, coordinador del último informe científico que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático preparó para esta cita. En declaraciones a Alfa y Omega, Stocker explica que las declaraciones de líderes religiosos, entre las cuales «la más prominente fue la encíclica», fueron uno de los pilares que contribuyeron «enormemente al éxito» de la cumbre. Los otros fueron el consenso científico, la toma de conciencia de la elite económica y la movilización social.

Laudato si —explica este físico ambiental— es «un documento sin precedentes, del máximo valor. Es la primera vez que un Santo Padre habla del cambio climático, la biodiversidad, y de nuestro propio comportamiento de una forma tan completa. A título personal, me impresionó la amplitud» de su enfoque, desde los datos científicos hasta las raíces del comportamiento humano hacia la naturaleza.

Todo aquel que desee adherirse a la declaración puede hacerlo pinchando AQUÍ

Diálogo con la ciencia

Stocker y Sánchez Sorondo participaron en junio en el Seminario Internacional sobre Cooperación entre Ciencia y Religión para el Cuidado Ambiental, organizado en el santuario de Torreciudad por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y la Fundación Promoción Social de la Cultura; un encuentro en el que participaron personas de 15 países y ocho confesiones religiosas. Este diálogo entre dos mundos a veces alejados es, para Sánchez Sorondo, otra de las novedades precipitadas por Laudato si. Científicos y líderes religiosos han descubierto que se complementan: los religiosos necesitan que la ciencia les explique lo que ocurre, y los científicos «no pueden dar una motivación profunda para cambiar las actitudes».

Por eso, ambos grupos «están asumiendo el esquema de la encíclica, que describe lo que pasa en la tierra adoptando los datos de la ciencia» —incluida la afirmación de que «la causa del problema es la actividad humana»— pero que también tiene en cuenta las raíces teológicas y antropológicas de la cuestión y busca cómo promover el cambio apelando a lo más íntimo del hombre.

Stocker cree que «las religiones pueden decir mucho» para suscitar un nuevo estilo de vida, necesario para frenar el cambio climático. Este giro en la conducta individual no se podrá dar si no va «acompañada de un cambio de valores», para que la imprescindible adquisición de nuevos hábitos de consumo no se vea como «volver a las cavernas» sino como una pequeña renuncia «para ganar otra cosa».

Los participantes en el seminario de Torreciudad plantan un olivo como signo de cooperación en la defensa ambiental. Foto: Cristina Pascual

La voz de las religiones

«Hablar de combustibles fósiles solo es una respuesta parcial —explica el rabino Yonatan Neril, fundador del Centro Interreligioso de Desarrollo Sostenible, otro de los participantes en el seminario de Torreciudad—. Si seguimos consumiendo como hasta ahora, no hay suficientes molinos de viento en el mundo para sostenerlo. La contribución de la fe es decir que esta crisis medioambiental refleja una crisis espiritual que hay que reparar».

«Francisco ha inaugurado —explica Sánchez Sorondo— un ámbito de sinergia entre las Naciones Unidas y los religiosos» para la protección del medio ambiente «que se está empezando a extender a otras religiones». Por ejemplo, en los últimos meses líderes hindúes y el Gobierno de Irán han organizado sendos encuentros de interreligiosos sobre ecología .

«El Papa toca el corazón de todos»

En el seno de la Iglesia católica han surgido muchas iniciativas para enriquecer el debate ambiental desde la reflexión teológica. En España, la archidiócesis de Granada ha creado el instituto Laudato si, cuyo primer curso sobre la encíclica comienza este lunes. También la Universidad eclesiástica San Dámaso dedicó a la encíclica su curso de verano Fe en Dios creador, ciencia y ecología en el siglo XXI.

En su conferencia de clausura, monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, subrayó que con su encíclica el Papa «ha tocado el corazón de todos los hombres, creyentes y no creyentes». La razón, para el arzobispo, reside en la idea fundamental de que no será posible solucionar la crisis ambiental y «crear un mundo con más justicia» sin «perfilar qué es el ser humano». «Solo en referencia a su origen y destino en Dios el ser humano se reconoce como hijo del don» y puede basar su vida en la donación y no en la lógica utilitarista que ha llevado a la degradación ambiental.

Declaración completa

1. La gran mayoría de la población que habita nuestro planeta cree en la importancia de las tradiciones espirituales y religiosas en su vida diaria. Estas tradiciones constituyen una importante fuente de inspiración y una base que sustenta sus valores morales, así como una cosmovisión sobre quiénes somos en relación con lo Divino, con la Tierra, y con el resto de los seres humanos. Como se indica en la Laudato si’: “esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad” (§201). De modo similar, otros líderes religiosos han señalado la importancia de la cooperación entre las principales religiones y tradiciones espirituales para abordar los problemas ambientales. Además, en los últimos años se han firmado declaraciones interreligiosas que subrayan que la degradación de la naturaleza es también un problema moral y espiritual, y no sólo económico o técnico. Entre ellas se encuentran la declaración conjunta de 2002 del Papa Juan Pablo II y el Patriarca Bartolomé I; el Manifiesto Interreligioso de Uppsala sobre Cambio Climático en 2008, y las Declaraciones Islámica y Budista sobre Cambio Climático en 2015. Sin embargo, aún se requieren acciones más firmes para cambiar los actuales modelos económicos y sociales hacia otros ambientalmente más amigables.

2. La Ciencia juega un papel crítico en la comprensión de los problemas ambientales, así como en el seguimiento y en la proyección de sus tendencias. La degradación del medio ambiente es global, tanto en lo que se refiere a la superficie como a las temáticas que afecta. El cambio climático, la acidificación de los océanos, la contaminación del agua y del aire, la pérdida de biodiversidad y de hábitats, y muchos otros problemas tienen que ser enfrentados mediante la integración de diferentes disciplinas, incluyendo las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades. Se requiere una cooperación más estrecha entre esas disciplinas, que son clave para alcanzar una visión más comprehensiva de los retos ambientales a los que nos enfrentamos, así como de sus complejas interrelaciones. Tal y como indica la Encíclica del Papa Francisco, “la especialización tiende a convertirse en aislamiento y en absolutización del propio saber. Esto impide afrontar adecuadamente los problemas del medio ambiente” (Laudato si’, §201).

3. La Ciencia en solitario no puede resolver la actual crisis ecológica. Se necesita una mayor cooperación de todos los actores que afectan a las decisiones y a las actitudes sociales y ambientales, incluyendo grupos políticos, organizaciones no gubernamentales y empresas. Las tradiciones religiosas y espirituales son la fuente más antigua de valores morales, sabiduría e inspiración. Ellas nos proponen modelos para vivir con justicia, paz y armonía. Los valores espirituales y culturales nos estimulan a evitar el consumismo, uno de los principales responsables de la degradación ambiental; nos animan a cultivar las virtudes y a mostrar compasión hacia el resto de los seres humanos, a los animales y plantas, así como a apreciar hondamente el aire, la tierra y los océanos donde habitan, nuestra Hermana y Madre Tierra. Por estas razones, se requiere una cooperación más estrecha entre científicos y líderes religiosos para promover una mayor conciencia y una acción ambiental más efectiva.

4. Las comunidades religiosas y espirituales tienen un papel prominente en la educación, particularmente en lo que respecta a los jóvenes. Por ello, es esencial que los líderes de todas las confesiones y a todos los niveles comprendan los problemas ambientales a los que nos enfrentamos y promuevan una “conversión ecológica”, que modifique nuestros actuales estilos de vida, ambientalmente insostenibles. Los cambios radicales que se requieren implican no sólo prestar más atención a los temas ambientales o reducir superficialmente nuestros patrones de consumo. Se trata más bien de promover “…una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático” (Laudato si’, §111). Las escuelas, parroquias, templos, mezquitas, madrasas, sinagogas, monasterios y otras instituciones religiosas, deberían estar más activamente implicadas en que seamos custodios responsables de la Tierra, en lugar de ser sus devastadores.

5. La gravedad de los problemas ambientales y sus tendencias ponen en serio riesgo la habitabilidad de nuestro planeta. Las evidencias científicas muestran la escala y la relevancia de los impactos causados por la intervención humana en muchos procesos naturales. Somos responsables del cambio climático reciente, debido al uso intensivo de combustibles fósiles, con impactos ambientales y sociales potencialmente catastróficos. Estamos causando extinciones masivas de especies, la mayoría de ellas desconocidas y perdidas para siempre, tanto para nosotros como para nuestros descendientes. Estamos contaminando el aire y el agua, perturbando los ecosistemas, talando los bosques, destruyendo suelos fértiles y despilfarrando recursos. La población más vulnerable –en particular los pobres, marginados y excluidos– ya está sufriendo gravemente los efectos. Los problemas ambientales y sociales a menudo tienen las mismas raíces y, por ello, deben ser abordados conjuntamente: “Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (Laudato si’, §33). Dependemos de los sistemas naturales para conservar este planeta como nuestro hogar para las generaciones presentes y futuras. Sin embargo, como el Papa indica, “…no basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales «recursos» explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre (Laudato si’, §33).

6. Necesitamos revertir urgentemente las tendencias más amenazantes de degradación ambiental. Necesitamos alentar un nuevo modelo de progreso que integre la ecología humana y natural, que promueva energías limpias y economías sostenibles. Necesitamos encontrar modos de vida creativos que se concentren en los valores esenciales en lugar de dirigirnos hacia un consumismo absurdo (menos es más); necesitamos un pensamiento realista y esperanzador que haga nuestras vidas más felices, al tiempo que incentive el cuidado por el resto de las personas, de los seres vivos y hábitats. Necesitamos que la Ciencia y la Religión trabajen juntas para que ese cambio tan necesario ocurra.

Santuario de Torreciudad, España, 21 de junio de 2016.