De tapa dura - Alfa y Omega

De tapa dura

Maica Rivera

Durante el otoño de 1936, un agente de los servicios secretos franquistas recibe un encargo que podría cambiar el curso de la historia de España: infiltrarse en una misión para liberar a José Antonio Primo de Rivera. Esta es la aventura de presentación del nuevo personaje de Pérez-Reverte, Lorenzo Falcó, espía sin escrúpulos con el que el autor se esfuerza por apuntalar cimientos de saga. Esto es un premio en muchos diálogos, oro puro de genuino cine negro, esos que fluyen sin pretensiones cuando Pérez-Reverte se relaja, donde se le nota disfrutar, sabedor de que, a su vez, hará disfrutar, y mucho, al aficionado del género. Pero la ansiedad por colocar los clichés del noir para acuñar un clásico, en futuro, en lugar de celebrarlo, en presente, le pasa factura a la narración, especialmente en pasajes de violencia verbal y argumental que hieren la pupila sin calado real, sin dejar mensaje. Por descontado, consuela la buena documentación, que hace fluir históricamente, sin renunciar al detalle, allí donde el argumento se hace bola por los otros motivos.

Tal vez a quienes gozaron la novela negra en formato de bolsillo les cueste más entrar en calor. Si has compartido barra de bar con el Toni Romano de las crónicas de la Transición de Juan Madrid no te será fácil cambiar el gin-tonic por el hupa-hupa (con orujo gallego en lugar de vodka) de Falcó. Y a Falcó no le será sencillo meterte en el bolsillo de su gabardina perfumada con Varón Dandy a las primeras de cambio. No te fíes de las cubiertas. Si lo que esperas es un Bogart a la española, este no es tu libro. Harían falta más melancolía y menos cinismo.

Nostalgias de antihéroe

Visto desde el presente, suscita ternura el viejo protagonista de la añorada tapa blanda, cobijo genuino de soledades frente al delito incrustado dentro del sistema. La misma ternura que ahora Falcó, desde su lujosa tapa dura, considera «irritante» y aparta con un «manotazo mental» al más mínimo atisbo de filtración. Las nuevas historias siguen siendo oficio de periodistas veteranos, y eso da caché. Nadie podría toserle a Pérez-Reverte por ahí, está claro. Pero la posmodernidad aprieta. Malos tiempos para el romántico, que echa de menos un mínimo código de honor frente a la nada, que, en este caso, es la amoralidad de la máquina de matar de Pérez-Reverte con su táctica de escorpión, «mira, pica y vete». Cambiaría el relato a mejor si Falcó fuera menos guaperas y más cafre. Cambiaría a mucho mejor si Pérez-Reverte pusiera a Falcó a escuchar un par de esos boleros cuyos títulos sabía de memoria el Toni Romano de Juan Madrid.

«Palabras como patria, amor o futuro no tienen ningún sentido» en el argot de Falcó. Y solo tenemos una concesión del tipo duro en estas 300 páginas con olor a papel recién sacado de imprenta: hay que esperar muchas páginas para que se nos haga saber que lo que persigue desesperadamente el protagonista en un cuerpo de mujer no es sino «consuelo, paz y olvido». Lo busca, en concreto, en el de la impredecible falangista Eva Rengel. Al menos, un puntito de redención al que acogerse. Por poco tiempo, no olvidemos algo decisivo, que a ambos les une ese «frío desarraigo» que marca el tono.

Conste que la sangre no llega a la ucronía. Nos quedamos con las ganas.

Falcó
Autor:

Arturo Pérez-Reverte

Editorial:

Alfaguara