Papa Francisco: Las madres son mártires que van dando su vida poco a poco - Alfa y Omega

Papa Francisco: Las madres son mártires que van dando su vida poco a poco

Hay un tipo de martirio que consiste en ir dando poco a poco la vida. Es el martirio propio de las madres, dijo el Papa Francisco, citando al arzobispo Oscar Romero, durante su primera audiencia general de 2015, en la que prosiguió con su ciclo de catequesis sobre la familia. Al término de la audiencia, Francisco saludó a un grupo de supervivientes de Auschwitz y a varios imanes franceses comprometidos en el diálogo interreligioso

Redacción

«Todas las personas deben la vida a una madre y casi siempre le deben mucho de la existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual», dijo el Papa en su primera catequesis semanal de 2015, tras la pausa por las fiestas navideñas. Pero, «no obstante se las exalte mucho desde el punto de vista simbólico», a las madres «se las escucha poco y se les ayuda poco en la vida cotidiana». Además, el Estado se aprovecha de «su disponibilidad» «para ahorrar así en servicios sociales».

Tampoco en la comunidad cristiana son suficientemente valoradas las madres, advirtió. «Y sin embargo, en el centro de la vida de la Iglesia está la Madre de Jesús».

El Papa saluda a una superviviente de Auschwitz al término de la audiencia general

Las madres, recalcó, son «el antídoto más fuerte para el individualismo» y «las que más odian la guerra que mata a sus hijos». Francisco citó al respecto unas palabras del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, en proceso de canonización, quien decía que las madres viven un martirio materno. En la homilía de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte, monseñor Romero afirmó que «dar la vida no significa sólo ser asesinado». «Tener espíritu de martirio se refleja también en ese «ir dando la vida» poco a poco, como hace una madre, «que sin aspavientos», va criando a sus hijos «Es dar la vida. Es martirio», decía el Papa citando a monseñor Romero.

«Una sociedad sin madres –añadió Francisco sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral». Ellas son también a menudo «las que transmiten el sentido más profundo de la práctica religiosa», sembrando en los hijos la semilla de la fe.

«Y la Iglesia –dijo al final el Papa– es nuestra madre… No somos huérfanos, tenemos una madre. La Virgen, la madre Iglesia y nuestra madre. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de María y de nuestra madre. Gracias, queridas madres por lo que sois en la familia y por lo que dais a la Iglesia y al mundo. Y a ti, amada Iglesia, gracias por ser madre. Y a ti, María, madre Dios, gracias por mostrarnos a Jesús».

Después de la catequesis, el Santo Padre saludó a una delegación de imanes franceses, comprometida en el diálogo entre Islam y cristianismo y a un grupo de polacos supervivientes del campo de concentración de Auschwitz, liberados hace setenta años.

VIS / Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy continuamos con la catequesis sobre la Iglesia y haremos una reflexión sobre la Iglesia madre. La Iglesia es madre. Nuestra Santa madre Iglesia. En estos días la liturgia de la Iglesia ha puesto ante nuestros ojos el ícono de la Virgen María Madre de Dios. El primer día del año es la fiesta de la Madre de Dios, al cual sigue la Epifanía, con el recuerdo de la visita de los Reyes Magos. El evangelista Mateo escribe lo que hemos escuchado: «Al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje» (Mt 2,11). Es la Madre que luego de haberlo generado, presenta el Hijo al mundo. Ella nos da a Jesús, Ella nos muestra a Jesús, Ella nos hace ver a Jesús.

Continuamos con la catequesis sobre la familia. En la familia está la madre. Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. Pero la madre, aún siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico –tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen poéticamente de la madre– es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad. Es más, a menudo se aprovecha de la disponibilidad de las madres a sacrificarse por los hijos para ahorrar en los gastos sociales.

Sucede que también en la comunidad cristiana la madre no es siempre justamente valorada, es poco escuchada. Sin embargo, al centro de la vida de la Iglesia está la Madre de Jesús. Quizás las madres, dispuestas a tantos sacrificios por los propios hijos y a menudo también por aquellos de los otros, deberían ser más escuchadas. Sería necesario comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en familia; sería necesario entender mejor a qué aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación. Una madre con los hijos tiene siempre problemas, siempre trabajo. Yo recuerdo en casa, éramos cinco y mientras uno hacía una, el otro pensaba en hacer otra y la pobre mamá iba de un lado para el otro. Pero era feliz. Nos ha dado tanto.

Las madres son el antídoto más fuerte a la difusión del individualismo egoísta. Individu quiere decir que no puede ser dividido. Las madres, en cambio, se dividen, ellas, desde cuando acogen un hijo para darlo al mundo y hacerlo crecer. Son ellas, las madres, quienes odian mayormente la guerra, que mata a sus hijos. Muchas veces he pensado en aquellas madres cuando han recibido la carta: «Le digo que su hijo ha caído en defensa de la patria…» ¡Pobres mujeres, cómo sufre una madre! Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida.

El arzobispo Oscar Arnulfo Romero decía que las madres viven un martirio materno. En su homilía en el funeral de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte, dijo, haciéndose eco del Concilio Vaticano II: «Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque no nos conceda el Señor este honor… Dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal concibe en su seno a su hijo, da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida – y éstas son las madres. Es martirio». Hasta aquí la cita.

Sí, ser madre no significa sólo traer al mundo un hijo, sino es también una elección de vida: ¿qué elije una madre? ¿Cuál es la elección de vida de una madre? La elección de vida de una madre es la elección de dar vida. Y esto es grande, esto es bello.

Una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Las madres a menudo transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin muchas explicaciones: éstas vendrán después, pero la semilla de la fe está en esos primeros, preciosísimos momentos. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo. Y la Iglesia es madre, con todo esto. ¡Es nuestra madre! Nosotros no somos huérfanos, tenemos una madre. La Virgen y la madre Iglesia y nuestra madre. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres.

Queridas madres, gracias, gracias por lo que son en la familia y por aquello que dan a la Iglesia y al mundo. Y a ti amada Iglesia gracias, gracias por ser madre. Y a ti María, Madre de Dios, gracias por hacernos ver a Jesús. Y a todas las mamás aquí presentes, ¡las saludamos con un aplauso!

Resumen en español:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis continuamos con el tema de la familia, meditando la figura de la madre. Todos debemos la vida y tantas otras cosas a nuestras madres, pero no siempre éstas son escuchadas ni ayudadas en la vida cotidiana, al contrario, a menudo son explotadas a causa de su disponibilidad.

Ni siquiera la comunidad cristiana las valora convenientemente, a pesar del eximio ejemplo de la Madre de Jesús. Algunas veces, parece que no completa la vocación de la mujer esta maternidad y sin embargo ser madre es una gran riqueza en la vida familiar.

Las madres, sin embargo, en el amor incondicional y oblativo por sus hijos, son el antídoto al individualismo, las grandes enemigas de la guerra. Es lo que el arzobispo Óscar Romero definió como martirio materno: una entrega total, sin aspavientos, en el silencio, la oración, el cumplimiento del deber. Ir dando la vida poco a poco como hace una madre por su hijo.

En los momentos difíciles no es raro encontrar en ellas la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Ellas son quienes frecuentemente dan los primeros rudimentos de la fe, esos que calan más hondo; sin ellas no sólo se perderían fieles sino buena parte del calor más profundo de la propia fe.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países.

Encomendemos a la Santísima Virgen María, a todas las madres, agradeciéndoles lo que son y lo que ofrecen a la familia y la Iglesia. Dios los bendiga.

RV