Un clamor de paz del Papa desde el cruce geopolítico de religiones y cultura - Alfa y Omega

Un clamor de paz del Papa desde el cruce geopolítico de religiones y cultura

El Papa y el Cáucaso. Un viaje que podría pasar inadvertido. Pero la visita de tres días el pasado fin de semana por Georgia y Azerbaiyán puso a Francisco en el cruce geopolítico del diálogo interreligioso, de añejos conflictos bélicos y muy cerca de las poblaciones que sufren la peor crisis humanitaria del mundo en Siria e Irak. Una gira que incluyó mensajes incisivos de paz y frases de alto impacto, como cuando advirtió de que hoy existe «una guerra mundial para destruir al matrimonio»

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa Francisco en oración ante el monumento que recuerda a los caídos en la guerra por la independencia de Azerbaiyán. Foto: CNS

Comenzó en Tiflis, la capital georgiana, la segunda parte del itinerario papal por el Cáucaso que había iniciado, en el mes de junio, con la visita a Armenia. A decir verdad, el Pontífice quería realizar una sola gira que incluyese los tres países. Buscaba dar un mensaje concreto de unidad en una región en perenne pugna. Pero sus intenciones no fueron suficientes. Problemas diplomáticos y de agenda obligaron a dividir el periplo.

En su primer discurso al país, la tarde del viernes 30, Jorge Mario Bergoglio convocó al diálogo en el presente momento histórico, un tiempo en el cual «no faltan extremismos violentos que manipulan y distorsionan los principios de naturaleza civil y religiosa para subordinarlos a diseños de dominio y de muerte». Un diálogo, añadió, en el cual «prevalezca la razón, la moderación y la responsabilidad». El Papa llamó a todos a realizar, con paciencia, «todo intento por evitar que las divergencias desemboquen en violencia». Estaba en el palacio presidencial cuando pronunció esas palabras ante la clase política georgiana tras haber sostenido una audiencia privada con el presidente, Georgi Margvelashvili.

Más tarde se dirigió a la sede del Patriarcado Ortodoxo de Georgia para reunirse con el líder de esa comunidad, Elías II. Una cita llena de significado, si se tiene en cuenta que la Iglesia georgiana es, entre las herederas del cisma de hace casi 1.000 años, una de las más críticas con el Vaticano. Fue Elías uno de los patriarcas que desairó el Consejo Panortodoxo de Creta, celebrado en junio, una reunión preparada durante años y que debía ser el inicio de un consenso entre todos los ortodoxos. También Francisco tenía grandes esperanzas en esa cumbre.

Con el patriarca ortodoxo de Georgia, en la catedral de Mskheta, en Georgia. Foto: AFP Photo/Osservatore Romano

El gesto histórico no llegó a cumplirse

Aquel desaire se manifestó también en Tiflis. Una delegación oficial había anunciado su presencia el sábado durante la Misa papal en un estadio de fútbol de la ciudad. Aunque el mismo portavoz vaticano, Greg Burke, había confirmado aquella presencia, el gesto histórico nunca llegó a cumplirse. La comitiva no acudió y el estadio, que podía albergar a 25.000 personas, apenas recibió unas 3.000. Mientras tanto, fuera, un grupo de ortodoxos se manifestaron contra la celebración del obispo de Roma.

A la luz de este percance se entendieron mejor las palabras de Francisco el viernes por la tarde, ante arzobispos y obispos ortodoxos: «Con la paz y el perdón estamos llamados a vencer a nuestros verdaderos enemigos, que no son de carne y hueso, sino los espíritus del mal que están dentro y fuera de nosotros».

La primera jornada de su viaje concluyó con una visita a la comunidad cristiana asirio-caldea, encabezada por el patriarca de Babilonia de los Caldeos, Louis Rafael Sako. Cuando los dos intercambiaron unas palabras informales y ante la invitación a visitar pronto Irak, el Pontífice respondió con un «Inshallah», palabra árabe que significa «si Dios quiere».

Mientras fuentes caldeas especulaban con una futura visita papal a Irak, Francisco rezó para que se acabe la devastación en ese país y en la vecina Siria, para que aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón. Clamó, además, por «los pueblos desfallecidos por las bombas» y para que acabe «la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo».

«Envuelve con la luz a quienes se encuentran profundamente heridos: las personas abusadas, despojadas de su libertad y dignidad; haz experimentar la estabilidad de tu reino a quienes viven en la incertidumbre: los exiliados, los refugiados y quienes han perdido el gusto por la vida», apuntó.

El sábado se repitió el encuentro con Elías. Lejos de mostrarse ofendido por la ausencia en la Misa, producto más bien de las presiones de grupos radicales en el interior de la comunidad ortodoxa, el Papa recorrió la catedral de Svetyskhoveli acompañado por el patriarca, quien exclamó: «Santidad, mi profundo aprecio y el amor fraterno hacia usted». El líder católico, por su parte, llamó a no poner en primer lugar «la discordia y las divisiones entre los bautizados», a pesar de los límites mutuos y más allá de cualquier distinción histórica y cultural.

Antes de partir hacia Azerbaiyán, Bergoglio se reunió con religiosos, seminaristas y fieles. Al responder una pregunta de Irina, una madre de familia, se refirió a un «gran enemigo» de la familia: «la teoría de género». Aseguró que existe «una guerra mundial para destruir el matrimonio» que no se combate con armas, sino con ideas que forman parte de una «colonización ideológica que destruye».

El Papa Francisco tras el encuentro con la comunidad asirio-caldea. Foto: CNS

Pocos fieles en Azerbaiyán

El último día de la gira, el domingo 2 de octubre, el Papa lo reservó a Azerbaiyán, un país con el 98 % de población musulmana. Por eso celebró la Misa para apenas unos cientos feligreses en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Bakú, la capital. A ellos les aclaró que la fe no es una «fuerza mágica bajada del cielo» ni un «superpoder capaz de resolver los problemas de la vida». Y advirtió de la importancia de no confundir la fe con el «estar bien o sentirse bien». Exclamó: «No estamos llamados a servir de vez en cuando, sino a vivir sirviendo».

A la clase política azerí la invitó a hacer todo lo posible para alcanzar la paz en un mundo que vive el drama de muchos conflictos que se alimentan de la intolerancia, «fomentada por ideologías violentas y por la negación práctica de los derechos de los más pobres». Aunque no pronunció el nombre, se refirió en esos términos al conflicto en Nagorno Karabaj, un territorio que aún se disputan Armenia y Azerbaiyán.

Francisco se despidió del Cáucaso visitando la mezquita Heydar Aliyev y allí, ante el jeque de los musulmanes de la región, urgió a que el nombre de Dios sea adorado, «no profanado y ni mercantilizado por los odios y los conflictos humanos».

Dios, insistió, «no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo». «Una vez más, desde este lugar tan significativo, se eleva el grito afligido: ¡Nunca más violencia en nombre de Dios!».