Las enseñanzas del mea culpa francés - Alfa y Omega

Las enseñanzas del mea culpa francés

Primero tocó aprender de la crisis Estados Unidos. Luego vino el escándalo de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Le siguió el tsunami sobre la Iglesia en Irlanda. Y, como fichas de dominó, la Iglesia tuvo que afrontar problemas en Alemania, Austria, Holanda, Chile, Australia… Ahora la reacción se produce en Francia. Tras las recomendaciones emanadas desde el Vaticano, los obispos galos acaban de pedir perdón por los abusos sexuales contra menores cometidos en instituciones católicas. Un mea culpa con un compromiso específico de no callar

Andrés Beltramo Álvarez
Misa por las víctimas de Bernard Preynat el 7 de noviembre en la iglesia de San Lucas (Sainte Foyles, Lyon). Foto: AFP Photo / Jeff Pachoud

«Tenemos que salir de este silencio culpable». Esas exactas palabras pronunció Luc Crepy, obispo de Puy-en-Velay, en la Misa de apertura de la última asamblea episcopal francesa, en la mañana del 7 de noviembre en el santuario mariano de Lourdes. Los obispos decidieron afrontar el problema, de lleno y en bloque, tras la explosión del caso de Bernard Preynat, sacerdote acusado de haber atacado supuestamente a unas 70 víctimas.

Ese lunes 7 estuvo dedicado al ayuno y a la oración por todos los católicos franceses. Crepy reconoció que los obispos de su país «fracasaron en su misión», pero advirtió de que ellos no fueron mejores que el resto de la sociedad, «que permaneció en silencio». E instó a adoptar «todas las medidas necesarias para que la Iglesia se convierta en un lugar seguro».

«Urge poner fin a la cultura del silencio, de la pasividad y de la sordera ante el sufrimiento de las víctimas de abusos sexuales, y poner en práctica todos los medios humanos y materiales para acogerlas de la mejor manera», resumió el diario vaticano L’Osservatore Romano en una reseña sobre esos días en Lourdes.

A decir verdad, los clérigos de ese país ya habían tomado las primeras medidas en su asamblea de marzo, como consecuencia de acusaciones surgidas en la archidiócesis de Lyon. Señalamientos que incluyeron al cardenal Philippe Barbarin, acusado de «omitir denuncias». El arzobispo fue exonerado, pero el debate mediático precipitó una nueva voluntad de afrontar el flagelo. En este nuevo estado de cosas tuvo mucho que ver la asociación civil La palabra liberada, que recopiló numerosos testimonios y que mantiene una posición crítica, incluso después del mea culpa.

Entre las decisiones tomadas por los obispos a inicios de este 2016 destaca el establecimiento de una comisión nacional independiente de expertos presidida por Alain Christnacht, laico y jefe de gabinete de la exministra de Justicia Christiane Taubira. Además se activó un buzón especial de correo electrónico para obtener testimonios, que en pocas semanas recibió unos 100 mensajes. «Este es un trabajo a largo plazo. Tenemos que seguir trabajando en la prevención, la información y la vigilancia», apuntó Crepy.

Como reconoció el arzobispo de París, André Vingt-Trois, la jerarquía eclesiástica francesa tardó demasiado en reaccionar. «No escuchamos lo suficiente a las víctimas, nos faltó valentía para tomar las medidas que debían ser tomadas», apuntó. Esto incluso después de las numerosas y constantes recomendaciones emanadas desde el Vaticano, primero con Benedicto XVI y después con el Papa Francisco. Una situación similar ocurrió con otros episcopados.

«El daño no se puede ocultar»

«Se pensó, de algún modo equivocándose o a veces de buena fe, que era posible arreglar estas cosas por vías internas a la Iglesia para que no saliese al exterior este problema, pero después se llegó a la conclusión de que el daño hecho no se puede ocultar, hay que salir al frente, pedir perdón y no perder la credibilidad porque lo que está en juego es la Iglesia y la autenticidad de su misión en servicio de los hombres», señala en declaraciones a Alfa y Omega Davide Cito, docente de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma y colaborador de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

No obstante, Cito asegura que desde Roma se han tomado medidas concretas que han logrado consolidar, en general, una tendencia de someter a los culpables a los debidos procesos canónicos. Además, añade, se han invertido recursos en la prevención y la atención de los menores.

Se refiere así, entre otras cosas, a la Comisión para la Tutela de los Menores, creada por el Papa Francisco el 22 de marzo de 2014 y cuyo objetivo es impulsar (desde la Santa Sede) acciones dirigidas a prevenir los ataques. Ese organismo, encabezado por el cardenal estadounidense y arzobispo de Boston, Sean O’Malley, incluye entre sus miembros a algunas víctimas que se reconciliaron con la Iglesia y actualmente colaboran con ella.

Pero las intervenciones vaticanas sobre este problema datan de mucho antes y se concentran, especialmente, en el pontificado de Benedicto XVI. Le tocó a Joseph Ratzinger, aún como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, atender la crisis estadounidense. Ya como Papa reconoció la magnitud del problema, sancionó a Maciel, se reunió con víctimas en varios países (Malta, Italia, Australia, Estados Unidos), pidió perdón públicamente, modificó las leyes canónicas para abolir la prescripción de estos delitos, escribió el primer documento papal sobre el tema (la carta a los católicos de Irlanda) y encomendó a todas las conferencias episcopales del mundo la redacción de líneas guía para la prevención.

Acciones que orillaron a la prensa a hablar de una política de «tolerancia cero», aunque el Papa jamás usó esa frase por considerarla demasiado determinista. Francisco continuó en una línea similar, con una preocupación que se extendió a la responsabilidad y la transparencia del episcopado.

«Un obispo que cambia a un sacerdote de parroquia cuando se detecta una pederastia es un inconsciente y lo mejor que puede hacer es renunciar. ¿Clarito?», dijo el Pontífice en su viaje de regreso a Roma tras visitar México en febrero. Una declaración que no quedó solo en advertencia. Algunas semanas más tarde Francisco determinó que los obispos puedan ser enjuiciados y apartados de sus puestos si son hallados culpables de negligencia.

Acto penitencial por las víctimas de abusos en Cracovia, en junio de 2014. Foto: CNS

Avances en la prevención

Para Davide Cito, uno de los aspectos más complejos y más importantes para prevenir los abusos corresponde a la formación de los sacerdotes, de los candidatos al sacerdocio y de todos aquellos que prestan servicio en las instituciones de la Iglesia.

«En la formación se trabaja con seres humanos. Los medios preventivos se pueden aplicar más fácilmente en algunos ámbitos, por ejemplo, si quiero colocar cámaras para controlar un lugar. Pero en el caso de la formación es un proceso largo y no automático. La formación es como la educación, se recibe si se quiere, aunque un ambiente sano ayuda mucho a que las personas implicadas crezcan en madurez y responsabilidad pastoral», explica.

«El recorrido es todavía largo, porque la Iglesia vive en la sociedad, los hombres de la sociedad son los mismos de la Iglesia. Pero poco a poco se ha progresado en tomar conciencia sobre este flagelo. No es que eso mejore todo, los delitos siempre van a existir por desgracia, pero existe más atención hacia las personas menores y se busca protegerlas con iniciativas concretas. Eso es un gran avance, especialmente en la Iglesia que tiene que dar testimonio de la vida y del mensaje de Jesucristo», apuntó.