El Vaticano pide paciencia a la oposición venezolana - Alfa y Omega

El Vaticano pide paciencia a la oposición venezolana

«No queremos sangre en nuestro pueblo», advirtió a un grupo de manifestantes el nuncio del Papa, monseñor Aldo Giordano

Redacción

«El camino del diálogo» es «la única vía». Este es el consenso internacional y también la voluntad del Papa. Así lo ha expresado en un comunicado el enviado del Papa a Venezuela, monseñor Claudio Maria Celli, ex presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.

El diálogo que promueve el Vaticano se encuentra amenazado, por un lado, por las maniobras dilatorias del régimen. Y por otro, por el hartazgo de la oposición, que teme que el gobierno utilice a la Iglesia simplemente como coartada.

Hay muchas personas «contrarias» al diálogo o «desilusionadas por experiencias negativas del pasado». «Otros no son contrarios a esta tentativa de diálogo, pero en el fondo la consideran inútil porque piensan que no llevará a ningún resultado concreto», reconoce Celli.

La Iglesia pide paciencia a la oposición, que exige desde hace meses la celebración de un referéndum revocatorio del presidente Maduro. El jueves, durante un acto protesta que inicialmente iba a dirigirse al palacio presidencial de Miraflores, cientos de universitarios marcharon hasta la nunciatura. El nuncio, Aldo Giordano, les expresó el «afecto y la cercanía del Papa» al pueblo venezolano y pidió a los manifestantes «tener confianza» en Francisco. «No queremos sangre en nuestro pueblo», les advirtió.

El principal promotor de la marcha, el líder opositor Henrique Capriles, no acudió a la marcha, a diferencia de varios dirigentes de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, encarcelado desde febrero de 2014.

Comunicado de monseñor Claudio Mario Celli

En nombre del Papa Francisco, quiero agradecer al Señor Presidente y al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela; a los responsables de la Mesa de la Unidad Democrática; al Secretario General y a los presidentes de la Unasur, por la invitación a acompañar este proceso de diálogo. Quiero comunicar a todos ustedes la cordial cercanía y a la oración del Papa Francisco.

El Papa sigue muy de cerca la compleja situación de este querido país y está hondamente preocupado por las tensiones existentes, y su deseo es de favorecer lo más posible a la feliz realización de este proceso. Sabemos que la paz es la primera preocupación del Papa Francisco por todos los pueblos y es la prioridad de la diplomacia de la Santa Sede. Ningún pueblo puede resolver sus tensiones con la violencia. Siempre hay otra posibilidad; violencia crea solo más violencia. Hoy necesitamos encontrar caminos que, aunque difíciles, conducen a una paz segura y duradera.

En la Encíclica Laudato si el Papa Francisco pone la pregunta: «¿Qué clase de mundo queremos dejar a los que nos sucedan, a los niños que están creciendo?». Esta pregunta debe resonar hondamente en el corazón de todos: ¿queremos dejara nuestros hijos una Venezuela en la violencia, en la polarización ideológica, en el conflicto, en el odio recíproco? Estoy seguro que ninguno de nosotros desea esto; ninguno de nosotros desea pasar a la historia como una personas que no ha hecho todo lo posible para evitar la violencia.

El Papa Francisco dirigiéndose al pueblo de Venezuela en septiembre del 2014, escribía: «Les animo a redoblar sus esfuerzos para que la llama de la paz… ilumine con su luz a toda la sociedad. No hay que tener miedo a la paz, a la convivencia, al diálogo. La reconciliación y la unión no son una derrota o una pérdida sino una victoria, porque quien sale ganando es el ser humano, creado por Dios para vivir en concordia y armonía. ¡Que el ejemplo de Cristo, que con su muerte derribó el muro del odio y la división (Cf. Ef. 2, 14), les ayude en su compromiso por una sociedad cada vez más justa y pacífica!»

¿Estamos todos intentando crear espacios de un proceso de diálogo? ¿Todo esto merece la pena? ¿No es pérdida de tiempo? Escuchando a las declaraciones después de los encuentros de la semana pasada, podemos decir que de un lado hay muchas personas que consideran el camino del diálogo como la única vía para recorrer y la comunidad internacional ha expresado un consentimiento casi unánime en el sostener el diálogo como único camino para Venezuela.

Al mismo tiempo existen personas que son contrarias al mismo o no creen en el diálogo: están desilusionadas por experiencias negativas del pasado o tienen miedo de la manipulación política del diálogo. Otros no son contrarios a esta tentativa de diálogo pero en el fondo lo considera inútil porque piensan que no llevará a ningún resultado concreto.

Todos aquí estamos convencidos que lo que estamos enfrentando es un profundo desafío. El diálogo es el camino principal de la política. El diálogo es el instrumento social que permite construir una polis, una ciudad, es decir «un pueblo, donde las diferencias se armonizan en un proyecto común» (EG, 231). La política tiene como su alta misión el servir el bien común de todo el pueblo y pertenece al bien común de un pueblo el derecho a la vida, a la seguridad, a la salud y al alimento. Hay que encontrar el camino en el marco de la ley, de la democracia, de la paz.

La última instancia democrática de una nación son su Constitución y sus leyes. El Poder Público y también la oposición tienen la responsabilidad de respetarlas y defenderlas. Como muchas veces ha afirmado Papa Francisco, todos estamos llamados a promover una cultura del encuentro. Ir al encuentro del otro con apertura, con disponibilidad a escuchar, des-armado. Como afirmaba Mons. Tscherrig dirigiéndose a ustedes el lunes pasado: Quien se presenta armado, también a nivel de vocabulario, lenguaje y actitud, genera una reacción armada. Quien viene des-armado, es decir abierto a un diálogo respetuoso, des-arma, vence a las armas, desmiente la lógica del conflicto. El encuentro requiere de reconocer y aceptar al otro no como enemigo, sino como hermano. Y ningún sujeto histórico puede ser identificado siempre como enemigo absoluto y eterno. El enemigo mortal de hoy puede convertirse en compañero indispensable en el camino hacia el futuro.

Permítanme subrayar como el diálogo es el método para abrir procesos nuevos. Esta palabra, proceso, es muy importante para el Papa Francisco. Por mi parte, no solo la subrayo, sino más bien expreso la esperanza que este proceso de diálogo en Venezuela continúe y podamos acordar una agenda de temas, un método de trabajo, posibles etapas del mismo diálogo. Todos comparten conmigo la impresión de que no estamos frente a una tarea sencilla, sino más bien frente a dificultades que están enraizadas en nuestras vidas, en nuestras historias personales, muy hondamente. Pero estamos llamados a mirar lejos, buscando el bien de este querido país y, por ende, a sobrepasar las varias dificultades que enfrentamos.

A los comienzos de este camino, les pido, en nombre del Papa Francisco, que se llegue a concordar, para dar credibilidad a este proceso, algunos gestos concretos que destaquen la buena voluntad de ambas partes. El país está esperando señales auténticas para comprender que el diálogo es una realidad, es algo muy serio.