María y Marta - Alfa y Omega

María y Marta

XVI Domingo del tiempo ordinario

Aurelio García Macías
Jesús con Marta y María, del pintor polaco Henryk Smiradsky. Museo Ruso (San Petesburgo). Foto: Museo Ruso

En el camino de Jesús hacia Jerusalén, se detiene en una aldea para visitar a unos amigos. Lucas no menciona el nombre de la aldea; el evangelista Juan nos dice que es Betania (Jn 11,1-2), donde vivían Marta y María, hermanas de Lázaro y amigas de Jesús. Las dos hermanas acogen al insigne huésped en su casa y Lucas nos relata una interesante escena doméstica.

La solicitud de Marta

Marta es la primera en ser mencionada. Parece que ejercía cierto liderazgo en la familia y se presenta como el anfitrión que recibe y acoge en casa al invitado. Lucas la presenta como una mujer preocupada por acoger, agradar y servir a Jesús. Manifiesta su amor hacia Él en su esmerado y solícito servicio, hasta el punto que se afana de tal modo en las tareas domésticas y en la concentración de sus quehaceres que no puede atender a Jesús. Tal vez sea ella la que esté acostumbrada a hacer las muchas tareas de la casa y se siente responsable de la acogida del Señor.

Sin embargo, se altera con tanta actividad, siente la carga de hacer más de lo que la corresponde y no entiende la falta de cooperación de su hermana que, desde su perspectiva, la ha dejado sola con el trabajo y ha descuidado su responsabilidad en un momento crítico. Marta es una persona responsable y se molesta con la irresponsabilidad de su hermana. Entra en tensión, juzga negativamente a María y acude a Jesús para resolver el asunto: ¡Dile que me ayude! No se dirige directamente a su hermana María, sino que se queja a Jesús y le dice lo que tiene que decir y lo que tiene que hacer.

Marta, ocupada en sus quehaceres, ha olvidado vivir lo esencial de ese encuentro con Jesús. Debería vivir su servicio como algo positivo; y, sin embargo, sufre por tanta actividad. Se siente sola y abandonada por su hermana, y lo vive con angustia. La ocupación ha provocado preocupación.

La atención de María

María, sin embargo, es descrita por el evangelista, en breves pinceladas, sentada a los pies de Jesús. Es la postura habitual del discípulo escuchando la palabra del Maestro y aprendiendo su enseñanza. No habla en todo el relato. Su silencio es muestra de su atenta y amorosa escucha de la Palabra divina, su concentración en el Maestro, su opción por lo esencial.

Tal vez María es consciente del peligro que corre ya Jesús, de las dificultades de su misión y, quizás presiente ya que puede ser una de sus últimas visitas. Por eso, atender a Jesús es lo prioritario para ella en ese momento. Busca como prioridad a Jesús y, por eso, escoge la parte mejor.

La enseñanza de Jesús

Jesús es acogido por ambas hermanas, a las que amaba, como nos dice el evangelista Juan (Jn 11,15). Pero ante la actitud de ambas amigas, aprovecha el momento para hacer una cordial corrección a Marta y dar una lección a todos sus discípulos. El Señor tiene a bien corregir con serenidad y afecto a Marta por su comportamiento, en cierto sentido inapropiado. No la descalifica, sino que la reprende con misericordia porque está desperdiciando una importante oportunidad en su vida: el encuentro y la escucha de Cristo. Jesús nota que su alteración por el servicio la distrae de lo esencial, y pasa su tiempo sin dedicarse a la verdadera hospitalidad del invitado. ¡Claro que Jesús agradeció los cuidados preparados por Marta, pero apreció más la escucha atenta de María!

Este relato evangélico está lleno de enseñanzas para todos los discípulos de Jesucristo. Es verdad que la lectura tradicional de este pasaje ha subrayado en demasía la contraposición entre la vida activa y la vida contemplativa de la misión cristiana; entre la acción y la oración, para defender que una es más valiosa y excelente que la otra.

Creo sinceramente que ambas son convenientes y necesarias para todo discípulo; y que una conduce a la otra, y viceversa. Sin embargo, este relato nos advierte de que en la vida cristiana podemos estar ocupados en muchas cosas y no tener tiempo para buscar y escuchar al Señor. Más aún, hay quehaceres que pueden bloquear la perspectiva de uno mismo y juzgar erróneamente, –no maliciosamente–, las tareas de los demás, como Marta.

Este Evangelio es una lección magistral acerca de las prioridades de todo discípulo de Cristo. Nos enseña a discernir y plantear prioridades en todo momento, a buscar la mejor parte en las diversas situaciones de la vida y a tener en cuenta siempre los criterios del Señor. La prioridad de todo discípulo es buscar a Jesús, escuchar y aprender de Él, para servirle, sirviendo a los demás.

Evangelio / Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».