Diario de un cura rural del Alto Tajo - Alfa y Omega

Diario de un cura rural del Alto Tajo

Los lugareños de varios pueblos de la zona son su «rebaño» y por ellos le caracolea el corazón para dejar todo e ir presto cuando le llaman de alguno de «sus pueblos» para impartir la Unción de enfermos a un moribundo, oficiar una Misa de difuntos o confesar a grandes y pequeños –estos no cumplen los dedos de una mano– cuando sea menester

Enrique Chuvieco
El padre Ángel Moreno, durante un vía crucis. Foto: Archivo personal de Ángel Moreno

Poco a poco va haciéndose al clima severo y a las gentes del lugar. Son distintos de sus compatriotas: más serios y comedidos, con el pesimismo de quienes se consideran los últimos de estas tierras del norte de la provincia de Guadalajara, una de las más frías y montaraces de España. Con todo rubrica que está tierra castellana «está bendecida por Dios», afirma categóricamente Sandro, sacerdote venezolano que lleva ocho meses en el complejo del monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal, donde atiende tres pueblos de este semidesierto lugar, fronterizo con el olvidado Teruel. El eco de la zona en medios de comunicación fue doloroso cuando en 2005 murieron once bomberos en el mayor desastre humano de estas características acaecido en España.

En aquel julio, el incendio estuvo a punto de llegar al cenobio y a sus dependencias cercanas de Buenafuente, pero el viento cambió cuando lamía el lugar en el que desde hace años vive una comunidad de benedictinas, los que atienden anualmente la acogida, quienes –sin restricciones– quieran pasar días de silencio, y los sacerdotes que pastorean a cerca de una decena de pueblos de la zona.

Oración, trabajo, estudio y silencio es el ritmo de vida que llevan los pobladores del lugar en sus dilatados y fríos inviernos, cuando el día se hace noche alrededor de las cinco de la tarde y la nieve cierra las carreteras que conducen a los pueblos atendidos por los curas. Ángel, sacerdote sevillano, lleva varios años aquí, desde que torció hace años su expansión andaluza por la sobriedad y silencios castellanos. Incardinado en Toledo pero con destino en Buenafuente, probó primeramente durante cuatro meses y, tras volver a la sede del primado de España, vio claro que su sitio era estar bajo la sombra de este monasterio fundado a finales del siglo XIII, que reunía el tono vital para su persona: compendio de silencio, trabajo, oración y naturaleza. Y su obispo de aquel momento, Antonio Cañizares, que regentaba Toledo, dio su aprobación, culminando una recomendación que le había hecho al sacerdote andaluz cuando este le abrió su alma.

Buenafuente del Sistal. Foto: Monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal

Dejar todo para atender a su rebaño

Los lugareños de varios pueblos de la zona son su «rebaño» y por ellos le caracolea el corazón para dejar todo e ir presto cuando le llaman de alguno de «sus pueblos» para impartir la Unción de enfermos a un moribundo, oficiar una Misa de difuntos o confesar a grandes y pequeños –estos no cumplen los dedos de una mano– cuando sea menester. De él dependen las gentes de Sotodosos y Hortezuela de Océn, los más alejados del monasterio y más cercanos a Alcolea del Pinar (kilómetro 133, si se enfila por Madrid, de camino a Zaragoza), para desviarse por 43 kilómetros –mitad de carretera trotona y el resto zigzagueante y de gravilla– y llegar a este «poblado espiritual» de varios edificios que hace varias décadas comenzó el sacerdote Ángel Moreno, y donde el único requisito para morar allí unos días es cultivar el silencio, tan necesario para recomponernos tras las andanadas de ruidos que nos agreden e impiden conectarnos con nosotros. Un servidor lo ha experimentado.

Lugar de oración, descanso y silencio

El lugar puede acoger a más de 100 personas en sus distintas dependencias, como ocurre en Semana Santa, los días de mayor ocupación anual. El resto del año el goteo es incesante, mayormente los fines de semana, pero también –sobre todo con el buen tiempo del verano– para acoger ejercicios espirituales de sacerdotes y religiosos de distintos lugares de España. Algunas tandas las dirige Ángel Moreno, mientras que otras serán comandas de sacerdotes y obispos de varias diócesis, como el de Sevilla que lo hará en fechas próximas.

Aparte de Moreno, incansable en su devenir por la geografía nacional, pero que también oficia alguna Misa dominical, como en el cercano Huertahernando, donde hay un bar, uno de los escasos en la zona, están varios laicos y tres sacerdotes que «cuidan» a los pueblos del entorno, como son los aludidos Ángel, Sandro y otro más procedente de América Latina, también con años en esta tierra castellana.

Algunos pueblos no superan los 30 habitantes en invierno, pero los tres curas hacen su ronda dominical para celebrar la Misa en iglesias que guardan retablos e imaginería excepcional. «Agradecen mucho que vengamos y nos sentimos queridos», destacan Ángel y Sandro de las personas que viven en los pueblos, la mayoría ancianos. La variedad de edad cambia a partir de mayo cuando empieza a llegar gente del lugar que habitualmente vive en Madrid, Barcelona y otras zonas, para celebrar las fiestas del pueblo y pasar el verano, infinitamente más tranquilo y fresco que en los sitios de procedencia. «Es cuando más se animan los pueblos, ya que se organizan las romerías a la Virgen y se sacan en andas a los patronos del lugar», reconoce Ángel.

El tiempo del estío en la zona es el más parecido al de Ojeda, de la Venezuela natal de Sandro, quien pidió ir a Buenafuente porque había oído que era un sitio especial y «un lugar de bendición», apostilla.