La fiesta acaba de empezar - Alfa y Omega

La fiesta acaba de empezar

Superviviente del aborto –una opción que se llegó a plantear su madre cuando aún no había visto la luz–, laico convencido y comprometido, director de RedMadre en Madrid, del Foro de la Familia, del Centro de Orientación Familiar Juan Pablo II en la capital, esposo y padre de seis hijos aquí y tres en el cielo, Rafa Lozano ayudó a traer al mundo a cientos de bebés quitando a sus madres el miedo a la vida; junto a su mujer, Lola, ayudó a cientos de matrimonios a solucionar sus problemas, y en sus 46 años de vida llevó a un sinfín de personas a encontrarse con la Virgen y con Cristo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Rafa durante una manifestación provida. Foto: Foro de la Familia

Lo de Rafa Lozano ha sido una fiesta. Desde el principio hasta el final. Y continúa. Desde que escapó de la amenaza del aborto en el seno de su madre, hasta el funeral que se celebró en el tanatorio de la M-30, en Madrid. «Una fiesta», dicen los que estuvieron. «Un amigo y un hermano», repiten los que han tenido la alegría de conocerlo. Hizo el bien pasándolo bien durante cada uno de los días de sus 46 años de vida. Y lo que le queda allá arriba…

Desde su trabajo en RedMadre y el Foro de la Familia, Rafa ayudó a cientos de madres a desechar la idea del aborto; como director, junto a su mujer, Lola Pérez, del COF Juan Pablo II de la diócesis de Madrid, ayudó a cientos de matrimonios a salir adelante, algo que han hecho toda la vida en lo que ellos llaman la pastoral de la tortilla de patatas; desde su fe profunda dejó claro que la evangelización es también cosa de laicos y llevó a muchos a encontrarse con Dios, tanto a través de peregrinaciones a Medjugorje como con el grupo de oración que montó en su propia casa.

En los últimos meses, el cáncer de hígado que padecía fue solo una excusa, la coartada que busca Dios para hacerse todavía más visible. Rafa no dejó de pedir el milagro –como también lo hicieron los miles de personas que seguían la evolución de su enfermedad por Facebook y Whatsapp y rezaban por él–, pero se hizo un milagro mayor: él se hizo cada vez más pequeño, y Dios se hizo cada vez más grande, hasta que nació a la vida de verdad, la que cuenta, durante la madrugada del 5 de septiembre.

Poco tiempo antes, el 22 de julio, Rafa, Lola y algunos amigos fueron a hablar con sor Leticia, la maestra de novicias del monasterio de dominicas de Lerma, las monjas del Reto del amor que circula por Whatsapp. Fueron tres horas de rezar juntos, de desahogarse, de ensanchar el corazón, de hablar de Cristo, de vivir de Cristo.

«En su sonrisa descubrí un niño en la fe. Me habló del trato que tenía con el Señor, de cómo hablaba con Él y de la necesidad tan fuerte que tenía de orar. Él nos ha mostrado con su vida y su enfermedad que, en la debilidad, Cristo era fuerte en él, que la muerte no tiene la última palabra; él nos fue poniendo a todos de cara a Cristo, nos llevó a mirarle a Él», escribió sor Leticia en el Reto del 6 de septiembre, el día siguiente a su fallecimiento.

Rezaron juntos, y sor Leticia recuerda hoy que «salió mucho en aquel rato el tema de la debilidad humana, porque él iba notando que cada vez estaba más débil, y ante esa situación decía que necesitaba mucho la oración, el estar con Cristo, hablarle en la intimidad, como un amigo». Para la religiosa dominica, «también fue muy bonito ver que el amor entre Rafa y Lola ha sido brutal, pero su amor en la enfermedad ha sido mucho mayor, muy limpio, trascendente e íntimo».

Rafa y Lola delante de su casa, hace unos meses. Foto: J. L. V. D.-M.

Su casa, un pequeño Nazaret

El hospital, durante los últimos días de Rafa, fue un cenáculo de oración, de Eucaristía, de compañía de la Virgen. Y en el funeral abundaron las personas que reconocían que les había ayudado a tener un hijo, a recomponer su matrimonio o de cualquier otra manera. Muchos quedaron impresionados y alguno dijo: «Yo también quiero ir al grupo».

El grupo es el grupo de oración que Rafa y Lola acogían en su casa todas las semanas, en el que se llegaron a juntar hasta 65 personas. Uno de los que participa asiduamente es el sacerdote Álvaro Cárdenas, párroco de Asunción de Nuestra Señora, en Colmenar del Arroyo (Madrid), que también pudo acompañar a Rafa en el hospital. «Rafa ha sido para mí un hombre excepcional. Lo conocí en una peregrinación a Medjugorje en agosto de 2011. Quedé impresionado de su relación con el Señor y la Virgen, de su amor a la vida, de su profunda alegría, de su pasión por los jóvenes y las familias, y al mismo tiempo de su enorme sencillez y serenidad». A Álvaro le impactaba también «lo unido que estaba a Lola y la relación intensa, atenta, paciente y profunda con sus hijos. Me maravillaban el atractivo que Rafa, Lola y sus hijos despertaban en los jóvenes y familias que semana tras semana se reunían en su casa para orar. Sentía su casa como un pequeño Nazaret donde todos, de la mano de María, encontrábamos a Jesús».

Rafa Lozano «vivía a Cristo, tenía una viva relación filial con la Virgen, y al mismo tiempo con cada uno de nosotros». Una relación que se intensificó durante su enfermedad: «Entonces más que nunca, con sus partes médicos que periódicamente nos enviaba, despertaba en nosotros aún más el deseo de orar. En uno de los encuentros de oración de este año en su casa quedé maravillado por la cantidad de chavales jóvenes que se habían unido al grupo», afirma Álvaro.

El humor con sentido del amor

Otro amigo suyo, el periodista y escritor Jesús García, conoció a Rafa en una manifestación ante la clínica abortista Dator, en Madrid, y en 2006 hicieron juntos un viaje a Medjugorje. A Rafa le cambió la vida. De aquella peregrinación volvió con tres propósitos: tirar la televisión a la basura –«Yo fui testigo del día que la desenchufó y la metió en un armario. En su lugar colocó una Biblia abierta, una imagen de la Virgen y un rosario. Luego, se lo contó todo a Lola por teléfono, y Lola dijo que muy bien», revela Jesús–. También se propuso llevar gente a Medjugorje y montar un grupo de oración en su casa. Y lo hizo: Jesús calcula que debe de haber llevado a 1.000 personas a Medjugorje, y por su grupo de oración han pasado cerca de 700 a lo largo de los últimos años. En una noche de oración en su casa se rezaban miles de avemarías, «porque Rafa era un enamorado de Dios, la Iglesia, la Virgen María y la oración», dice Jesús.

Pero lo que más admira hoy de su amigo es «la pasión con la que hablaba de su mujer y de sus hijos. Le apasionaba la vida. Era provida desde su nacimiento, porque su vida estuvo amenazada de muerte en el seno de su madre y era un superviviente. Por eso amaba la vida».

Y amando la vida la disfrutaba como nadie: «Hemos compartido cosas muy importantes, pero siempre lo hemos hecho divirtiéndonos mucho. Él repetía mucho esta expresión: “Hacer el humor con sentido del amor”. Siempre sacaba una broma», recuerda Jesús.

Su generosidad y la de Lola les llevaron a tener la casa abierta las 24 horas del día. «Su casa ha sido siempre una Iglesia doméstica –asegura Jesús–. Y siguiendo lo que dice el Papa Francisco, ha sido también hospital de campaña, porque por ella ha pasado gente muy, muy herida, para hablar, desahogarse, recibir consejo…».

Foto hecha por Rafa tras su primer viaje a Medjugorje: una oración y el rosario. Foto: Rafa Lozano

«¡Ahora es cuando lo vamos a conocer!»

«Rafa está ahora mucho más cerca de nosotros que nunca –dice Álvaro Cárdenas–, y va a pasar el Cielo haciendo bien en la tierra, como decía santa Teresita. Ya ha empezado a hacerlo». Lo dice porque la tarea principal de Rafa, dar la vida, no se acaba aquí. «Yo también querría morir así –dice hoy sor Leticia–. Rafa nos ha dejado un gran regalo. Siempre dejó una huella de Cristo. Rafa ha llevado a muchos al Señor y lo seguirá haciendo».

«Tenemos que llorar y pasar el duelo –reconoce Jesús– y acostumbrarnos a que no le podemos ver aquí sino que tendremos que ir al sagrario y vivir la comunión de los santos. ¡Pero esto no se acaba aquí! Ahora es cuando vamos a conocer a Rafa Lozano. Estoy seguro de que Rafa va a mover un magma espiritual muy potente desde el Cielo. Lo hizo aquí dándose por completo, y ahora la va a liar. No tenía medida, se daba por entero, como la Virgen a quien tanto quería. Tal para cual. Rafa va a ser un arma de conversión masiva».

Con la vida en los talones

Hace unos días que Rafa Lozano, Rafa, se fue al Cielo. Y lo digo con esa rotundidad porque estoy segura de que allí está con todos los querubines que salvó en toda su vida. Rafa fue el director del Foro de la Familia durante mucho tiempo, y tuve el honor de compartir oficina con él más de cuatro años como responsable del departamento de Prensa. Aprendí a trabajar con un hombre muy desordenado, despistado pero infinitamente juerguista (le encantaba disfrutar con cualquier cosa), agradable y, sobre todo, sobre todo, cariñoso, con un gran corazón.

Era supercreativo y apasionado. Todo lo hacía por y para la gloria de Dios y la salvaguarda de los más indefensos: los no nacidos. La alegría y frescura que desbordaba Rafa cuando llegaba a la oficina (después de haber terminado la jornada anterior a las mil) era contagiosa. Entraba por la puerta con sus Ray-Ban y su casco vintage y decía: «¿Hay café?». Y después te soltaba alguna de sus geniales ideas: «He pensado que para la manifestación podríamos…». Y al final, todas las florituras, sorpresas, música, etc. brotaban de su cabeza de forma natural.

Y es que Rafa era un genio loco con una imaginación desbordante siempre por la defensa de la vida y la gloria de Dios. Rafa era católico y no lo ocultaba; al revés, lo pregonaba a los cuatro vientos. Las sobremesas en el trabajo versaban sobre apasionantes historias sobre la fe, la Virgen, Medjugorje… (no daba puntada sin hilo). Así pasó toda su vida defendiéndola por Dios y siempre liado con la vida en los talones, de acá para allá en la Vespa dándose a los demás: que si un rescate, una sentada, el COF, Radio María, el grupo de oración… Pero lo más importante: su Lola, sus hijos y la Virgen.

¡Gracias Rafa! Te queremos. Ahora nos tienes que ayudar desde el Cielo. Además, con ese batallón de niños que has salvado, ¡la liarás allí arriba!

Carmen González