La Real Esclavitud - Alfa y Omega

La Real Esclavitud

Jesús Junquera Prats

Todos los años se celebra en la catedral, a principios de septiembre, la fiesta de la Real Esclavitud de Santa María la Real de la Almudena, desde que fuera fundada en el año 1640 por el rey Felipe IV de Austria.

La congregación (formada por hombres y mujeres), se encargó desde el siglo XVII de organizar todo lo relacionado con el culto a la Almudena, llegando a firmar un documento en el que se hacían cargo de todos los bienes de la Virgen. También organizaban y sufragaban el culto y las fiestas, así como la renovación del Voto de Villa, hecho por el Concejo. En el siglo XVIII, prácticamente la mayoría del pueblo de Madrid, así como la nobleza e incluso la familia real, eran miembros de la Real Esclavitud, según consta en los libros de asiento.

La Real Esclavitud coordinaba la vida eclesial de Madrid y organizaba los sermones en tiempos litúrgicos fuertes, la Semana Santa y el culto eucarístico de las cuarenta horas.

Es la Congregación la que solicita al rey Alfonso XII y a la reina Mercedes su apoyo para que el obispo de Toledo dé permiso para que comience la construcción de nuestra catedral, organizando la primera junta y recogiendo limosnas para dicha edificación.

El 23 de abril de 1878, a los tres meses de su boda, los reyes recibieron al párroco de Santa María y al hermano mayor de la Esclavitud. La reina Mercedes firmó en el libro de reyes y entró a pertenecer a la Real Esclavitud, haciendo entrega ese día del primer terreno para la construcción de la futura catedral. El rey Alfonso XII pertenecía ya desde pequeño.

En la actualidad, un grupo de personas retomó con ilusión el testigo de la Esclavitud consiguiendo cada mes nuevas incorporaciones que hacen que la congregación tenga vida (hay más de 1.000 esclavos). De hecho, se están renovando los estatutos. Los compromisos principales de los congregantes son: defender que la Virgen María es Inmaculada; rezar un avemaría a la Virgen de la Almudena todos los días; cuidar el altar de la Virgen; de acuerdo con el cabildo catedralicio, asistir siempre que se pueda a las celebraciones en la catedral a los pies de la imagen; acompañar a la imagen a todos los lugares de Madrid donde se solicite su presencia y recordar cómo las raíces cristianas de Madrid están unidas a la Almudena.