La vida en serie - Alfa y Omega

La vida en serie

Isidro Catela
Los protagonistas de 'Borgen'
Los protagonistas de Borgen. Foto: Mike Kolisffel.

Dice Gregorio de Nisa que solo el asombro conoce, las ideas crean ídolos. Como quiera que la saturación informativa ha terminado por sepultar el asombro, queda abonado el terreno para que buena parte de las nuevas ideas (e idolatrías) nazcan y se reproduzcan con eficacia en las series de ficción. Unas series que ya no son exactamente series de televisión, propiamente dichas, porque se ven a la carta, en diversos dispositivos y con un consumo de periodicidad variable, a veces cuasi compulsivo, sobre todo entre los más jóvenes.

El abanico de moda es grande, desde Mr. Robot, una serie norteamericana sobre piratas informáticos, que tiene a los fans mordiéndose las uñas a la espera de la tercera temporada, hasta inquietantes distopías como Black Mirror que nos hacen mirar al futuro con la angustia de quienes ya no sabrán vivir sin estar permanentemente conectados a cables y smartphones.

Prefiero, no obstante, cambiar el tercio de las recomendaciones hacia ese clásico que nunca falta en una buena ficción, es decir, en un buen telediario: la política.

Hay vidas más allá del ala oeste de la Casa Blanca, aunque no demasiadas, no se crean. Tengo en cartera ponerme al día con House of cards, un Kevin Nicolás Spacey de Maquiavelo, que en el teatro de sus sueños presidenciales quiere ser Clinton, o Trump, o lo que se ponga por delante. Entretanto, ando con Borgen, la serie danesa que encumbra a una primera ministra, cual lideresa de una especie de Ciudadanos nórdico, batallando entre familia, amigos, periodistas, laboristas, ecologistas y conservadores. Todo recreado, ficticio y, como en las pelis de sobremesa, basado en hechos muy reales. La serie comienza siempre con una frase, una captatio para atraparnos desde el pórtico. Hay mucho Maquiavelo, Churchill, Shakespeare, Buda y otros proverbios, pero me quedo con la que encabeza el capítulo 16. Es del Evangelio de san Mateo: «Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen».