Dos bebés en la cárcel - Alfa y Omega

Todavía me acuerdo cuando fui a visitar a L. al hospital, porque acababa de dar a luz a dos preciosas gemelas. Estaba feliz con sus dos bebés: dos niñas hermosas con buen peso. La nota oscura del cuadro era que su pareja –el papá de las bebés– estaba en la cárcel. Ella sabía que tenía toda nuestra ayuda y eso la tranquilizaba, porque su situación era muy precaria y su exigua familia apenas podía ayudarla. Pero al poco de salir de la maternidad para cuidar a sus bebés, cayó como un rayo la citación para que ella ingresara también en la cárcel.

No se pudo hacer nada. En pocos días entraría en la cárcel también la joven madre. ¿Quién se encargaría de las bebés? Su padre y su madre en la cárcel. Aunque parezca una broma, también la abuela de las bebés estaba en la cárcel. Con la ayuda de unas amigas, de la bisabuela y de la parroquia, hicimos turnos para cuidar a aquellos dos angelitos, ajenos a la singular historia que les rodeaba. Fueron unos meses preciosos a la vez que angustiosos. Cada vez que veíamos a las dos bebés, sonriendo, comiendo tan felices y contentas, uno se preguntaba sobre las paradojas que tiene la vida.

Después de hacer unas tediosas gestiones, se consiguió que trasladasen a la madre a un centro penitenciario donde podía cuidar a sus dos bebés. Curiosamente teníamos que alegrarnos de que, por fin, las dos niñas ingresaran en la cárcel. Por fin podían estar junto a su madre. Nos costó mucho la separación, porque, al estar todo el día con ellas, las queríamos como a nuestras propias hijas. Ahora la madre puede cuidar de sus niñas y crecerán protegidas por ese amor que, aunque sea en la cárcel, nunca puede faltar a nadie.