Una evocación pastoral - Alfa y Omega

Una evocación pastoral

Antonio María Rouco Varela
Foto: Alfa y Omega

Hecho público el 28 de julio de 1994 mi nombramiento como arzobispo de Madrid, recibo pocas fechas después la visita del entonces –¡muy joven!– obispo auxiliar de Madrid, don Javier Martínez, que me habló de un proyecto de publicación de y para la archidiócesis de Madrid en forma de un suplemento dominical del nuevo diario La información de Madrid, que acababa de salir a la opinión pública como un periódico centrado en la vida de la sociedad madrileña en un momento crucial de cambios culturales y políticos. ¡Todo un reto pastoral para la archidiócesis de Madrid, muy sensible a la llamada del Papa san Juan Pablo II a una nueva evangelización y que el 15 de junio del año anterior había dedicado la catedral de Nuestra Señora de la Almudena, y al día siguiente canonizado en la plaza de Colón a san Enrique de Ossó, un santo contemporáneo maestro de catequistas! Arrostrarlo prescindiendo o descuidando el campo de los medios de comunicación social significaría, cuanto menos, exponerse al peligro cierto, si no de un fracaso, sí de un muy difícil empeño pastoral.

Además, la archidiócesis de Madrid atravesaba por una situación de carencia de un instrumento de comunicación social propio, más allá del Boletín Oficial. El semanario diocesano Iglesia en Madrid había dejado de publicarse hacía tiempo. Los signos de los tiempos no podían ser más explícitos. Mi apoyo a la propuesta de monseñor don Javier Martínez de aceptar la oferta de los editores de La información de Madrid fue pleno. Coincidimos también en lo que podía y debería ser la orientación editorial del suplemento y del título de su propuesta, Alfa y Omega, que reflejaba muy bien el trasfondo doctrinal de la antropología teológica que inspiraba la primera parte de la constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo del Concilio Vaticano II, de hondas raíces cristológicas, consciente de que es Jesucristo quien «manifiesta el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación». El Decreto conciliar Inter mirifica constituiría el marco de referencia normativa último.

Urgía informar con objetiva responsabilidad informativa de todo lo que sucedía de importancia pastoral en la archidiócesis de Madrid a sus sacerdotes, a sus fieles consagrados y laicos y a la opinión pública madrileña en general. Pero también de lo más sobresaliente en la vida de la Iglesia en España y en la Iglesia universal. La manipulación mediática de las noticias eclesiales cursaba ampliamente en la opinión pública intra y extra eclesial. Y, luego, urgía el acompañamiento formativo. Las grandes cuestiones planteadas a la doctrina de la fe por el pensamiento, la ciencia, la cultura de la sociedad contemporánea debían de ser asidua y concienzudamente tratadas.

El primer número de Alfa y Omega saldría la semana anterior al inicio de mi ministerio pastoral en nuestra archidiócesis de Madrid. El diario La información de Madrid dejaría de publicarse en el verano siguiente, 1995. ¿Cómo continuar con un proyecto iniciado con tanta valentía y generosidad personal y pastoral? La respuesta vendría por la relación con el periódico ABC, el entonces su director don Luis María Anson y, sobre todo, sus editores don Guillermo Luca de Tena y su familia.

Pero esa es ya otra historia, la gran historia de Alfa y Omega, que sigue viva, y que encontró en la edición nacional un momento clave de la misma como un servicio pastoral apreciado por muchos lectores en toda España, sobre todo por muchos católicos, deseosos de buena información y formación en todo lo que se refiere al presente y al futuro de la vida de la Iglesia.