Madre Teresa, el agua de Cristo - Alfa y Omega

Madre Teresa, el agua de Cristo

En todas las Casas de las misioneras de la caridad esparcidas por el mundo, junto al Crucifijjo que preside la capilla, hay escrita una de las frases que Jesús pronunció en la Cruz: Tengo sed. La Madre Teresa dedicó toda su vida a saciar su Sed en los más pobres de entre los pobres

Jesús Colina. Roma
La Madre Teresa, en 1980, con un niño en brazos

De sangre, soy albanesa; de ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica; por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús». Ésta es la definición que daba de sí misma Gonxha Agnes Bojaxhiu, quien sería mundialmente conocida como la Madre Teresa de Calcuta.

Con la Reina Sofía, durante su visita a España en septiembre de 1997

Nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, actual capital de Macedonia, hija menor de Nikola y Drane Bojaxhiu, de origen albanés. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo en el carácter y la vocación de su hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida, además, por la vibrante parroquia jesuita del Sagrado Corazón, en la que estaba muy integrada.

Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa, en octubre de 1928, para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, más conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, y llegó a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas Saint Mary. El 25 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua: se convirtió, como ella misma dijo, en «esposa de Jesús para toda la eternidad». Desde ese momento se la llamó Madre Teresa.

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, la Madre Teresa recibió su inspiración, su llamada dentro de la llamada. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón, y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Según se ha podido saber por el proceso de beatificación, durante las sucesivas semanas y meses, mediante mociones y vivencias interiores, Jesús le reveló el deseo de su corazón de «encontrar víctimas de amor que irradiasen a las almas su amor». Jesús le suplicó: «Ven, y sé mi luz; no puedo ir solo». Fue así como la Madre Teresa recibió la inspiración de fundar una Congregación religiosa, las misioneras de la caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul, y dejó a sus espaldas las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

Después de un breve curso con las Hermanas médicas misioneras, en Patna, la Madre Teresa volvió a Calcuta, donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va, por vez primera, a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba tendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día poniéndose en comunión con Jesús, en la Eucaristía, y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en «los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupa». Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, algunas de sus antiguas alumnas.

Con el Papa, en el Moridero de Calcuta, en 1995

El 7 de octubre de 1950, se estableció oficialmente en la archidiócesis de Calcuta la nueva Congregación de las misioneras de la caridad. Al inicio de los años sesenta, la Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. A partir de 1980, la Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.

Para responder mejor a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, la Madre Teresa fundó los Hermanos misioneros de la caridad en 1963; en 1976, la rama contemplativa de las Hermanas; en 1979, los Hermanos Contemplativos; y, en 1984, los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores enfermos y sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado, basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró a los misioneros de la caridad laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también, en 1981, el movimiento sacerdotal Corpus Christi, como un«pequeño camino de santidad» para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en la Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. En 1979, el Premio Nobel de la Paz hizo de ella un personaje mundial. Los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Recibió aquellos premios, así como su creciente fama, «para gloria de Dios y en nombre de los pobres».

Pero hay otro lado heroico de esta mujer que ha salido a la luz sólo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios -incluso de sentirse rechazada por Él-, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó oscuridad a su experiencia interior. La dolorosa noche de su alma, que comenzó más o menos cuando inició su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a la Madre Teresa a una más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, participó de la sed de Jesús y compartió la desolación interior de los pobres.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de que los problemas de salud se hacían cada vez más agudos, la Madre Teresa continuó dirigiendo la Congregación y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997, las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones de 123 países del mundo. En marzo de 1997, la Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las misioneras de la caridad: sor Nirmala. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta, donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus hermanas.

Cuando murió, el 5 de septiembre, el Gobierno de la India le concedió el honor de celebrar un funeral de Estado, y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las misioneras de la caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa.

Menos de dos años después de su muerte, a causa de su fama de santidad, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de canonización. El 20 de diciembre de 2002, el mismo Papa aprobó los Decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa.

La noche oscura de Madre Teresa

En los últimos meses se ha hablado de la noche oscura que, al igual que los místicos, sintió en períodos importantes de su vida la Madre Teresa de Calcuta. Es importante tener en cuenta que esta noche es fruto de su unión con Cristo. Al unirse a Él, comprendió el sufrimiento de Jesús cuando en la Cruz gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

La noche oscura de la Madre Teresa se debió, por tanto, a la doble dimensión que vive el amor de los religiosos: en primer lugar, la esponsal, su amor a Cristo, que le lleva a unirse a sus sufrimientos. Más que una prueba de fe, era una prueba de amor. Más que sufrir por la experiencia de no sentir el amor de Jesús, sufría a causa de su deseo de Jesús, su sed de Jesús, su sed de amor.

En segundo lugar, la dimensión redentora, que lleva a compartir la Redención, a anunciar a los demás el amor de Dios, para que descubran la salvación a través de la oración y el sacrificio. Este sufrimiento es provocado también por el apostolado, por el amor a los demás. Amando a Cristo, comprende también el sufrimiento de los demás, su soledad, y también su alejamiento de Dios. La Madre compartía no sólo la pobreza física y material de los pobres, sino que sentía la sed, el abandono que experimentan las personas. De hecho, la pobreza más grande es no sentirse amado, ser rechazado.

J. C.