Primeros auxilios en la pastoral familiar - Alfa y Omega

Primeros auxilios en la pastoral familiar

«El mejor sacerdote no es el que mejor habla, sino el que mejor escucha», asegura en esta entrevista el jesuita Pablo Guerrero, experto en acompañamiento a familias

Ricardo Benjumea
Pablo Guerrero, la pasada semana en unas jornadas de formación del clero de Madrid sobre la Amoris laetitia. Foto: María Pazos Carretero

El arzobispo de Madrid lo ha señalado como referencia para comprender y desarrollar la exhortación Amoris laetitia. Su libro Mucho más que dos (Sal Terrae) «ha captado desde una profunda reflexión teológico-pastoral la manera y el modo de afrontar la pastoral de la familia, de la vida, del matrimonio, tal como lo ha diseñado el Papa Francisco». «Y lo hace con propuestas concretas, llenas de realismo y pensadas desde una reflexión teológica que, sin miedos, se aproxima a la realidad de la familia hoy», escribe monseñor Carlos Osoro en el prólogo.

El jesuita Pablo Guerrero (Gijón, 1963) es profesor de Teología Moral en la Universidad Pontificia de Comillas, además de psicólogo y terapeuta familiar con muchas horas de confesionario y acompañamiento pastoral a sus espaldas. Entre citas de Karl Rahner y consejos de negociación empresarial que traslada al ámbito de la pareja, Guerrero deja caer consejos prácticos, como: «Mira, los matrimonios tenéis que arreglároslas una vez a la semana para ir al cine, para pasear, para cortejaros, para charlar… Eso no os hace peores padres, todo lo contrario».

Antes de entrar en materia, advierte en conversación con este semanario: a la familia no se la debe mirar buscando problemas, «porque entonces solo encontraremos problemas». Hace falta «una mirada de esperanza».

Expertos en empatía

La pastoral familiar que propone Guerrero se nutre de la psicología, la sociología, la pedagogía o la economía. «Sin absolutizarlas, debemos utilizar las herramientas que nos proporcionan estas disciplinas». Aunque, puestos a elegir una ciencia, tiene muy clara la respuesta: la escucha.

«Necesitamos –dice– una formación más seria en empatía, en ser capaces de mirar la familia como nos dice Francisco, con esa conciencia de que entramos en tierra sagrada y debemos descalzarnos para acercarnos –tanto a las familias que tienen problemas como a las que no los tienen–, no como un elefante a una cacharrería, sino verdaderamente siendo capaces de escuchar las preguntas y los problemas concretos de esa familia y de esa pareja en su búsqueda de Dios». Sin miedo a que «esas situaciones pongan a prueba nuestras seguridades dogmáticas»; mirándolas con los ojos mismos de Jesús, «que vaya si tiene días la semana, ¡pero parece que le gustaba curar en sábado!».

«Es necesario –insiste– que el tema de la familia y la pareja forme parte del currículum de todo agente de pastoral, no solo en lo que atañe al sacramento del matrimonio, que por supuesto, sino aprender también técnicas de acompañamiento, de counseling, de psicología de la pareja». «Aprender a escuchar a todo futuro sacerdote le vale no solo para la pastoral familiar; le será útil para la confesión o el acompañamiento espiritual. Yo cada día me doy más cuenta que el mejor sacerdote no es el que mejor habla, sino el que mejor escucha. Sin juzgar, porque para amar a la otra persona hay que comprender sus luces y sus sombras. Es así como podremos ayudarla en su camino hacia Dios. Eso es básicamente a lo que nos dedicamos».

El discernimiento

Por un lado, Guerrero cree que hacen falta «cirujanos», sacerdotes en cada diócesis capaces de afrontar los casos más complicados, «pero todo agente de pastoral tiene que saber primeros auxilios. Y yo no sé si en este momento eso lo tenemos garantizado».

También hace falta humildad… «Te encuentras a veces con algunos que toman iniciativas que van más allá de su preparación», asegura. «Por el mero hecho de estar ordenados no tenemos por qué saber de todo».

La Amoris laetitia nos dice además que no siempre es posible aplicar recetas de manual. Una de las preguntas decisivas que plantea la exhortación es «cómo podemos leer la ley desde el corazón de Cristo, sin rebajar la ley, pero sin rebajar el amor de Cristo».

En este contexto, Guerrero deja caer el debate sobre la anticoncepción, proscrita en la encíclica Humanae vitae. «Han pasado 40 años; sabemos que mayoritariamente no se está cumpliendo; existen casos particulares complejos…» Sin rechazar la vigencia del documento, se pregunta sin embargo: «¿Deberíamos poner en el mismo saco todos los métodos anticonceptivos?». «¿Es lo mismo un preservativo (un método de barrera) que un DIU (un método abortivo)?» El problema, a su juicio, es que más que la propuesta en positivo de un modo de «vivir la sexualidad en plenitud», la Humanae vitae a menudo se percibe hoy como un conjunto de normas y prohibiciones arbitrarias. «Yo simplemente quería dejar planteada la pregunta», concluye Pablo Guerrero. «¿Que el resultado es que hay que dar otra vez la misma respuesta? ¡Pues bendito sea Dios!».

Acompañar a mujeres maltratadas

Entre las personas a las que ha acompañado Pablo Guerrero hay muchas mujeres maltratadas, que «no pocas veces» contaron ya su caso a otros sacerdotes o catequistas. «Ahí es donde notas que, a veces, vamos más allá de aquello para lo que estamos preparados», afirma. Con la mejor de las intenciones, se invita a las dos partes a dialogar, pensando que así el problema se arregla, y «el agente de pastoral se queda muy tranquilo, porque el maltratador ha estado encantador. Pero esa mujer, cuando llegue a casa, va a ser maltratada como nunca. Lo que ella necesita es que la crean, sentirse querida, escuchada…».

Recurriendo a la estadística, Guerrero les recuerda a los párrocos que una de cada diez mujeres que tienen sentadas enfrente sufren o han sufrido violencia machista. «Evidentemente, la Iglesia, de una manera clara, está posicionada contra la violencia», pero sería de gran ayuda dar más visibilidad a este problema. «¿En cuántas homilías hemos escuchado una palabra de apoyo a la mujer maltratada?», se pregunta. El mismo juicio lo hace extensible Guerrero a la violencia contra los menores y los ancianos y personas dependientes.